Quedará en la historia que el héroe del primer partido oficial entre Túnez y Francia en una Copa del Mundo es un tunecino que nació en Francia. Exactamente en Ajaccio, Córcega, en una isla del mar Mediterráneo. Salvo por una breve estadía en el Sunderland de la Premier League, Wahbi Khazri, un zurdo pelado y macizo, ha hecho toda su carrera en el país donde sus padres migraron en busca de mejores condiciones de vida. Un país al que le debe mucho, pero que no estaba dispuesto a defender. “Mis raíces son otras y yo sigo a mis raíces”, dijo Khazri alguna vez, resolviendo el eterno dilema al que se enfrentan todos los hijos de inmigrantes, en todos los rincones del mundo.
A los 58′, Khazri protagonizó una jugada estelar. Aissa Laïdouni, otro tunecino nacido en Francia, le arrebató el balón a Youssouf Fofana en el mediocampo, con una barrida. Fiel a la ley implícita de que la pelota siempre debe ir al ‘10′, se la dio a Khazri que en segundos hizo gala de sus kilates: quebró a Varane, acomodándose para su mejor perfil, y antes de que los toperoles de Disasi se le clavaran en los tobillos, venció a Mandanda con una sutileza de su pie izquierdo. Un pase a la red. Una chuza, como si de bowling se tratara.
Quedó sentido. Pero tuvo la fuerza para permanecer de pie, acercarse a la cámara, dibujar un corazón con sus manos y luego irse del campo. No podía más. Lo había dado todo. En esa genialidad concentró todos sus esfuerzos. Túnez le ganaba al país que lo colonizó. Una revancha simbólica que solo puede conceder el fútbol.
Tras golear a Australia y vencer a Dinamarca, a Didier Deschamps se le ocurrió que su tropa merecía un descanso, y que con los suplentes le bastaba y le sobraba para clasificar a octavos de final, líder, invicto y goleador. Hizo experimentos. Algunos le resultaron como ubicar a Camavinga de lateral izquierdo. Pero otros no tanto, como el de Disasi, habitual central, que deambuló en el carril derecho. Mbappé y su cofradía se quedaron en el banco.
Pero cinco minutos después del gol de Khazri, Deschamps cambió de parecer y envió a su artillería: Mbappé (a pesar de tener algunas molestias), Rabiot y Saliba. Perder ante Túnez no era una opción. En el otro partido, Australia vencía por uno a cero a Dinamarca. Los ‘Canguros’ lograron la ventaja dos minutos después del gol de Khazri. Un pestañeo le duró a los africanos su pase a octavos de final. Pero no decayeron. Se envalentonaron más bien.
Griezmann, el ‘Principito’ sin melena’ y Dembelé ingresaron en la recta final para abrir el cerrojo tunecino con su habilidad. Y lo consiguieron en parte. En el último minuto de descuento, Griezmann cazó un rebote y con la derecha obtuvo el empate agónico. No faltaba nada. Francia seguía invicta y Deschamps lanzaba un soplido de tranquilidad. Pero cuando el 1-1 parecía sellado y hasta los relatores habían dado por concluido el partido, el árbitro revisó el VAR, la gran incertidumbre del siglo XXI. Un par de minutos después lo anuló por posición adelantada.
A Túnez le alcanzó para derrotar a Francia en un duelo histórico, mas no para clasificar a octavos. ¿Se van de Qatar frustrados? La sonrisa de Khazri al final del partido es una respuesta en sí misma. Francia, por su parte, rompe oficialmente la maldición de los campeones mundiales que no accedían a la segunda ronda desde Brasil en Alemania 2006. Traspié para Les Blues. Efecto del tercer partido. ¿Influirá en lo que venga? Oiga, Deschamps, escuche bien: ya no estamos para juegos.
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