Una guerra que nunca ha terminado vive su capítulo más sangriento desde la última gran tregua.
A más de 30 años del inicio del conflicto del Alto Karabaj (o Nagorno Karabaj), Armenia y Azerbaiyán cruzan otra vez disparos y misiles y dejan muertos y heridos en una de las zonas de mayor tensión del planeta.
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Los dos países, que están técnicamente en guerra desde 1988 y que acordaron un inestable alto al fuego en 1994, volvieron a las armas hace una semana por motivos todavía confusos.
Cientos de personas han muerto desde entonces en ambos bandos, según cifras oficiales, como resultado de ataques de artillería, misiles y drones.
Tras fallidos intentos de negociaciones a lo largo de la semana y, luego de intensas presiones de Francia y Rusia, el gobierno armenio anunció este viernes que “estaba dispuesto a comprometerse” a un alto al fuego.
Sin embargo, según cuenta el enviado de la BBC a Nagorno Karabaj, Jonah Fisher, misiles y drones han continuado volando sobre la región que dividió para siempre el destino de las dos naciones desde antes de la caída de la Unión Soviética.
“A intervalos regulares escuchamos el sonido de misiles aterrizando. A la hora del almuerzo, las explosiones fueron más fuertes”, cuenta Fisher.
Pero más allá de la buena noticia del anuncio de la tregua, los expertos consultados por BBC Mundo cuestionan no solo su duración, sino su envergadura.
“Por 26 años estos países no han demostrado realmente un compromiso para la paz, ambas partes creen que pueden ganar a través del poder militar”, cuenta a BBC Mundo el politólogo Ariel Cohen, experto en seguridad internacional y política energética del Atlantic Council, un think tank con sede en Washington.
Y es que la Guerra del Alto Karabaj no fue solo el más grave de todos los conflictos que se dieron tras la desintegración de la URSS, sino que ha sido a lo largo de los años una “bomba de tiempo” para una escalada aún mayor no solo en el Cáucaso, sino incluso hasta Medio Oriente.
“Es un conflicto que tiene todo el potencial para escalar. Primero, puede crecer hasta convertirse en enfrentamiento entre un poder nuclear como Rusia y un poder regional como Turquía”, señala Cohen.
“Pero también, puede crear una tragedia humanitaria de grandes proporciones e incluso, desestabilizar el mercado global de petróleo (por los oleoductos que cruzan desde Azerbaiyán hasta Europa”, agrega.
Pero ¿cómo empezó esta guerra que todavía no ha terminado? ¿Qué la provocó hace más de 30 años?
Siglos de diferencia
De acuerdo con Cohen, para entender las diferencias étnicas, políticas y religiosas que llevaron a la Guerra del Alto Karabaj hay que remontarse varios siglos atrás, cuando comenzaron a florecer las diferencias que explotarían a finales de la década de 1980.
“Este es un conflicto muy antiguo, de cientos de años. Los armenios son los residentes más antiguos de esa área y para el siglo XII pierden su independencia porque imperios más grandes emergen en el área, que fue gobernada primero por los persas y después por los otomanos y el imperio ruso”, recuerda.
De acuerdo con el académico, a lo largo de los años se asentaron las diferencias étnicas, religiosas y lingüísticas entre dos grupos que darían paso posteriormente a dos naciones independientes, Armenia y Azerbaiyán.
“Lo que pasó hace cien años es que cuando cae el imperio ruso, ocurre una gran limpieza étnica de armenios en Turquía y en esta área de Nagorno Karabaj, Armenia se enfrenta con Azerbaiyán por alrededor de dos años. Es entonces es cuando llega la Rusia soviética y ocupa ambas naciones y Georgia”, dice.
El experto recuerda que etonces, Stalin, que estaba a cargo de las políticas étnicas en el gobierno soviético comisario de nacionalidades, declara esta área de Nagorno Karabaj como una región autónoma dentro de Azerbaiyán.
“Era como un juego de muñecas rusas: la mayor sería la Unión Soviética, dentro una muñeca más pequeña que es Azerbaiyán y dentro otra más pequeña que es un territorio con mayoría armenia”, explica.
El doctor Vasili Rukhadze, profesor invitado de ciencias políticas en la Universidad de Pittsburgh (EE.UU), cuenta a BBC Mundo que fue entonces, cuando Moscú transfirió el control de la región de mayoría armenia al Azerbaiyán recientemente soviético, cuando se creó un caldo de cultivo para el conflicto.
“La parte armenia nunca reconoció este arreglo territorial ya que históricamente tenía una fuerte presencia étnica, cultural y religiosa en esta región”, señala.
De acuerdo con el académico, los armenios consideraban el enclave como uno de sus principados orientales, mientras los azeríes sentían fuertes derechos históricos sobre esta región.
“En resumen, las raíces del conflicto son extremadamente complejas y notablemente simples al mismo tiempo: ambas partes ven Karabaj como la parte indivisible de su patrimonio histórico y ninguna de ellas planea comprometerlo”, considera.
La escalada
Pero si las tensiones se mantuvieron prácticamente estáticas por la férrea política soviética sobre el área, el debilitamiento de la URSS y su eventual caída fueron una mecha inevitable en un polvorín que se había contenido por décadas.
“Mientras el régimen soviético fue fuerte, se las arregló para controlar el conflicto. Una vez que la Unión Soviética se derrumbó a fines de la década de 1980, perdió el control sobre la región”, señala Rukhadze.
“Y en adición a esto, las autoridades centrales soviéticas, debido a una grave mala gestión y pasos en falso a fines de la década de 1980, exacerbaron aún más el conflicto”, considera.
Era solo cuestión de tiempo: el 26 de febrero de 1988 retumbaron por primera vez los ecos de la artillería.
No dejarían de sonar hasta seis años después.
La guerra, coincide Cohen, fue consecuencia directa de “la ruptura de un imperio”.
“Mientras el control de Moscú se volvía más débil y (Mijaíl) Gorbachov no estaba seguro de querer utilizar mucha fuerza como habían hecho Stalin o Brezhnev, las animosidades locales y étnicas entre Azerbaiyán y Armenia afloraron”, cuenta.
Pero de acuerdo con el autor de Russian Imperialism: Development and Crisis, lo que decidió el curso catastrófico de la guerra fue el propio fin de la URSS.
“Fue entonces cuando ambas partes comienzan limpiezas étnicas y matanza de civiles”, dice.
Según estimados, más 30.000 personas murieron y más de un millón fueron desplazados por el conflicto, que se agravó todavía más con la caída de la URSS en 1991.
Sucesivas masacres, como la de Xocalı, en la que se estima que murieron más de 600 personas, o los sucesos del Enero Negro, en el que perdieron la vida más de un centenar de personas y dio paso a una limpieza étnica, sucedieron mientras las bombas caían de un lado a otro.
Rukhadze recuerda que con la disolución de la Unión Soviética, los restos de las bases militares soviéticas en el sur del Cáucaso armaron completamente a las nacientes fuerzas armadas armenias y azerbaiyanas.
“Sin esto, la matanza que se desarrolló en Karabaj en la primera mitad de la década de 1990 sería difícil de imaginar”, dice.
El alto al fuego
Cohen recuerda que la inestabilidad regional que generó la guerra y los intereses en juego llevaron a que varios países intentaran mediar o intervenir en el conflicto.
“Armenia, que fue parte del imperio ruso, ha estado históricamente aliada con Rusia, mientras Turquía está aliada con los azeríes, que fueron parte del imperio otomano. Para Estados Unidos resulta relevante porque están interesados en otros jugadores en la región: Rusia, Irán, el petróleo en el Mar Caspio… Y Francia por el gran número de armenios que emigraron allí tras el genocidio otomano”, dice.
Tras una mediación en mayo de 1994, ambos países acordaron un cese al fuego, no sin que antes Azerbaiyán tuviera que realizar duras concesiones.
“Con gran ayuda rusa, Armenia derrotó a Azerbaiyán. Consiguió ocupar no solo Nagorno-Karabaj, sino también otras partes de Azerbaiyán que rodean la región. Actualmente, Armenia ocupa alrededor del 14% del territorio soberano de Azerbaiyán. Formalmente, sin embargo, Armenia niega la ocupación, mientras que Nagorno-Karabaj se presenta como la autoproclamada República de Artsaj”, explica Rukhadze.
Los expertos consultados por BBC Mundo recuerdan que la guerra dejó -y todavía tiene- un impacto profundamente negativo en ambos países.
“Ha habido tensiones constantes, también varios altercados militares que han llevado a enfrentamientos y tensiones a lo largo de casi tres décadas”, señala Cohen.
Rukhadze agrega que el estado de guerra de facto también ha ejercido una inmensa presión sobre los sistemas políticos y económicos de ambas naciones y cerró aún más las perspectivas ya remotas de integración económica y política entre los estados independientes del Cáucaso.
“La guerra afianzó la amargura y la división en la región, que será muy difícil de curar durante generaciones. Y no menos importante fue su saldo de víctimas humanas, las tragedias personales de cientos de miles de refugiados y la devastación económica total que infligieron un inmenso trauma psicológico y físico en estas sociedades”, dice.
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