El partido ya terminó y la España de Luis Enrique todavía sigue con la pelota. Tocándola de lado a lado, esperando que algo pase, una fisura, una gotera, un descuido. Si hace falta, mandan la pelota hacia atrás para comenzar de nuevo esa larga ruta hacia el gol que a muchos maravilla y a otros provoca bostezos. La posesión, ese dilema, es insulsa sin desequilibrio, como una paella sin azafrán.
En el primer tiempo, la ‘Furia’ careció de intensidad, como si el hecho de vestir de celeste, le hubiese arrebatado el alma y arrancado su historia de raíz. Tuvo el control de la pelota en una 70%, y dio 400 pases. Es decir, entre sus jugadores se prestaron la pelota unas 400 veces. Una monstruosidad. Pero solo remataron una sola vez, y el disparo no fue al arco. Un zurdazo de Asensio que chocó en la red lateral, pero más fue un ‘ufff’ para despertar al respetable. He allí el engaño de las estadísticas. Los números sin interpretación son data inútil.
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En la previa, más de un analista se preguntó qué sucedería si los marroquíes enjaularan a Busquets y no le permitieran lo que le permitió Costa Rica en la primera fecha, por ejemplo. Y el silencio se hizo eternidad. Lo que Luis Enrique jamás dirá en sus transmisiones en Twitch es que su gran debilidad es no tener plan B. España es previsible. Si los incomodan, como hizo Amrabat, se descompensan.
El tiki-taka español que subió a la cima en el 2010 corría más riesgos, porque tenía a David Silva, Jesús Navas y a Iniesta, un bailarín en una loseta, un astro del pique en corto. Esta España solo tiene a Nico Williams, y Luis Enrique confió en él desde el último cuarto de hora del segundo tiempo reglamentario. Ferran Torres puede ser su yerno y quererlo mucho, pero no tiene ese desborde electrizante. Amaga sí. Se sabe la teoría. Pero digamos que estudió a distancia por zoom. Dani Olmo tiene más plasticidad, pero tampoco es un gambeteador. Y Pedri y Gavi, son dos cerebros que por más talentosos que sean poseen el peor error futbolístico en estos tiempos: a sus veinte años trotan la cancha.
¡Marruecos a cuartos de final! ⚽️
— DSports (@DSports) December 6, 2022
¡Estás loco Hakimi! 🔥 Así ejecutó el penal decisivo que metió al equipo marroquí a los cuartos de final de la Copa del Mundo 😱#CatarEnDIRECTV pic.twitter.com/DH6N5IMlgr
Para hablar de Marruecos hay que ponerse de pie. No llegaban hasta estas instancias desde México 86. Y hoy reafirmaron sus credenciales: líderes del Grupo F por encima del podio de Rusia 2018: Croacia, la subcampeona y Bélgica, la tercera del mundo. El único gol que recibieron en fase de grupos fue un autogol. En principio por tener un arquero como Bono, que a pesar de jugar con fuego en su área es un guardián descomunal, y por su solidaridad en defensa, donde destaca el mediocentro Amrabat. Arriba, los marroquíes hicieron estragos gracias a la cintura de Boufal y a la zurda de Ziyech.
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Pero fue Hakimi -ese lateral que se codea con Messi, Mbappé y Neymar en el PSG- el héroe de esta victoria histórica, que le debe doler mucho a los españoles xenófobos: picó el penal definitivo para vencer a Unai Simón y decretar el 3-0 desde los doce pasos. España no le anotó ni un solo gol a Bonou: falló Sarabia, Soler y luego Busquets. Marruecos está entre los ochos mejores del mundo. La única sorpresa de octavos de final hasta ahora. El partido ya acabó. Y mientras tanto, España sigue tocando y tocando hasta el fin de los tiempos.