Por: Irma Montes Patiño (*)
La profunda crisis política, económica y humanitaria que atraviesa Haití representa un desafío geopolítico significativo tanto para su vecino, República Dominicana, como para la región del Caribe. Ante el vacío de poder y la ingobernabilidad con bandas armadas controlando territorios y el gobierno siendo incapaz de garantizar la seguridad y los servicios básicos, existe un riesgo latente de desbordamiento del conflicto hacia territorio dominicano.
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Un flujo migratorio masivo desde Haití podría exacerbar las tensiones sociales y étnicas ya existentes en República Dominicana. Además, el creciente control territorial de pandillas facilitaría el tráfico de armas, drogas y otros delitos transnacionales, aumentando niveles de inseguridad en la frontera. La paralización productiva y la fuga de inversiones en Haití también podrían tener un impacto negativo en las exportaciones, el turismo y la economía dominicana.
Ante este escenario, es fundamental implementar soluciones viables a corto y mediano plazo. En el corto plazo, una intervención de una fuerza de paz multinacional avalada por la ONU o CARICOM (Comunidad del Caribe) podría restablecer el orden público y crear un entorno seguro para la distribución de ayuda humanitaria urgente. Además sancionando severa y selectivamente a actores desestabilizadores ayudaría a controlar la violencia sobre todo en la capital, Puerto Príncipe.
En el mediano plazo, un diálogo político inclusivo, que involucre a actores relevantes en Haití es clave para alcanzar acuerdos que permitan celebrar elecciones libres y transparentes con apoyo internacional para poder asumir gradualmente el control interno. Programas de desarme, desmovilización y reintegración de pandillas, combinados con oportunidades económicas, también son necesarios.
Paralelamente, se requieren recursos para la reconstrucción de infraestructura, viviendas, servicios públicos y la reactivación económica que genere empleos. El fortalecimiento institucional, con énfasis en el sistema judicial, la administración pública y la lucha contra la corrupción, es esencial para sentar las bases de un Estado sólido y funcional en Haití. Todo esto es sencillo de señalar, pero en la práctica la corrupción, la falta de oportunidades y los altos niveles de pobreza (casi el 40% del país es analfabeto) parecen ser males endémicos en Haití, que fue la primera nación de América Latina en independizarse (1804), y la segunda república más antigua del hemisferio occidental después de Estados Unidos. Algo que uno creería sería una ventaja, termina siendo una especie de maldición.
Por otro lado, Dominicana ha reforzado sus medidas de seguridad fronteriza al tiempo que busca soluciones diplomáticas y negociadas con actores internacionales para evitar una mayor escalada del conflicto. De hecho, ya está en construcción un muro de unos 400 km de extensión a lo largo de la frontera. Sobre ello, el recientemente reelecto presidente Luis Abinader dijo tajantemente en entrevista en marzo con la BBC: “No pararemos las deportaciones a Haití ni autorizaremos campos de refugiados”.
Paradójicamente, en necesario señalar que en buena parte del norte de la frontera, circulan de un lado a otro ciudadanos haitianos que son clave para la economía dominicana, la segunda de crecimiento más rápido en América Latina y el Caribe en la última década. Se estima que un 80% de la mano de obra en el sector agropecuario y de la construcción en Dominicana es haitiana. No obstante lo planteado, existe una justificada razón del encono de República Dominicana hacia Haití que es poco conocida y que quizás dé nuevas luces al conflicto visto desde afuera. En 1822 Haití conquistó toda la isla La Española y la gobernó durante 22 años. Fue el 27 de febrero de 1844, el héroe nacional dominicano, Juan Pablo Duarte y sus hombres logran la independencia de República Dominicana de Haití como Estado soberano y no de España como lo hizo gran parte de Latinoamérica.
Para finalizar, y desde un punto geopolítico, la crisis haitiana constituye un reto y una oportunidad para aquellas potencias que hoy cortejan países geoestratégicamente ubicados, para establecer lazos, y hacen inversiones clave que los impulse en sus metas expansionistas por el planeta.
(*) Analista internacional