El amo de Damasco no puede ser el futuro de Siria
El amo de Damasco no puede ser el futuro de Siria

Artículo conjunto de Laurent Fabius, ministro de Asuntos Exteriores y Desarrollo Internacional francés y de Philip Hammond, ministro de Asuntos Exteriores británico

Desde el palacio donde se encuentra recluido,  ya no se limita a hacer la guerra a su propio pueblo: ha empezado a promover una política de auto-rehabilitación. En los medios occidentales, intenta aprovecharse del pavor suscitado por los extremistas para presentarse como una muralla contra el caos. Algunos parecen sensibles a este discurso: ante el terror, dicen, la injusticia y la dictadura serían preferibles al desorden.
 
En realidad, Bashar representa a la vez la injusticia, el desorden y el terror. Y nosotros, Francia y el Reino Unido, decimos “no” a los tres.
 
De ahí nuestro escepticismo cuando Bashar al-Asad pretende aceptar la propuesta presentada por el enviado de las Naciones Unidas, Staffan de Mistura: una suspensión durante seis semanas de los bombardeos sobre la población civil de Alepo. Celebramos la entrega y los esfuerzos del Sr. de Mistura. Compartimos el deseo de una reducción concreta y duradera de las violencias. Sin embargo, debido a sus acciones pasadas, no podemos dar crédito a la palabra de Bashar.
 
El dirigente sirio conduce una guerra civil con crueldad. La lista de sus crímenes ─crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad─ es larga. Éstos se cometieron supuestamente en nombre de la lucha contra el terrorismo, pero se llevaron a cabo realmente en el marco de una política sistemática. No olvidemos la utilización de las armas químicas, el recurso ciego a la violencia contra los civiles sirios, las terribles imágenes de torturas y asesinatos en las prisiones de Asad reveladas al mundo por el tránsfuga del régimen, conocido bajo el nombre de César.
 
En realidad, Bashar está más débil que hace un año y no ha dejado de seguir debilitándose. Su ejército está exsangüe, abandonado cada vez más por las deserciones de sus propios soldados y obligado a reclutar mercenarios incluso en Asia. Bashar se ha convertido en el vasallo de sus padrinos regionales que, como el Hezbollah, hacen la ley en el país.
 
SOLUCIÓN POLÍTICA NEGOCIADA
Bashar ya no controla realmente su país, ni en el norte en donde ha perdido terreno y en donde la oposición moderada lucha con valor; ni al este en donde no opone ninguna resistencia a Daech; ni al oeste en donde se ha instalado una filial de al-Qaeda. Por lo que se refiere a sus propias fronteras, éstas han sido infiltradas por todas las partes.
 
Proponer a Bashar al-Asad como solución ante el extremismo, es desconocer las causas de la radicalización. Luego de 220 000 muertos y millones de desplazados, es ilusorio imaginar que la mayoría de los sirios están de acuerdo en colocarse nuevamente bajo el dominio de quien los martiriza. Poner fin a sus esperanzas de un futuro mejor con una Siria sin Bashar, significaría radicalizar todavía más a numerosos sirios, empujar a los moderados hacia el extremismo y consolidar un bastión yihadista en Siria.
 
Por nuestra propia seguridad nacional, debemos acabar con Daech en Siria. Necesitamos un socio para actuar contra los extremistas, por lo tanto una solución política negociada entre las distintas partes sirias y que lleven a un Gobierno de unidad. Éste debería reunir ciertas estructuras del régimen existente, la Coalición Nacional y otros componentes que tienen de Siria una visión moderada, inclusiva, que respetan las diversas comunidades del país. Queda claro para nosotros que Bashar al-Asad no concuerda con dicho marco.
 
Esta transición permitiría volver a dar al pueblo sirio la esperanza en su futuro y a la vez permitirnos combatir las causas profundas de Daech. En eso estamos trabajando. La tarea no es fácil, y cada uno debe asumir la parte que le corresponde; pero Francia y el Reino Unido no escatimarán ningún esfuerzo para lograrlo.

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