Si a Ronaldo los delanteros le tocan las piernas, desde hoy no existe un arquero que no desee darle la mano a Damián Emiliano Martínez. Sus manos ya no le pertenecen: se han anidado en la memoria emotiva de Sudamérica, la patria grande. Flotan, como si tuvieran vida propia. Y sus guantes, cuyas replicas se convertirán en los souvenirs más cotizados, se subastarán por millones dentro de algunas décadas.
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