Tras dos décadas de guerra contra los talibanes, las potencias occidentales enfrentan la encrucijada de establecer o no relaciones con el grupo islamista que gobierna ahora Afganistán.
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Los insurgentes parecen recibir una acogida internacional más calurosa que durante su primer régimen brutal (1996-2001). Rusia, China y Turquía saludaron sus primeras declaraciones públicas.
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Si los estadounidenses negocian con los talibanes un “calendario” de evacuaciones, la Casa Blanca insiste en que esperará para poder jugar sus actos, en particular en materia de derechos humanos, antes de decidir la naturaleza de sus futuras relaciones diplomáticas.
“Le tocará a los talibanes mostrar al resto del mundo quiénes son”, subrayó el martes Jake Sullivan, consejero del presidente Joe Biden para la seguridad nacional.
“El balance no es bueno, pero es prematuro” decir que advendrá.
Estados Unidos, sin embargo, se dijo listo para mantener su presencia diplomática en el aeropuerto de Kabul tras la fecha límite para el retiro de sus tropas fijada el 31 de agosto, a condición de que la situación sea “segura”, precisó el vocero del departamento de Estado, Ned Price.
El jefe de la diplomacia europea, Josep Borell, admitió sin ambages el martes: “Los talibanes ganaron la guerra. Debemos hablar con ellos”.
Canadá anunció que no tiene intención de reconocer un gobierno talibán, en tanto que el ministro de asuntos exteriores de Gran Bretaña, Dominic Raab, dijo que “normalmente” Londres no trabajará con los insurgentes.
- ¿Coordinar la decisión? -
Pero con negociaciones aun en curso en Qatar para llegar a un gobierno que sea lo más representativo posible de la sociedad afgana, “queremos evaluar si hay una posibilidad de moderar el tipo de régimen” que gobernará Afganistán, añadió.
“Ahora detentan el poder y debemos tener en cuenta esta realidad”, precisó Raab a Sky News, sin dejar de reconocer que las posibilidades de ver instalarse un gobierno inclusivo son magras.
Las potencias occidentales tienen mucha menos capacidad de influencia ahora que los talibanes están en el poder, que cuando estaban en el campo de batalla.
Estados Unidos ejerce sin embargo una influencia sin igual en los acreedores internacionales y puede imponer sanciones drásticas o condicionar las ayudas necesarias para reconstruir u país devastado por 20 años de guerra.
Lisa Curtis, exconsejera de la Casa Blanca para Asia central y del sur en la presidencia de Donald Trump, estima que Washington debería usar un posible reconocimiento diplomático de los talibanes para presionarlos y exigirles una mejor conducta.
“Ya que debemos hacer llegar nuestra ayuda humanitaria allá, vamos a tener que relacionarnos con ellos en cierto nivel”, añadió. “Pero el reconocimiento diplomático no debería ser entregado sin nada a cambio”, afirmó
- Difícil perdonar -
Solo tres países, Pakistán, Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudita, reconocieron el precedente régimen talibán, que impuso una versión ultrarrigurosa de la ley islámica.
Esta vez, el primer ministro británico, Boris Johnson, buscó impedir que Pakistán, histórico apoyo de los talibanes, reconociera el nuevo gobierno, asegurando que ese reconocimiento debería ser acordado “sobre una base internacional, no unilateral”.
Pero en materia de lazos diplomáticos, Estados Unidos no perdona fácilmente.
Washington esperó dos décadas tras la caída de Saigón para establecer relaciones con el Vietnam comunista, y 54 años antes de reabrir una embajada en Cuba.
En cambio nunca restableció relaciones con Irán tras la revolución islámica de 1979.
Al realizar en 2020 un acuerdo de retiro con los talibanes, el entonces presidente Trump, pareció apuntar hacia la posibilidad de entenderse con los insurgentes por considerarlo útil para enfrentar al grupo Estado Islámico.
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