Su condición de personaje popular lo hace una figura muy querida. Se habla de él como un capitán casi ideal. Pero esa etiqueta funciona porque en la cancha – a diferencia de otros capitanes que fracasaron vestidos de corto- Paolo Guerrero es un goleador temible. Sus aportes en las Eliminatorias fueron puntuales y determinantes. Si quiere un botón de ejemplo, el gol del 1-1 ante Colombia. Más que al líder, extrañaremos al goleador, al jugador franquicia que nos sacaba del lío.
Sin él y con la lista que el técnico Gareca perfila, Perú tiene tres opciones puntuales.
1) Reemplazarlo por Ruidíaz y mantener el esquema. Es decir, que Perú sostenga su 4-2-3-1 y el ‘9’ de punta sea el jugador del Morelia. El cambio no sería menor: Ruidíaz es goleador, pero por vías alternativas a Paolo. Es más bajo y más dependiente del juego a ras. No veríamos los pelotazos de Trauco buscando al ‘9’ grandote, si a un Perú más tocador.
2) Reemplazarlo por Farfán y mantener el esquema. En otras palabras, que Perú repita el modelo que usó contra Nueva Zelanda de visita. La desventaja es que Farfán suele más importante ‘apareciendo’ en el área que ‘estacionado’ en ella. Esta versión lo hace jugar muy de espaldas y lo perjudica más que ayudarlo.
3) Ir a un 4-4-2 con Ruidíaz y Farfán de delanteros sueltos. Es decir, ir al sistema con el que se ganó la clasificación en Lima ante Nueva Zelanda. Usar dos llegadores tipo Cueva y Carrillo como ofensivos en el medio y dos puntas que los complementen arriba. La gran contra del modelo es que no tendríamos delanteros naturales en banca si hubiera que activar un cambio, salvo que Polo –ex ‘9’ de la ‘U’ regrese a esa posición.
La baja de Paolo se siente a todo nivel, pero –hablamos de fútbol, ¿no?- es en la cancha donde duele más.