Como jefe de una oficina de la ONU en Kabul, el peruano César Guedes está al frente de una labor titánica para que todos los funcionarios a su cargo puedan salir de Afganistán. “La situación es tensa, pero al parecer los talibanes han asegurado respeto a la comunidad internacional y la ONU”, dice al otro lado del teléfono. El compatriota y otros funcionarios tenían planeado abandonar este lunes 16 la capital afgana, pero el caos desatado en el aeropuerto frenó la evacuación.
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“Esperamos salir en cualquier momento en esta semana. Lo inusual es que ahora tenemos que tener el visto bueno de los talibanes, algo imposible de pensar hasta hace muy poco”, cuenta a El Comercio Guedes, que lleva 27 de sus 60 años trabajando para la ONU.
Guedes es el único funcionario de la ONU de nacionalidad peruana en Afganistán y también el único jefe de agencia latinoamericano en el país asiático. En total, el organismo multilateral tiene unos seis mil empleados en esa nación, 5500 de ellos de origen local y 600 de origen internacional.
El peruano inició su misión en Afganistán hace dos meses como representante de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito en Kabul. El veloz avance talibán y la reciente caída del gobierno de Ashraf Ghani han puesto un freno a su labor.
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— Cesar Guedes (@CesarGuedesF) July 15, 2021
“Afganistán es el principal productor de heroína en el mundo, y por eso tenemos una oficina grande acá. Ese es el motivo del gran nivel de inestabilidad que sufre el país, la droga es una fuente de ingreso para los talibanes que acaban de regresar al poder”, comenta.
—¿Cuál es su estatus actual? ¿Cómo se encuentra?
Íbamos a ser evacuados este lunes, pero no pudimos salir por la situación en el aeropuerto. Se está trabajando una evacuación total del personal internacional de la ONU en Afganistán. Vamos a salir en dos o tres aviones. Hoy lunes iba a salir el primero con 220 pasajeros, entre los que estamos incluidos mis colegas de oficina y yo. Es un poco frustrante porque nos quedamos con los crespos hechos, listos para salir, pero no nos dieron la seguridad. Finalmente, eso fue mejor porque lo que ha pasado en el aeropuerto es terrible.
—¿Cómo definiría lo que pasa en el país?
Ayer nos despertamos en un nuevo Afganistán. Estamos ahora bajo el control de los talibanes, que ahora son el Gobierno. Ellos son los que nos autorizan a evacuar, los que nos tienen que dar cierto nivel de protección.
—¿Cómo es el trato con los talibanes?
Recién estamos empezando a conocernos, este es el segundo día en que ellos son gobierno. Debido a las negociaciones de paz que ha habido desde hace año y medio en Qatar, la ONU estableció un nivel de contacto con ellos. Hay un portavoz suyo en Doha, que es una persona más o menos respetable. Lo que pasa con los talibanes es que ellos tienen varias facciones, entonces a veces estos representantes de alto nivel no son escuchados por todas sus facciones. Ese es el problema, pero en general la ONU no es un objetivo de los talibanes y normalmente nos han respetado y no nos han atacado.
—¿Cuál es el ánimo del personal diplomático en este momento?
Hay mucho temor sobre todo entre el personal local, especialmente el femenino. El personal diplomático internacional está muy preocupado, pero nosotros tenemos la opción de salir, en cambio el personal local se queda porque está en su país. La gente con cierto nivel de cultura, educación y vanguardia no encaja dentro del esquema de los talibanes, que quieren imponer un estado islámico, donde la sharia (ley islámica) predomine.
Muchas embajadas ya han cerrado. El contingente internacional más grande que queda es el de la ONU, nosotros somos los últimos en irnos porque nuestro trabajo es precisamente en estos momentos de crisis. Esta partida es de manera temporal, no podemos trabajar si el propio estado no nos brinda las condiciones mínimas para hacerlo. Pero todos los de la ONU, que estamos saliendo hacia Kazajistán, tenemos la expectativa de regresar.
—¿Cómo han sido este par de días para usted en particular como jefe?
Llevo casi dos días sin dormir viviendo de pura adrenalina. Lo difícil es que este cambio de gobierno se ha dado de una manera muy vertiginosa, nadie pensaba que esto podía llegar a estos niveles de manera tan rápida. Yo tengo dos meses en el puesto, esta es una oficina grande, tengo una excelente planta de staff nacional e internacional y de repente todo se nos empezó a venir abajo. Todos estamos un poco nerviosos. Estos últimos días han sido de locura. Yo estuve de vacaciones en Canadá, donde vive mi familia, y volví hace tres días a Afganistán, justo antes de que todo se viniera abajo.
—¿Cómo ha reaccionado su familia al conocer la situación en Afganistán?
Todos están preocupados. Mis amigos del colegio, de la universidad, mi familia en Canadá, Alemania y Perú, todos están pendientes y me envían mensajes por Facebook y WhatsApp. Pero yo estoy bien y salvo.
—¿Dónde se encuentra ahora?
Estamos dentro de un complejo donde la ONU tiene sus operaciones en Kabul, es como una isla. Yo estoy en el complejo más grande, el que acoge al mayor número de agencias de la ONU. En momentos normales somos cerca de 6 mil personas, es una miniciudad totalmente cerrada. Es un sitio muy seguro, tenemos tres niveles de seguridad.
—¿Qué se sabe de la situación en el aeropuerto? Ha sido impactante ver a tantas personas tratando de subir como podían a un avión…
Cuando se fue el presidente Ghani y cayó el gobierno, todas las autoridades quedaron en el limbo. Hay mucho nivel de pánico. La gente local tiene miedo al régimen talibán y quiere irse del país. Muchos han tratado de ir a comprar boletos o simplemente han intentado subirse en masa a un avión con tal de que alguien los lleve fuera del país.
Eso realmente se rebalsó, en un momento el aeropuerto realmente fue invadido por una horda de personas que entraron al área de parqueo de aviones y en ese momento llegaba una nave de la fuerza aérea estadounidense, que también estaba evacuando a mucha gente. Esas son las imágenes que han dado la vuelta al mundo. Estados Unidos ha traído 4.000 marines adicionales especialmente para la protección del aeropuerto, que sigue bajo la vigilancia de EE.UU. con apoyo de Turquía.
—Como mencionó antes, hoy es otro Afganistán. ¿Qué es lo que más se teme ahora?
Se teme cómo los talibanes van a reaccionar como gobierno. Ellos han estado 20 años fuera del poder. Hace dos décadas fueron expectorados del escenario político, entraron los estadounidenses y sus aliados, se estabilizó el país y hubo cuatro procesos electorales, el último presidente democráticamente elegido es el que huyó ayer. Pero cuando los talibanes estuvieron en el poder, entre 1996 y el 200q, mantuvieron un régimen brutal, con una ley islámica muy estricta.
Las que más sufrieron fueron las mujeres, no podían ir al colegio, no podían trabajar, no podían educarse. Ahora, después de 20 años los talibanes dicen que han cambiado, que ya no van a cometer los mismos errores, pero en los lugares que ellos han tomado -y ya han tomado prácticamente todo el país en los últimos cuatro meses- se indica que ellos están volviendo a este tipo de abusos, sobre todo contra las mujeres y la gente joven, que ha crecido en un Afganistán más moderno. Hay mucho nivel de pánico.
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