“Sí, y es maravilloso”. Estas fueron las primeras palabras que atinó a pronunciar Howard Carter, el principal responsable del descubrimiento de la tumba de Tutankamón, después de hacer una pequeña abertura a través de un muro de piedra y asomarse con la única ayuda de una vela. Lord Carnarvon, su mecenas, estaba a su lado, pero no podía mirar a través del agujero. “¿Puedes ver algo?”, atinó apenas a preguntarle. Carter acababa de convertirse en el primer hombre en casi 3500 años en ver la cámara funeraria. Tenía meses trabajando en el lugar, tras confirmarse el descubrimiento, pero era la primera vez que podía ponerse cara a cara con el monarca que le reveló al mundo del siglo XX la fastuosidad egipcia, más allá de la vida y de la muerte. Una suerte de “egiptomanía” –o “Tut manía”- empezó a propagarse en el mundo.
A pesar de que en 1912 se había declarado “agotado” el Valle de los Reyes, ubicado cerca de Luxor, Howard Carter –arqueólogo y egiptólogo- siguió confiando en que quedaban aún tumbas reales por descubrir. Para aquel año, la gran mayoría de sus colegas arqueólogos, investigadores o aventureros consideraba que todas las tumbas habían sido saqueadas y que no había nada más que valiera la pena –o la inversión-. Sin embargo, los amplios estudios y pesquisas que había realizado Carter –quien llegó a Egipto por primera vez a los 17 años, en 1891- le decían lo contrario. Su encuentro con Lord Carnarvon sería decisivo, pues sería el noble británico quien financiaría las expediciones que dieron como resultado el descubrimiento de la tumba de Tutankamón, la primera prácticamente intacta, en noviembre de 1922.
“El entierro de Tutankamón es el entierro más rico jamás encontrado en el Valle de los reyes. Y gracias a Carter, también es el mejor documentado. Esto me atrapó desde el primer momento”, aseguró Alberto Lucas López, editor senior de National Geographic, una de las publicaciones que más ha difundido los descubrimientos y otros temas adyacentes. Para él, los diarios de Howard Carter sobre el proceso de descubrimiento de la tumba de Tutankamón, son “la mejor novela de aventuras”.
Diario de una pasión
“Entrada de la tumba en el lecho de roca del curso de agua (debajo de la entrada de Ramsés VI). Descubierto el 4 de noviembre de 1922. Domingo 5 de noviembre: se investigó y se encontraron sellos intactos (…) Hacia la puesta del sol habíamos despejado hasta el nivel del escalón 12, lo que fue suficiente para exponer una gran parte del sector superior de una puerta enyesada y sellada. Aquí, ante nosotros, había evidencia suficiente para mostrar que realmente era una entrada a una tumba, y por los sellos, según todas las apariencias externas, estaba intacta”, escribió Carter en su diario, tras el primer contacto con la que –aún no sabía- era la tumba de Tutankamón, faraón fallecido a los 19 años, tras gobernar casi una década, entre 1342 y1325 antes de Cristo.
Concretado el descubrimiento –que se le debe directamente a Hussein Abd el-Rassul, uno de los muchos niños que trabajaban en las excavaciones en años en los que no se denunciaba el trabajo infantil-, Carter convocó a su mecenas, Lord Carnarvon, a El Cairo para disfrutar junto a él su hallazgo. Años de excavaciones, millonaria inversión, la Primera Guerra Mundial, una pandemia de gripe y numerosos problemas con las autoridades egipcias después, había conseguido el sueño de una vida. Solo 3 meses más tarde, una cálida tarde de febrero de 1923, tras clasificar la enorme cantidad de objetos valiosos encontrados en las primeras cámaras abiertas en la ruta hacia la tumba, pudieron ver directamente al soberano. Casi como si hubieran pedido una audiencia en vida con él, que solo se concretó después de una larga espera.
“Es difícil describir nuestras sensaciones y asombro cuando la mejor iluminación nos mostró una prodigiosa colección de tesoros (…) A primera vista parecía el almacén de la ópera de una civilización perdida. Nos sentimos desconcertados, embargados por una emoción extraña. Nos interrogábamos uno al otro sobre el significado de todo aquello”, escribió Carter en su diario.
La momia regresa
Tras el hallazgo, y a pesar de la insistente difusión de macabras teorías por parte de la prensa de entonces, no aparecieron momias que caminaban, asesinaban o pretendían restaurar la antigua fastuosidad de un imperio que, en pleno siglo XX, dormía ya bajo la impertérrita arena del desierto. Tampoco se desataron plagas o desastres naturales ni se desarrollaron tenebrosos cultos en torno a algún antiguo faraón o sacerdote siniestro con el rostro de Boris Karloff o Christopher Lee, inmortales ‘momias’ que nos legaría el cine años más tarde. La repentina muerte, en abril de 1923, de Lord Carnarvon desató las teorías sobre una “maldición del faraón” que alimentaron, casi del mismo modo, a la prensa y al cine. Se corrieron también los rumores de la muerte de su perro, en Londres, a miles de kilómetros de dónde él estaba y del ataque de una cobra al canario cantor de Howard Carter. Murieron también, en antes de la mitad de 1923, el hermano de Lord Carnarvon, el magnate ferroviario George Jay Gould o el millonario egipcio Ali Fahmy Bey –uno de pulmonía y otro, asesinado por su mujer-, tras haber visitado la tumba. Arthur C. Mace, estrecho colaborador de Carter, murió en 1928 y, al año siguiente, Richard Bethell, secretario del mismo Carter. Sin embargo, a pesar de las señales terroríficas, solo murieron 8 de las 58 personas presentes en la apertura de la tumba en los 12 años siguientes, según información de National Geographic.
“La muerte extenderá sus alas sobre todo aquel que se atreva a entrar en la tumba sellada de un faraón”, habría dicho la supuesta maldición escrita en la puerta de la tumba de Tutankamón, según las versiones sensacionalistas de aquellos años –y aún de estos-. Aparte de la propia naturaleza de la tumba y los tesoros que albergaba, esa supuesta maldición alimentó la mitología durante un siglo y puso en negritas una pregunta: ¿El descubrimiento de la tumba de Tutankamón era realmente arqueología o una vulgar profanación? ¿Hito cultural o necrofilia mediática?
"Hay una fascinación por ser la primera tumba intacta, el primer faraón que se podía mirar a la cara y los tesoros, muchos de ellos de oro macizo"
Hoy, nos preguntamos también, ¿Qué hace que el descubrimiento de la tumba de Tutankamón siga teniendo tanta relevancia? “El descubrimiento de la tumba suscitó atención mundial. Hay una fascinación por ser la primera tumba intacta, el primer faraón que se podía mirar a la cara y los tesoros, muchos de ellos de oro macizo”, nos dice la historiadora Maribel Arrelucea, estudiosa del tema. “El descubrimiento ha permitido tener una idea más completa de un entierro real, la disposición de los objetos o la técnica de embalsamamiento. Ahora se puede fechar a las momias de acuerdo a dichas técnicas”. La especialista señala que Egipto ha relanzado el tema gracias a convenios con diversas universidades del mundo y el enorme museo que han construido, el Museo Nacional de la Civilización Egipcia (NMEC), que de mandó una inversión de mil millones de euros y ofrece una visión de todos los periodos de la historia antigua de dicha nación. “Se ha convertido en una de las campañas publicitarias más impactantes, desde el inicio de la construcción hasta el traslado de las momias. Una de las más esperadas fue precisamente la de Tutankamon. Sigue siendo de los más famosos, totalmente identificable por todos y con todo su ajuar funerario”, nos dice Arrelucea.
Arqueología del más allá
Para Andrés Ruzo, científico peruano, explorador y conductor de “Misterios del Inframundo” en NatGeo, lo primero que sorprende de aquel hallazgo son los tesoros. “Sin el contexto de dónde han sido encontrados, sorprenden porque son unos tesoros de película. Puede verse la mano de obra en piezas exquisitas”, nos dice. Ya puestos en contexto, Ruzo sostiene que no fue como lo ocurrido en Machu Picchu, porque en aquel caso los lugareños ya sabían dónde estaba y ellos llevaron a Hiram Bingham. “En cambio, la tumba de Tutankamón no estaba olvidada, sino ocultada, nadie sabía si estaba o no, si existía o no. Se encuentra en el Valle de los reyes, donde hay miles de tumbas de miles de años. Según revelaron después, estaba bajo 150 mil toneladas de piedra”, afirma Ruzo quien, además, resalta la relevancia que le dieron al descubrimiento los nuevos medios.
"Huaqueros profesionales saqueaban las tumbas y era toda una industria profesional"
“Huaqueros profesionales saqueaban las tumbas y era toda una industria profesional. Para 1922, casi todas las tumbas de aquel valle ya habían sido huaqueadas. Y, en ese contexto, encuentran a Tutankamón. En ese momento histórico, revistas como National Geographic estaban saliendo, la fotografía estaba en auge. Estos descubrimientos, que antes solo eran conocidos por escrito o en dibujos, podían verse ahora en fotos”. De este modo, Howard Carter y su equipo hicieron un hallazgo espectacular y lo empezaron a documentar de una manera nueva. “Así, crearon nuevos estándares para lo que es la arqueología moderna y eso es algo importantísimo”, afirma Ruzo.
La pregunta se hizo natural: si podían encontrarse más de cinco mil valiosas piezas en la tumba de un chico de 19 años, ¿Qué habría en las de los grandes faraones, como Ramsés? Además de oro, piedras preciosas u obras de arte, había comida, murales, ropa, carretas o armas. Habían preparado a Tutankamón para su vida en el otro mundo. “Como todo estaba intacto, no solo se pudo apreciar las riquezas, sino también detalles híper finos del día a día en la vida del faraón y el mundo en el cual vivía. La egiptología se abre como un campo cada vez más amplio e inspira a muchos arqueólogos y mueve la economía, gracias al turismo. Algo muy importante fue que, desde el principio, el gobierno de Egipto decidió que todo se quedaba en el país. Reforzó, así, el concepto de “patrimonio nacional””, asegura el científico y explorador de NatGeo.
Lo cierto es que, ni toda la soberbia que era capaz de albergar un faraón, podría haber hecho imaginar a aquel joven de 19 años que casi 3500 años después de su existencia, y a 100 de la apertura de su tumba ante los ojos del mundo, siguiéramos hablando de él… sin descubrir aún todos sus misterios.
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