El 18 de agosto, un atentado del Estado Islámico en una boda en Kabul mató a 80 personas. Los extremistas han realizado continuos ataques para amedrentar a la población y boicotear las elecciones. (Foto: EFE)
El 18 de agosto, un atentado del Estado Islámico en una boda en Kabul mató a 80 personas. Los extremistas han realizado continuos ataques para amedrentar a la población y boicotear las elecciones. (Foto: EFE)
/ HEDAYATULLAH AMID
Gisella López Lenci

El pasado 17 de setiembre, un ataque suicida en un mitin en Charikar, al norte de , dejó 26 muertos. Varias mujeres y niños entre ellos. El objetivo fue un acto electoral del mandatario afgano , que se presenta a la reelección. El presidente-candidato salió ileso, y pese a la sangre y los restos de cuerpos que había a poca distancia, Ghani habló durante 40 minutos ante sus correligionarios. Ese mismo día, un segundo ataque de los talibanes contra un edificio del Ministerio de Defensa en Kabul dejó 22 muertos. Cuarenta y ocho muertos en un solo día.

En Afganistán, desde el momento en que te despiertas hasta que pones tu cabeza en la cama para acostarte, estás en peligro”, dice Saidzada, de 24 años, una joven que trabaja cambiando dinero afuera de un supermercado en Kabul, en un reportaje de la cadena catarí Al Jazeera.

Según el último índice de paz global que elabora el australiano Instituto para la Economía y la Paz, Afganistán es el país más peligroso del mundo. Y los datos lo demuestran.

El país del Asia central está enfrascado en una guerra desde hace 18 años. Intenta tener una democracia, pero el camino hacia ella sigue siendo sinuoso, peligroso y lleno de bombas en el camino. Mañana los afganos van a las urnas, en sus cuartas elecciones presidenciales, pero las esperanzas de que la situación de inseguridad y pobreza cambien son bajas.

Los talibanes siguen controlando extensas zonas del país (ver mapa), mientras que otros grupos extremistas, como el Estado Islámico, se disputan varias regiones, por lo que el fin de la guerra es un anhelo lejano. Sobre todo cuando Donald Trump decidió terminar a inicios de setiembre las negociaciones secretas que Estados Unidos entablaba con los fundamentalistas en Qatar para el futuro retiro de las tropas y llegar a un acuerdo de paz. Los atentados continuos de los talibanes fueron el argumento de Trump para congelar las conversaciones.

(Imagen: El Comercio)
(Imagen: El Comercio)


En estas semanas, los 15 candidatos han ofrecido seguridad y estabilidad económica, pero los discursos han ido de la mano de ataques suicidas y de bombardeos de las fuerzas estadounidenses y afganas. El mismo 28 de julio, día en que comenzó oficialmente la campaña, un ataque contra un integrante de la lista del presidente dejó 20 muertos. En agosto, según un conteo realizado por los periodistas de la BBC en Afganistán, fallecieron 2.307 personas, de los cuales 473 fueron civiles. Y entre enero y junio de este año, murieron 3.812 civiles, de acuerdo con el informe de la Misión de Asistencia de la ONU en Afganistán (Unama). En setiembre, la situación tampoco ha mejorado.

El menosprecio hacia la vida civil mostrado por las partes del conflicto, en especial con ataques indiscriminados, es atroz”, dijo hace unos días el director de la Unama, Tadamichi Yamamoto.

Los talibanes ya han advertido a los civiles que no acudan a votar este sábado para no avalar un proceso electoral que consideran falso y digitado por Estados Unidos. “Pedimos a los compatriotas que se abstengan de salir de sus hogares en este día para que, Allah no lo permita, nadie resulte perjudicado”, han señalado en un comunicado.

—Corrupción, pobreza y fraude—

Pero la guerra no es el único desafío del gobierno que resulte electo. El futuro jefe de Estado dirigirá un país con el 55% de la población bajo el umbral de la pobreza y que vive con menos de dos dólares diarios.

(Imagen: El Comercio)
(Imagen: El Comercio)

A esto se suma la falta de credibilidad en las autoridades. En el 2014, las acusaciones de fraude determinaron que el gobierno debía dividirse entre Ashraf Ghani y su jefe de Gabinete, Abdulá Abdulá, que además es el otro candidato de peso en los comicios actuales, y que mantiene un enfrentamiento directo con Ghani.

El analista afgano Ahmad Saeedi señaló a la AFP que las amenazas en materia de seguridad y la falta de confianza en la transparencia electoral podrían traducirse en una débil participación, que mermará la legitimidad de la elección y del gobierno que salga de ella.

Las últimas elecciones estuvieron llenas de irregularidades. Si estuviera seguro de que no habrá fraude, iría a votar”, confesó Samin, un habitante de Jalalabad.

Según datos de la ONG Transparencia Internacional, Afganistán ocupa el puesto 172 entre los 180 países más corruptos del mundo. Debido a la “corrupción y malversación financiera”, Estados Unidos decidió no entregar hace unas semanas 160 millones de dólares que iban a ser destinados a un proyecto de infraestructura energética.

El futuro de los afganos sigue siendo incierto. Entre atentados, pobreza, intereses internacionales y corrupción, la población espera que algún día puedan vivir con un mínimo de paz y prosperidad. Y las elecciones de mañana no lo aseguran.

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