Antoine Griezmann fue una de las figuras de Francia ante Uruguay, por los cuartos de final del Mundial Rusia 2018
Redacción DT

Por: Kenyi Peña Andrade

saca un fuerte disparo que se pierde en las manos de Fernando Muslera. Gol. Es el pase a semifinales del Mundial y es histórico. Los franceses lo celebran en la cancha, en las tribunas, en los bares de París, de Lyon, pero él no. Su mirada luce estacionada en el tiempo. Ha recordado las mañanas de mate en San Sebastián, cuando pasaba el tiempo con los uruguayos de la Real Sociedad, Carlos Bueno y Diego Ifrán. Con ellos también jugó a ser uno más de la barra, cantando los temas de Peñarol.

Le vinieron a la cabeza los asados de domingo en la casa de Diego Godín en Madrid y las charlas interminables sobre la tranquilidad de Montevideo con José María Giménez, sus otros amigos charrúas del Atlético. Se acordó del respeto, de la amistad, esos valores que son sagrados en la infancia y que sobreviven en Antoine porque es un niño encerrado en el cuerpo de un hombre.

Antoine es como tú, como yo, o como todos. ¿Quién no ha tenido una figura familiar que es tan exitosa que a uno lo desafía a ser mejor? En su caso fue su padre, quien fue una figura política importante en su país. Pero el crack francés hizo su propio camino. Su mamá trabajaba en la limpieza de un hospital y esa humildad, que luce en cada entrevista, es un hecho que la adquirió de ella. Dicen que, viendo la Francia de Zinedine Zidane campeona del mundo en el 98, el pequeño Antoine decidió ser futbolista. Quiso imitar a sus ídolos, como todo niño. Aunque es verdad que esa sangre portuguesa, de parte de su abuelo que fue ex jugador, también influyó.

Al principio, varios clubes lo rechazaron por su fragilidad física. Hasta que Montpellier lo aceptó, y en un duelo ante el PSG, un scout de la Real Sociedad se fijó en aquel menudo juvenil. Se movía inteligentemente fuera y dentro del área, y siempre ejecutaba lo que pedía la jugada. Se lo llevó. Luego, resumiendo esta parte de su vida, fue fichado por el Atlético, se cansó de hacer goles y ya era un delantero top. Y cuando todos esperaban que los millones y la fama lo cambiaran, tampoco pasó.

Con la inocencia de un hombre enamorado, una vez celebró un gol mostrando un polo con un mensaje escrito con su propia mano que decía “Feliz cumple, gordita”. La Federación Española lo sancionó con 520 euros. Un monstruo en la cancha que es tan humano como todos.

En junio del 2017, se casó con Erika Choperena en boda secreta, solo amigos cercanos y familiares fueron invitados. A Griezmann no le acomoda esa vida de divo y siempre prefiere pasar desapercibido. No obstante, esa alma de niño siempre lo traiciona. Como en los entrenamientos, por ejemplo, donde es la burla de sus compañeros por dejar a la vista los bóxers de Bob Esponja que usa ya con 27 años encima. Y también en sus celebraciones, donde saca a reflejar su pasión por el videojuego “Fortnite”. En este, el objetivo principal es luchar por la sobrevivencia utilizando las armas que le pone el destino. Es Antoine, hace algunos años, con sus 60 kilos buscando ganarse un lugar en el fútbol físico de ahora y defendiéndose con el talento que tiene en los pies. No es ficción, tampoco solo un juego, es su vida.

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