Fatma Suleymanova, una refugiada de 80 años que huyó de Terter debido al conflicto militar en curso entre Armenia y Azerbaiyán sobre la región separatista de Nagorno-Karabaj, cuelga ropa en una cuerda en el jardín de una escuela secundaria en la ciudad de Barda. (AFP/Bulent Kilic).
Azerbaiyán
Agencia AFP

El sonido de los obuses se escucha a los lejos, desde las montañas de mientras que Gultekin Rajimova lava tres pequeñas camisas en un recipiente oxidado. Ella huye de los combates entre las fuerzas y armenias.

Sus tres hijos de corta edad no han pasado una sola buena noche de sueño desde que dejaron hace dos semanas sus casa bombardeada, situada del lado azerbaiyano de la frontera. Armenia y Azerbaiyán se enfrentan desde fines de septiembre por el control de este enclave.

“Se levantan y gritan. Tienen pesadillas porque los muertos vuelven en sus sueños”, dice la mujer de 42 años mientras uno de sus hijos lanza bolitas a un gallo cerca de la escuela del pueblo donde eligieron vivir con otras personas.

“Psicológicamente, no están en muy buen estado”, reconoce.

Las autoridades azerbaiyanas organizaron una red de albergues para los refugiados de las ciudades y los pueblos bombardeados por las fuerzas armenias en la frontera con Nagorno Karabaj. En el enclave separatista, los habitantes locales huyeron de los bombardeos azerbaiyanos refugiándose en Armenia.

El refugio donde está Gultekin Rajimova está situado en el pueblo de Otuzikiler, en Azerbaiyán. Ahora no hay ni un lugar libre, y alberga en total 299 personas.

La familia tuvo que recorrer 20 km a pie y en auto en medio del sonido de los violentos combates que continúan en esta región del Cáucaso, disputada desde hace décadas. Obuses cayeron en la carretera, causando víctimas.

Murió gente en las carreteras. Dos de nuestros vecinos murieron por un obús”, dice la jubilada Fatma Suleimanova, extendiendo la ropa en la alambrada de la escuela.

“Fuerte carga”

En la escuela de Otuzikiler, desde los corredores hasta los baños, todo se ha transformado en habitaciones con camas simples, cada una con un cobertor usado y sin almohada. Una pieza del tamaño de una pequeña cocina tiene cuatro camas para una familia de seis personas.

“Abandonamos todas nuestras pertenencias, todo lo que necesitábamos. por supuesto, es muy difícil. Es una carga fuerte”, explica Gultekin Rajimova.

Los bombardeos se detuvieron cuando los beligerantes acordaron un cese del fuego humanitario durante negociaciones en Moscú el sábado. Esta tregua fue de corta duración, pero al menos facilitó a algunos refugiados llevarse rápidamente algunas pertenencias.

La tregua terminó cuando un misil mató el domingo diez civiles en Ganja, la segunda ciudad de Azerbaiyán.

Más de 500 personas han muerto en ambos bandos desde el inicio de las hostilidades, de ellos 60 civiles, según balances muy parciales.

Entre los refugiados de Otuzikiler, hay agotamiento y a veces desconfianza.

“Claro que deseamos regresar a nuestras casas”, dice Siafir Baguirova, sentada bajo un retrato del presidente azerbaiyano Ilham Aliev. “Estamos hospedados en la escuela. ¿Como tener deseos de quedarse aquí?”, cuestionó.

La mayoría se contentan con trigo sarraceno y arroz. Algunos compran legumbres a vendedores que están a orillas de la carretera. Pero ninguno dijo lamentar los enfrentamientos, y creen que las fuerzas azerbaiyanas están dominando a los armenios.

Sajir Huseinov, quien evacuó a sus hijos de su pueblo en la frontera pues “tenían miedo del ruido de los bombardeos”, les dijo que los sufrimientos eran temporales y valía la posibilidad de reconquistar Nagorno Karabaj, que la comunidad internacional considera como territorio de Azerbaiyán.

“Mi hermano está allá combatiendo”, dijo el joven padre de familia, que arrulla a uno de sus hijos sobre sus rodillas. “Dije a mis hijos que es la guerra, los armenios nos bombardean. Por eso nuestros hermanos combaten y nuestros corazones están con ellos”.

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