Agresiones y robos a la prensa, resultado de la turba desatada en Nicaragua. (Foto: AFP)
Agresiones y robos a la prensa, resultado de la turba desatada en Nicaragua. (Foto: AFP)
Redacción EC

Cubrir las manifestaciones de simpatizantes al Gobierno de  implica para los periodistas locales e internacionales asumir insultos, golpes y amenazas, pero la turba desatada en Diriamba dio un paso más con graves agresiones, robos de cámaras y celulares, lo que imposibilita el trabajo de la prensa.

Todo comenzó cuando una delegación de la Iglesia Católica que llegó hasta la basílica menor de San Sebastián en Diriamba, donde se habían refugiado un grupo de opositores luego de que paramilitares y parapoliciales retomaran la ciudad a sangre y fuego este domingo.

El lunes amaneció con centenares de ellos en el parque central de Diriamba, donde se yergue el templo católico.

Animados y enardecidos por la presencia de lo paramilitares y parapolicías encapuchados, los civiles simpatizantes del presidente Daniel Ortega comenzaron a concentrarse, agradecer la labor de los encapuchados y gritar insultos a quienes seguían dentro de la basílica, mientras una treintena de policías retornaban a la ciudad, según pudo constatar Efe.

Al llegar la comitiva de la Iglesia, escoltada por activistas de derechos humanos, la turba se desató y se dirigió contra los sacerdotes que habían acudido a la zona, así como contra los periodistas que les acompañaban para documentar la salida de los opositores.

A ellos se sumaron los pocos equipos periodísticos que llegaron al principio de la jornada y habían podido observar la situación desde el inicio, entre ellos el de Efe.

Tras los primeros momentos de desconcierto, la comitiva consiguió ingresar a la iglesia por una puerta trasera, por la que irrumpieron también varios simpatizantes orteguistas que comenzaron a insultar a periodistas de medios que han cubierto las protestas con frecuencia desde que comenzaron el pasado 18 de abril.

Ese día y las jornadas posteriores vieron un estallido popular en Nicaragua en cuya represión, liderada precisamente por paramilitares y parapolicías, han sido asesinadas al menos 320 personas.

Pero todo empeoró cuando un grupo de parapolicías bloqueó la salida de los sacerdotes que ya habían conseguido sacar a los opositores.

Allí comenzaron a llover los golpes contra los sacerdotes y las amenazas, mientras los parapolicías exhibían varias pistolas y machetes.

La turba se contagió del ambiente y, convencidos de que la prensa es el enemigo, golpearon con dureza a periodistas, fotógrafos y camarógrafos que se intentaban abrir camino hacia la salida del templo.

Ya en la puerta, varios con el rostro ensangrentado y el cuerpo molido por los golpes, vieron cómo hombres encapuchados y simpatizantes orteguistas comenzaron a robar cámaras de fotografía y video, además de algunos teléfonos celulares. El objetivo parecía ser que nadie documentara lo que allí sucedía.

"Bájala y escóndela", escuchó Efe cuando un encapuchado decía a otro en referencia a una cámara fotográfica que habían robado segundos antes a un empleado de una agencia internacional de noticias.

AFP
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Impulsados por la impunidad, al menos cinco cámaras más fueron robadas o destrozadas a golpes, mientras los periodistas las abandonaban e intentaban salvarse de un linchamiento seguro.

Otros, los más afectados, intentaron refugiarse en el interior del templo para evitar más golpes y temerosos de las armas que varios parapolicías habían exhibido.

Fuera del templo, el pánico hizo presa de los periodistas que intentaban conseguir vehículos para abandonar Diriamba, mientras hacían balance de golpes y equipos perdidos.

De la Policía, nadie sabía nada.

Esta es una situación en la que el trabajo periodístico se convierte en una labor quimérica y el silencio informativo amenaza con cubrir como un manto toda Nicaragua, un país que vive su peor crisis sociopolítica desde la década de 1980.

Fuente: EFE

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