Paz para Cristiano: el último suspiro mundialista del Bicho | CRÓNICA

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Cristiano Ronaldo jamás olvidará este 2022, el año en que anotó menos veces en toda su carrera. La temporada en la que más tiempo se la pasó en la banca de suplentes. El periodo donde menos protagonista ha sido. Y eso es mucho para el segundo terrícola después de Messi que más portadas y búsquedas ha provocado en los últimos quince años.

Cada vez que alguien dice que Ronaldo es el mejor delantero de la historia, siempre hay un sudamericano que pregunta: ¿cuál Ronaldo? ¿El ‘Fenómeno’ o el ‘Bicho’? Muy pocos ponen en tela de juicio esa duda que esconde un trasfondo: desmerecer al portugués y sus más de ochocientos goles. ¿Las razones? Casi nunca son solo futbolísticas. No se trata de que la fantasía de Ronaldo, el brasileño, es incomparable. Y que más bien el Ronaldo portugués fue perdiendo magia a medida que se hizo goleador. Bueno fuera. En la balanza siempre entran a tallar sus actitudes. El personaje que no puede dejar de ser, pero también el que la prensa le ha construido, en contraposición a Messi.

A los 50 minutos, en el amanecer del segundo tiempo, Fernando Suárez, el segundo entrenador con el que se lió por no aceptar que los años le pasaron por encima, lo envió a la cancha con urgencia. Georgina Rodríguez, desde la tribuna, sonrió: su reclamo sutil había surtido efecto. Su amado Cristiano hacía su ingreso, y con él todos los fotógrafos que nunca habían retratado tanto a un suplente.

Pero enfrente estaba un equipo memorable: Marruecos y sus horda de guerreros. Desde Bono, ese muro con carita de protagonista de telenovela, hasta Ziyech y sus mañas para llevar atada la pelota, pasando por Amrabat, un volante de la estirpe de los Gattusso y los Kanté, y Hakimi, esa saeta del carril derecho. Pero fue En-Nesyri y un salto digno de una volcada de la NBA lo que le ha permitido a Marruecos colocar sus manos en el paseo de la fama de este deporte. Un salto que nos recordó al Cristiano de hace tan solo unos años. Así golpea el tiempo.

Portugal fue amo y señor del segundo tiempo. Acampó en el área marroquí, pero ninguno de sus volantes fue capaz de hallar la linterna y encenderla. Ni Bruno Fernandes, ni Joao Félix ni Vitinha. Más que asistir, probaron de lejos. Pero Bono y sus manos estuvieron allí para interponerse en sus deseos. Pepe, ese otro que se va, tuvo un cabezazo sobre el final, pero se fue desviado; y Cristiano Ronaldo, una pelota en callejón, a la que no le pudo dar la suficiente fuerza, acaso la señal inequívoca que no es el de antes.

Se marcha Cristiano, agarrándose la cara, sin intercambiar camisetas con nadie, sin recibir el abrazo de los rivales ni tampoco de sus compañeros que apenas pueden con sus tragedias. Se marcha al vestuario para llorar tranquilo. Démosle esa tregua. Un poco de paz en el peor año de su vida.