La profesora de colegio Violeta Cruz se quiere postular al Congreso, pero no tiene un partido que la respalde. Para su suerte, Hermosa Reyna y su esbirro Pepe Caballero –del Partido Amazónico de la Iguana– le proponen sumarla a su plancha con el número 1. Como es una candidata que se jacta de su buena ley, todas sus reuniones las transmite en vivo por sus redes sociales.
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“Violeta y los reptilianos” –obra que fue parte del Festival de Artes Escénicas Lima 2021– es una farsa cuya protagonista pierde rápidamente todo atisbo de humanidad. Desde el inicio, a Cruz se la presenta como una cándida soñadora que tiene ganas de mejorar al país, por lo que decide aunarse a un partido político sin saber nada sobre su reputación o historia. En ese camino, es incapaz de reclamar lo suficiente cuando se aprovechan de ella. Por ejemplo, el partido le roba de su computadora un video en el que aparece bailando en una reunión familiar, y, con ese material, le hacen un video viral para promocionar su campaña. Cuando le toca pedir explicaciones, Reyna y Caballero la pasean y, aunque sus respuestas no la satisfacen, las acepta.
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Violeta Cruz también tiene problemas con la prensa. En dos ocasiones, una periodista la apabulla y la deja en ridículo sobre el video en cuestión; e, incluso, la cuestiona moralmente acusándola de no hacer lo suficiente cuando el director del colegio en el que trabajaba, violó a una niña. Sin importar que la información sea inexacta o la deje mal parada, Cruz no sabe cómo defenderse.
Julia Thays da vida a los cuatro personajes de “Violeta y los reptilianos”. El Zoom es la herramienta perfecta para lograrlo porque le permite grabarse previamente y, luego, interactuar con esos videos. El recurso, sin embargo, dista de ser prolijo: a veces los personajes se tropiezan y sus diálogos no calzan de la mejor manera. Tampoco funciona bien que quien opera el OBS –el programa que hace las veces de ‘switcher’ de televisión– silencie al personaje/video que no está hablando, porque el vacío hace evidente que se trata de una grabación.
Pero los grandes inconvenientes que presenta la obra responden al libreto: se trata de un texto que quiere abarcar muchísimos temas en poco más de media hora, un objetivo que, a la luz de los hechos, le fue esquivo. Los problemas con la prensa, la minería ilegal, la violación de una menor y la presencia de reptilianos en la Tierra aparecen como una simple enumeración y no llegan a tomar una forma que le permita al público reflexionar sobre ellos. Es posible que el atolondramiento sea el recurso utilizado por los autores (digamos, el caos y el sinsentido como opción narrativa), pero ciertos traspiés no parecen haber sido orquestas a propósito.
¿En qué momento se empieza a hablar de los reptilianos? La respuesta clarifica el punto anterior: las escenas de la periodista son tan escuetas que su presencia es irrelevante, excepto porque en una de ellas, por un breve instante, se menciona y se descarta inmediatamente un comentario de las redes sociales en el que una persona le dice a Cruz que tenga cuidado con esa especie. Queda la sensación que el tema se pudo introducir de una forme menos azarosa.
Otro de los recursos que no llega a encontrar un lenguaje óptimo es el de las pesadillas. En el primer sueño pareciera que quieren emular a ciertas ficciones osadas (pienso en “Yolo: Crystal Fantasy” de Adult Swim), pero las secuencias de los dibujos –tanto estéticamente como narrativamente– no llegan a ese nivel de abstracción y demencia. En el segundo, sin embargo, los directores empiezan a probar con los recursos que están al alcance de sus manos: juegos con la iluminación, una máscara de espejos y ropa negra que se confunde con el fondo también negro. Tal vez debieron explotar más las sombras chinescas, que atinadamente utilizan para mostrar cómo una nave espacial abduce a la protagonista. En la simpleza de lo que parecen ser figuras hechas de papel o cartón, la parodia y el sinsentido se potencia.
Aun con estos inconvenientes, Thays logra un buen desempeño al convertirse en los cuatro personajes, aunque no todos son tan bien logrados como el del indescifrable y calvo Pepe Caballero, cuyo único pecado es repetir el ya desgastado “plata como cancha”. Aun así, se nota el trabajo para desarrollar cada uno de ellos: la ilusa Violeta Cruz, quien viste su característico chaleco negro con motivos andinos; la cínica y maquiavélica Hermosa Reyna; y la periodista agotadoramente incisiva Jaky Chá.
Dato
La obra estuvo disponible para el festival FAE Lima 2021
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