Tonga tiene 750 kilómetros cuadrados, más o menos dos veces el tamaño de Carabayllo, pero en ella viven unos 100 mil habitantes. Un puntito en la inmensidad del Océano Pacífico. ¿Qué interés inusitado tiene esa pequeña isla para que el ministro de Relaciones Exteriores de China, el gigante asiático en el que viven 1.400 millones de personas, la haya visitado en los últimos días?
Tonga y otros nueve territorios insulares del Pacífico Sur se han convertido en el nuevo foco de tensión entre China, Estados Unidos y sus aliados. De pronto, las pequeñas islas ubicadas en los confines del mundo y que están en riesgo de desaparecer por el cambio climático, se han vuelto en el eje de la más reciente campaña geopolítica de Beijing en su afán de quitarle influencia a Washington.
El ministro Wang Yi concluyó una gira de diez días por varias islas del Pacífico Sur con el fin de reforzar los lazos y convencerlas de firmar un acuerdo llamado Visión Conjunta de Desarrollo China-Países insulares del Pacífico, que finalmente no logró. Así, las Islas Salomón, Kiribati, Samoa, Fiyi, Tonga, Vanuatu, Papúa Nueva Guinea, Islas Cook, Niue y los Estados Federados de Micronesia decidieron no aceptar, por ahora, el pacto multilateral de seguridad, cooperación y comercio que les ofrecía Beijing.
China les brindaba millones de dólares en asistencia, además de la perspectiva de un acuerdo de libre comercio y acceso a su enorme mercado. A cambio, Beijing capacitaría a la policía local, se involucraría en su seguridad cibernética, expandiría los lazos políticos y obtendría un mayor acceso a los recursos marítimos y pesqueros de estas islas. Australia, fiel aliado de Estados Unidos y cuyas relaciones con China pasan por su peor momento, mostró su alivio al conocer que el acuerdo no se firmó pues aseguran que el verdadero objetivo de Beijing es construir bases militares.
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No por gusto, el mismo día en que el canciller chino llegaba a las Islas Salomón, su homóloga australiana, Penny Wong, lo hacía en Fiyi, desde donde advirtió de las consecuencias de acercarse demasiado a China.
Pero los chinos habrán dado un paso atrás, pero persistirán para lograr tener un papel clave y estratégico en el Pacífico Sur. De hecho, no se puede decir que la gira de Wang fue un fracaso pues logró firmar acuerdos bilaterales con Samoa y Papúa Nueva Guinea, esta última una de las islas más grandes de Oceanía, y que le permitirán tener buques y militares patrullando en el mar. Esto además del pacto de seguridad que ya habían conseguido en abril pasado con las Islas Salomón y gracias al cual policías chinos están capacitando a las fuerzas locales.
Y no solo eso. China ya se comprometió a nombrar un enviado especial para las islas con el fin de estrechar la colaboración en la lucha contra el cambio climático, desastres naturales, infraestructura, pesca y educación.
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Zona estratégica
El objetivo principal de China es seguir expandiendo su influencia económica y estratégica. Ya lo han hecho en América Latina, lo siguen haciendo en África y en el sureste asiático. Las pequeñas islas del Pacífico sur no tienen por qué quedar al margen, sobre todo por lo que significan. No por gusto Estados Unidos se estableció en Guam y en la Segunda Guerra Mundial tuvieron un especial protagonismo en el enfrentamiento contra Japón.
Así lo explica “The New York Times”: “Desde Papúa Nueva Guinea hasta Palau, los países de la región tienen jurisdicción sobre una zona oceánica tres veces mayor que la de Estados Unidos, que se extiende desde el sur de Hawái hasta las zonas económicas exclusivas que colindan con Australia, Japón y Filipinas”.
Varios expertos ya han señalado que esta movida china no es más que una consecuencia del descuido de los estadounidenses por olvidarse de esta región del mundo, que no solo está llena de pequeñas islas turísticas -que no cesan de clamar ayuda al mundo ante la subida del mar a causa del calentamiento global- sino que se ubican en una zona plagada de recursos naturales.
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“Efectivamente, son islas que están lejos de las costas chinas, pero al tenerlas de su lado amplían su red de puertos”, comenta a El Comercio el periodista español Isidre Ambrós, experto en Asia-Pacífico y excorresponsal en China del diario “La Vanguardia”. “Uno de los aspectos de estos acuerdos de cooperación es precisamente aprovecharse de estos puertos para que sirvan de apoyo logístico para las tropas chinas y sus barcos, y en un momento determinado podrían servir de bases operativas. Además, también les sirve para asegurar su cadena de suministros”, añade.
“Estados Unidos no tiene, en absoluto, una presencia significativa en el Pacífico, pese a que ellos creen que sí”, señaló a “The New York Times” Anna Powles, investigadora senior en seguridad de la Universidad Massey en Nueva Zelanda.
“Estos territorios han sido dejados de lado por las potencias occidentales, no solo porque están muy lejos sino porque ya no han dispuesto recursos económicos para destacar ahí muchos diplomáticos o hacer inversiones. Entonces, los chinos han visto ahí un terreno virgen para explotar, invertir, ganar influencia y colocar sus productos”, anota Ambrós.
Más allá del Indopacífico
Aunque la administración de Joe Biden ha señalado la importancia que Estados Unidos le quiere dar al continente asiático reforzando su influencia en el Indopacífico, lo cierto es que la guerra en Ucrania ha desviado su atención.
El propio jefe de la diplomacia estadounidense, Antony Blinken, admitió recientemente que China es la que está tomando la iniciativa: “China es el único país con la intención tanto de cambiar el orden internacional, como el cada vez mayor poder económico, diplomático y tecnológico para hacerlo”.
“Hay que tener en cuenta los últimos movimientos de Estados Unidos y Australia, como las asociaciones estratégicas del AUKUS o el acuerdo entre EE.UU., Japón, Australia e India. Son movimientos que Beijing interpreta como estratégicos con el objetivo de rodear y aislar a China en el Indopacífico. Entonces, Beijing intenta contrarrestar extendiendo su influencia hacia esta zona insular”, comenta Ambrós.
El analista finaliza: “Que ahora no se haya firmado el acuerdo no quiere decir que los chinos no insistirán. Es un pacto de mucha envergadura y que dibuja en el horizonte un futuro de tensión por el control de esa zona entre las dos superpotencias”.
Por eso, en esta nueva Guerra Fría entre China y Estados Unidos, ningún territorio, por más pequeño que sea, es insignificante. Al final, en la batalla por la hegemonía, todo suma.
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