Los 3 mitos peruanos que está derrumbando Gareca
Los 3 mitos peruanos que está derrumbando Gareca
Miguel Villegas

Sabemos de sobra cómo es vivir en la tristeza: ahora nos toca aprender a hacerlo en la alegría. Aunque en la felicidad todos somos buenos, conviene explicar qué está pasando con Perú. A qué miedos de su pasado se enfrenta. Qué futbolista está presentando al mundo. Aquí unas ideas.

La gitanería
Lo decían los abuelos: el fútbol peruano es gitano. Cuando juega mal, gana. Cuando juega bien, pierde en el último minuto. El concepto resumía un histórico mal de los equipos peruanos que no solo no podían sostener rachas ganadoras ligadas a su buen juego, sino que tenía que ver con el impredecible crack peruano, su autárquica manera de encarar un partido, su jugamos como nunca y perdimos como siempre. Ejemplos sobran: los equipos de la ‘U’ de los sesenta, el mítico bicampeón de Alianza 77-78, la selección peruana del 82. Bueno, esta vez, somos testigos nuevamente de lo impredecible, solo que a favor: Perú juega y gana. En Lima y en Quito. En amistoso y el día en que se juega 36 años de angustia. La estadística con la que amanecimos en las redacciones -12 partidos sin perder, racha comparable al fútbol blanco y negro de 1941- es un número que explica lo que no siempre vemos: Perú traslada al resultado sus entrenamientos. Esa es una gran noticia.

El viejo fútbol peruano
¿Cómo es el viejo (querido) futbolista peruano? ¿Qué tipo de extraterrestre añoramos? ¿A qué se refería Gareca cuando dijo, en marzo del 2015, que estaba “convencido” de su talento? Vamos a decirlo despacio, para que se entienda: más que una huacha o un taquito, Perú juega, es decir, se asocia, encara, no huye, es vertical y piensa en el gol como si fuera un amateur. Así era Cubillas, así fue Meléndez. Eso dicen de Terry y de Manguera. Si se me permite, ya ahí está el lujo, la posibilidad de ser distinto en un mercado que a veces privilegia robots. “Carrillo representa la esencia del fútbol peruano”, dijo Gareca tras el 3-1 ante Islandia quizá amparado más bien en esta idea, menos romántica y más sofisticada, que reúne en un mismo equipo a futbolistas de pie sensible, que se acomodan en el pase y no en patada, y que, en torno a ello, tienen más chances de ganar.

La Paolodependencia
Hasta el partido con Colombia, Paolo era todo. Capitán y capataz, pie y corazón. No había la más remota esperanza de ganar –y de ganar el boleto al Mundial- sin él y por eso, con la sanción, caímos en desgracia. Los periodistas y los hinchas, claro, que no vivimos en Videna. La supuesta Paolodependencia la sufríamos nosotros. Para enfrentar a Nueva Zelanda, por ejemplo, Perú echó a andar su juego de llegadores, esos enanos que han crecido con Gareca y que ya nos salen de memoria: Flores por un lado, Cueva al medio, Carrillo por el otro. Y Farfán, un todocampista, el crack con licencias de ‘9’ y de mediapunta. Pero no fue que con ellos ganamos el pase a Rusia, ya lo habíamos hecho antes, a partir de ese nuevo wing que la blanquirroja le ha presentado al mundo. Nos faltó uno, Paolo, pero surgieron estos tres (y más atrás Polo, Hurtado, y más atrás Yordy o Siucho) como plan B hasta los partidos contra Croacia e Islandia. Con el lujo de su edad –todos tienen menos de 25 años-, Perú irá a este Mundial y peleará el próximo desde la nueva característica del futbolista peruano del medio hacia adelante: técnico, vertical, llegador y con gol. Imagínense cuándo vuelva Paolo.

Seamos felices con lo que nos toca. Y acompañemos todo lo que dure.

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