Antes de que se inaugure Rusia 2018, ya se armó un equipo de Resto del Mundo. Son todos esos firmantes –léase Federación Internacional de Futbolistas, capitanes de selecciones, periodistas e hinchas– en planillas interminables para que Paolo Guerrero pueda jugar el Mundial en menos de un mes. El delantero ha decidido jugarse sus últimos minutos de descuento como visitante en las oficinas de la FIFA, en Zúrich. Tiene derecho a buscar esa última oportunidad para anotar el gol más gritado de su vida. Ojalá encuentre el permiso que tanto busca. Pero Guerrero también merece acompañarse de la calma y el reposo. Has sido un jugador lleno de gracia, Paolo. Mereces que la paz sea contigo.
Que esa foto, antes de partir a Suiza, junto al presidente de la Federación Peruana de Fútbol, sea la postal de un pacto de no agresión por los próximos meses. Edwin Oviedo, en esa comentada reunión que tuvo con Paolo en Videna, le preguntó abiertamente qué quería que hagan por él. Guerrero, ante ese pase gol, disparó al arco sin cerrar los ojos y pidió la reunión con Infantino. El deseo fue concedido con un desenlace aún por determinar.
Somos millones los que queremos que la FIFA indulte o le conceda ese permiso especial e inédito para que Paolo pueda jugar el Mundial. Fiesta nacional por dos días, si quieren. Sin embargo, lo importante aquí también es que, por fin, se cerró ese amago de batalla entre el delantero y la federación. Hubiera sido el desencuentro más inoportuno e inútil a solo tres semanas de cumplir el sueño mundialista de todo un país. Al menos ese feroz incendio ha sido apagado.
Ya sabemos que es difícil que Gianni Infantino tome esa decisión política, sin antecedentes, de darle una tregua a Guerrero y dejarlo ser parte de la selección peruana en Rusia. Paolo ha tenido poco menos de una hora para exponer todos sus últimos argumentos de defensa. Sus abogados, que no lograron probar la negligencia cero de Guerrero, no hicieron el mejor trabajo en este alargado proceso de seis meses. Ahora le tocó defenderse solo. Y quizá eso fue lo mejor a estas alturas.
Mientras aún vivimos el Caso Guerrero en vivo y en directo desde Suiza, en una cancha de la Videna de San Luis hay 20 jugadores entrenando con Ricardo Gareca con la misión de ganarle a Escocia, y despedirse con una sonrisa de Lima, el 29 de mayo. Ellos también merecen estar alejados de este bombardeo de culpas y de lo que pudo ser y ya no será.
Imaginemos que se produjo lo increíble con Paolo Guerrero y que Gareca podrá viajar a Moscú con el equipo completo. Con el capitán a bordo. Qué lindo, ¿no? Pensemos ahora, aunque duela, que se mantuvo lo previsible y que el ‘Depredador’ no podrá entrar a los campos de Saransk, Ekaterimburgo y Sochi. Y si esto ocurre, ahora con este clima de conciliación nacional, podemos pedir que Paolo vaya a Rusia en una última gestión dirigencial. Que esté lo más cerca que la FIFA permita del equipo. Aceptemos que un capitán tan auténtico no deja de serlo por más que, por decisión de otros, no pueda ponerse la cinta para entrar a la cancha.