Perú se despidió del Mundial Rusia 2018 con un triunfo por 2-0 ante Australia. (Foto: AP)
Perú se despidió del Mundial Rusia 2018 con un triunfo por 2-0 ante Australia. (Foto: AP)
Guillermo Oshiro Uchima

Pasada la euforia , volvemos a nuestra realidad, a nuestra triste realidad. Con clubes sancionados con la pérdida de puntos por incumplimientos económicos, con equipos pidiendo la remoción de la Comisión de Licencias de la (la que pone las reglas para la tan pedida formalización de nuestras instituciones deportivas) y con un presidente de la federación mencionado en audios indecorosos (sería saludable que aclare este asunto no a través de un comunicado).

Los 36 años que esperamos para volver al Mundial parecen no haber sido sufrimiento tan grande para insistir en los mismos errores que nos mandaron al purgatorio futbolero.

Bajo este panorama sombrío, la clasificación a Rusia 2018 significa un acto heroico de una selección que debió rebelarse contra nuestra propia naturaleza destructiva hasta conseguir lo que no estaba al alcance o lo que realmente no merecía nuestro fútbol.

Por ende, cada día que pasa la hazaña mundialista reforzará en la memoria la idea inequívoca que lo hecho por Gareca y sus jugadores fue algo impropio de nuestra realidad, un ‘accidente’ que ocurrirá seguramente de tanto en tanto porque Dios es grande.

Más que generar un efecto positivo, la fiebre mundialista parece haber destapado otra vez nuestra podredumbre. Pero que queden claras las responsabilidades. La federación está para establecer las reglas de juego; es decir, crear las estructuras con el objetivo que nuestro fútbol empiece a despegar por fin. Pero el trabajo titánico y el futuro dependen de los clubes. Estas instituciones deben gozar de buena salud para encontrar y pulir la materia prima que pueda construir el camino hacia otra Copa del Mundo. Sin jugadores bien formados es imposible soñar otra vez despiertos. No podemos esperar que venga otro Gareca para que obre el milagro.

Otro tema lamentable es la insania con la que se pretende encontrar un culpable para la eliminación en Rusia. Se ha sindicado a Cueva como el causante del tempranero retorno. Tontería absoluta. Un penal errado puede ser determinante, por supuesto, pero señalar a un solo jugador por la mala ejecución es no entender el juego. ¿O acaso la definición del partido contra Dinamarca se jugó solo en ese disparo?

Bajo todo ese pintoresco escenario, con situaciones que solo restan, todavía rezamos para que Gareca nos vuelva a dar el sí cuando ya hizo grandes méritos para merecer mejor suerte que la que le ofrecemos.

Si el ‘Tigre’ vuelve es porque quizá le agarró el gusto a vivir en nuestra jungla.

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