“Nemonte Nenquimo es una de mis heroínas”, dice sobre la líder waorani la física teórica de partículas Vandana Singh.
“En mis clases sobre cambio climático enseño lo que ha hecho. Creo que es una historia climática fantástica”, indica la profesora y expresidenta del Departamento de Física y Ciencias de la Tierra de la Universidad Estatal Framingham en Estados Unidos.
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Nenquimo lideró una campaña indígena que llevó a un dictamen de la Corte Constitucional de Ecuador para proteger 500.000 hectáreas de selva amazónica contra la extracción petrolera.
“Creo que nunca ha sido más relevante dar noticias positivas y generar un sentimiento de esperanza”, le señala a BBC Mundo Vanessa Pérez-Cirera, subdirectora de la Práctica Global de Clima y Energía del Fondo Mundial para la Naturaleza.
“La esperanza de que, sin dejar el sentido de urgencia, es posible que se aceleren las soluciones que nos permitan mantener el 1,5 grados vivo. Justo estamos en el momento en que lo podemos hacer”.
La economista ambiental especializada en política climática y transición energética se refiere al llamado hecho por el Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático de la ONU (IPCC, por sus siglas en inglés) de limitar el aumento de la temperatura global a un máximo de 1,5 grados centígrados.
“Los investigadores del clima no han perdido la esperanza”, señaló The Conversation en el artículo “Climate change: six positive news stories from 2019″, en el que le pidieron a expertos destacar seis historias positivas sobre el cambio climático de ese año.
El 1 de noviembre comenzará en Glasgow la Conferencia sobre Cambio Climático de las Naciones (COP26) y en BBC Mundo exploramos algunos aspectos positivos de la lucha contra un problema que ya está provocando efectos devastadores en las vidas de millones de personas.
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1. El trabajo de comunidades locales para proteger la naturaleza ha dado resultados extraordinarios
Singh es miembro del Climate Imagination Fellowship, un proyecto de la Universidad Estatal de Arizona que busca historias positivas sobre el futuro para impulsar acciones en el presente.
Lo primero que me advierte es cómo usar el término “positivo” en el contexto del cambio climático.
“La forma en la que yo quiero usar esa palabra es desde la perspectiva de la gente que ya está luchando, que ya ha sido golpeada por el apocalipsis, ya sea que hablemos de los indígenas, de los pobres del sur global, de la gente de color o de muchas mujeres que han sido afectadas desproporcionadamente por el cambio climático”, explica.
“Ellos están en la peor situación en comparación con la mayoría de nosotros. Y aun así, pienso que la esperanza viene no sólo porque ya hay tecnologías alternativas, sino por esas mismas comunidades”.
El cambio climático, indica la también autora, no es el único problema socioambiental que tenemos: la pérdida de biodiversidad es solo otro más y, a eso, se suma la tremenda desigualdad social.
“Cuando vemos el problema climático desde esta perspectiva más amplia y observamos las otras crisis y cómo se interrelacionan, nos damos cuenta de que tienen las mismas raíces”, dice.
Y apunta a la “economía social globalizada, un sistema que básicamente destroza el resto de la naturaleza, pues la considera, así como a un gran número de personas, desechable y menos importante”.
“Pero si luchamos contra esas crisis, estaremos resolviendo muchos otros problemas que aquejan a la humanidad. Y para mí eso es lo positivo: este es un proyecto de verdadera felicidad para todos”.
“La mayor fuente de positividad es la energía de la gente”.
Los guardianes de los bosques
Singh habla con entusiasmo de esa “energía” que ha encontrado en diferentes continentes.
Cuenta el caso de Parvati, quien vive en uno de los estados más pobres y más vulnerables al clima de India.
“Hace 20 años, ella y un grupo de mujeres del pueblo vieron que la capa freática —la acumulación de agua subterránea a relativamente poca profundidad— de su zona se había reducido por la deforestación, la cual era impulsada por el modelo de desarrollo adoptado en India”, explica.
“Decidieron que protegerían su bosque y empezaron a vigilarlo. Se despertaban muy temprano y lo patrullaban (…). Sin educación formal, sabían por experiencia que un bosque sano es uno biodiverso”.
Dos décadas después, un amigo de Singh las visitó y encontró árboles con troncos gruesos, animales que regresaron y la capa freática crecida.
La historia de Parvati, así como otras —no es una excepción, subraya— la ayudan a mirar el futuro con optimismo.
“Parvati se ha ocupado de muchos problemas, no sólo del cambio climático, y es de las personas que no importan en la estructura de poder. Y ¡mira lo que está haciendo!”.
Así que, “si ella puede ser positiva en esas circunstancias, yo tengo que encontrar la manera. No se trata de negar la realidad, sino de aceptar cuán difícil es para reconocer que estamos en esta horrible situación y la única forma de avanzar es como colectivos para apoyarnos mutuamente’”.
“Esas comunidades tienen el derecho de escoger su propio camino, son inteligentes, creativas, apasionadas. Eso es lo que me hace sentir positiva sobre el problema del clima”.
Desarrollo sostenible
El antropólogo David Bray, profesor en el Departamento de Tierra y Medio Ambiente de la Universidad Internacional de Florida, ha estudiado los bosques comunitarios mexicanos y considera que son “el mejor modelo de manejo local sostenible del mundo”.
“Mi investigación de más de 30 años ha demostrado que cuando las comunidades indígenas y locales controlan sus bosques para la producción comercial de madera, tanto los seres humanos como la tierra se benefician”, escribió en un artículo en The Conversation.
El experto le explica a BBC Mundo que el sistema permite que se conserve el bosque y su biodiversidad, pero también “mitiga el cambio climático, porque mientras estas comunidades cosechan los bosques también cosechan carbono y se almacena en productos de construcción y muebles, donde estará guardado por décadas”.
Para Pérez-Cirera, el reconocimiento del rol “tan grande” que han desempeñado los pueblos indígenas en la protección de la naturaleza es una “muy buena noticia”.
“Nos hemos dado cuenta de que la naturaleza es una gran aliada no sólo para resolver la crisis climática sino para perseguir los objetivos de desarrollo sustentable”.
Aunque cree que ha habido una “dignificación” de las comunidades locales que cuidan el “acervo natural del que todos dependemos”, todavía queda mucho por hacer en ese aspecto, especialmente en cuanto a sus derechos.
Singh reflexiona sobre el sufrimiento de muchos indígenas, en algunos casos “amenazados por la minería y los derrames de petróleo” y en otros, sacudidos por la violencia y los asesinatos.
“Y mira lo que han logrado. Son un testimonio del espíritu humano del que tenemos que aprender” y por el cual sentir “esperanza”.
2. El tema “nunca ha estado tan arriba en la agenda” de gobiernos y empresas
“El clima nunca ha estado tan arriba en la agenda política. Si pensamos en el Acuerdo de París —firmado en abril de 2016 y que establecía medidas para la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero— (el tema) ahora está incluso más arriba”, dice Pérez-Cirera.
“Tener al primer ministro chino y al presidente de Estados Unidos hablando del clima como una de sus tres prioridades políticas a nivel nacional es algo que no habíamos visto antes”.
Eso quiere decir que el clima ya no se limita a las agendas de organizaciones ambientalistas o de algunos países, sino que se está convirtiendo en un tema de interés económico global, y “eso es definitivamente una buena noticia”.
De acuerdo con la experta, muchas compañías ya han empezado a reaccionar y se están dando cuenta de que vendrán regulaciones gubernamentales más fuertes.
“Pero también de que hay demandas cada vez más importantes por parte de los consumidores”.
Hay empresas en diferentes lugares del mundo que “se están estableciendo metas alineadas con la ciencia, con el 1,5 grados centígrados”.
En septiembre, la ONU anunció que más de la mitad de los sectores que componen la economía mundial se habían comprometido a reducir sus emisiones a la mitad en la próxima década.
“En cada uno de estos sectores, al menos el 20% de las principales empresas por ingresos se están alineando en torno a objetivos sectoriales específicos para 2030, en línea con la consecución de emisiones netas cero para 2050, y que incluyen objetivos como un 60% de generación renovable en el sector de la energía y un 5% de combustible con cero emisiones en el sector del transporte marítimo”.
De acuerdo con Raúl Salazar, jefe regional para las Américas y el Caribe de la Oficina de Naciones Unidas para la Reducción del Riesgo de Desastres, también ve en esto razones para ser optimistas.
“Desde nuestra perspectiva regional, vemos que existe un compromiso importante a nivel de los gobiernos y de las comunidades para avanzar en la reducción de riesgo de desastres y de amenazas de origen climático”.
“Hay una conciencia muy clara de que si no se toman medidas claras para abordar el cambio climático en los próximos 10 años, los eventos meteorológicos extremos van a ser abrumadores, especialmente para los países en desarrollo”.
3. Tenemos mucha más información y eso nos ayuda a prevenir desastres
El estudio del cambio climático ha hecho que se desarrollen nuevas herramientas de investigación y modelos de análisis.
“Tenemos más datos y cuanto más información tengamos a lo largo del tiempo, mejor podemos entender lo que está pasando así como la dirección y magnitud del cambio”, le dice a BBC Mundo Erika Podest, científica del Grupo de Ciclo y Ecosistemas del Carbono en la División de Ciencias de la Tierra del Laboratorio de Propulsión a Reacción de la NASA.
La NASA posee una flota de satélites para el monitoreo de nuestro planeta, al igual que otras agencias espaciales, como la europea y la japonesa.
De hecho, un grupo de científicos está usando la Estación Espacial Internacional para estudiar el clima de la Tierra.
“Si podemos entender cómo eran las cosas antes y cuál ha sido la trayectoria, podemos predecir mejor cómo será el futuro y prepararnos, porque parte de todo este proceso de comprender los impactos de cambio climático es tratar de mitigar y adaptarnos”.
Por ejemplo, detectar la vulnerabilidad de zonas en las que se quiere construir puede salvar vidas y reducir pérdidas económicas.
En América Latina y el Caribe, señala Salazar, la recopilación sistemática de información sobre los daños y las pérdidas causados por desastres ha permitido tomar mejores decisiones a futuro.
“En algunos casos han sido medidas concretas para prepararse frente a emergencias”.
Aunque, aclara, existen brechas importantes entre países en lo que respecta a la recopilación de datos.
“Si me pregunta si estamos mejorando, creo que sí. En las tendencias regionales se observa que ha habido una reducción de la mortalidad por efecto de las amenazas de origen climático (huracanes, inundaciones, deslizamientos) y geológico (terremotos, tsunamis)”.
El análisis de los datos sobre eventos tanto a gran como a pequeña escala ha llevado a estimar que nueve de cada 10 desastres que han ocurrido en la región en los últimos 40 años ha sido de origen climático.
“Esto claramente nos indica que se pueden preveniry predecir con mejores sistemas, por ejemplo, de monitoreo meteorológico, de alerta temprana”, dice.
“En ese sentido, se va a originar una mayor cantidad de medidas de los gobiernos para evitar las pérdidas de vidas”.
Conocer los datos también les permite desarrollar modelos probabilísticos “que ayuden a los gobiernos a cuantificar la posibilidad de pérdida a futuro y, por tanto, ponerles un número a las medidas o asignaciones presupuestales para la prevención de desastres”.
4. Las fuentes de energía alternativas son cada vez más accesibles
Pérez-Cirera explica que uno de los argumentos fuertes que había en el pasado contra las energías eólica y solar eran los costos que implicaban esas tecnologías.
“Pensando en los costos del mercado, la solar por ejemplo es muy competitiva. Ha llegado a unos precios mínimos impresionantes, lo cual, con los marcos de política adecuados, la hace una alternativa perfectamente viable”.
Otro argumento que se usaba es que no siempre hay sol y no siempre hay viento.
“Algunos políticos que tenían relaciones con la industria del petróleo decían que las energías renovables no eran confiables. Sin embargo, ya hay disponibles sistemas de almacenamiento de la energía”.
“Si tienes meses con mucho viento, puedes almacenar esa energía y usarla en otro momento. Antes esa baterías de almacenamiento eran muy caras, ahora son muy accesibles”.
Las energías renovables “dejaron de ser un sueño guajiro, realmente están a la disposición”.
Podest menciona otras como la geotérmica y la mareomotriz, y el avance de los automóviles eléctricos.
Y es que si se desarrollan de manera responsable, pueden ayudar a disminuir las emisiones de dióxido de carbono (CO2), subraya.
5. Pese a la urgencia, “hay tiempo” y todos podemos contribuir
“El planeta se está calentando y ya estamos viendo los impactos del cambio climático”, indica Podest.
A medida que se agrava la situación, vamos a ver eventos extremos más a menudo: olas de calor, de frío, huracanes más intensos.
“Pero hay tiempo para cambiar o por lo menos parar y comenzar a revertir los daños que hemos causado en el medioambiente”, dice.
No sin aclarar que “mientras más rápido actuemos, mejores son las posibilidades de preservar nuestro planeta de una forma que sea habitable”.
Para la experta, “en realidad nunca es demasiado tarde”. “Muchas personas pueden sentir: ‘¿Para qué? Mejor disfruto todas las comodidades de mi vida porque no hay nada que se pueda hacer’. Pero todos podemos hacer algo”.
Según ella, las acciones más importante a nivel individual tienen que ver con minimizar el consumo de combustibles fósiles, el uso de carros convencionales, de recursos como electricidad o agua. “Ser más conscientes de nuestro impacto sobre el medioambiente”.
En América Latina, dice Pérez-Cirera, tenemos grandes posibilidades de elegir alimentos altamente nutritivos, que dejen una pequeña huella de carbono.
Si queremos tener un futuro próspero y más equitativo, tenemos que voltear a ver la naturaleza, apunta.
“La ciencia nos indica que la ventana de tiempo se está cerrando, pero también nos indica que es posible y lo que nos señala el nivel de preocupación de la sociedad también es un faro de esperanza”.
Y es que crece la conciencia individual y colectiva sobre el cambio climático.
“Es muy importante que no caigamos en una sensación de desesperanza, sino en una de empoderamiento”.
“Pensar que como consumidores tenemos poder, como votantes tenemos poder, que como individuos podemos hacer algo y que ese algo no es marginal, sino poderoso”.
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