El escritor y periodista Carlos Alberto Montaner fallecido la semana pasada en España a los 80 años dejó un artículo para publicar póstumamente en el que revela que su muerte fue asistida, tal como lo permite la ley española, y que contó con el “apoyo incondicional” de su familia.
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“Creo firmemente en la eutanasia y la muerte asistida”, proclama el escritor y periodista en un articulo que tiene el fin declarado de “estimular el debate” sobre esos temas.
Sobre la eutanasia, precisa que su posición es a favor “siempre que sea voluntaria”.
Montaner, que padecía una rara enfermedad neurodegenerativa, comienza su última columna con una frase impactante: “Cuando usted lea este artículo yo estaré muerto”.
En el inicio se refiere a Ramón Sampedro, un español tetrapléjco que defendía el derecho a la eutanasia e inspiró la película “Mar adentro” y cita la frase que le hizo famoso: “Vivir es un derecho, no una obligación”.
En el artículo póstumo, enviado a EFE por Firmas Press, Montaner habla con naturalidad de la muerte en sentido general y en particular y de las dificultades que le ocasionaba su enfermedad para hablar y escribir sin perder el sentido del humor.
Así cuenta que cuando una persona le preguntó el año pasado en Miami si se iba a vivir a España, él le respondió: “No, me voy a morir a España”.
Siendo todavía menor de edad, Montaner, que escribió más de una treintena de libros de diversos géneros y cuyos artículos eran publicados en numerosos medios, fue sentenciado a 20 años de prisión en Cuba por pertenecer a una organización que se oponía a la orientación marxista de la Revolución.
Estuvo preso en un centro especial, luego se asiló en una embajada en La Habana y de ahí viajó a EE.UU. con un salvoconducto e inició un exilio que duró hasta su muerte y le llevó a España en dos ocasiones: primero en los años 70 con una beca y el último año para morir.
El artículo póstumo lo comenzó a escribir en Miami a inicios de 2022 y lo concluyó al dictado, pues tenía “grandes dificultades para escribir” a causa de su enfermedad, que ya le había quitado la capacidad de improvisar oralmente.
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“Mi vida diaria, en la que la lectura, la escritura y la expresión oral han sido mis señas de identidad, se borran de un día para otro. Desde hace mucho mi cuerpo tampoco me acompaña”, escribió.
Al repasar los países donde la eutanasia o la muerte asistida están permitidas legalmente, dice que son casi 200 naciones reconocidas por la Organización de Naciones Unidas, pero “es poco”.
A su juicio, “de la misma manera que se donan los órganos en vida, creo que bastaría consignarlo por escrito o designar a una persona para que tome las decisiones en caso de que sea materialmente imposible asumir esa responsabilidad”.
Al final del artículo cuenta cuáles fueron los trámites que debió seguir para que se aprobara la “prestación de ayuda para morir” en su caso y agradece el asesoramiento en el proceso a la Asociación Derecho a Morir Dignamente (DMD).
También hace un elogió a España y a la libertad y a la democracia de la que gozan los españoles.
“He vivido en un país, España, por 40 años, en el extremo occidental de Europa, del que se decía, injustamente, que los españoles sólo entendían a fustazos. Y no era verdad. La democracia y la libertad están al alcance de cualquier pueblo que se lo proponga”, subraya en una alusión a la dictadura franquista y la transición democrática que siguió a la muerte de Francisco Franco
“¿Se quiere una mayor libertad que la de elegir el momento de la partida?”, se pregunta.
“Cumplo mi deseo de morir en Madrid, la ciudad que amo y en la que he compartido tanto junto a Linda, mi adorada mujer en las duras y en las maduras. Lo hago gozando todavía de la capacidad de expresar mi voluntad de ejercer mi derecho a finalizar mi vida de una forma libre y digna de acuerdo a mis creencias. No le doy más la lata, querido lector. Adiós”, son sus últimas palabras a los lectores.
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