(Foto: AP)
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Virginia Rosas

Luego de una apoteósica visita a Pyongyang, acompañado de los representantes de los grupos empresariales más importantes de su país y en la que no se escatimaron los gestos y símbolos, el presidente surcoreano Moon Jae-in puede presentarse el lunes ante su homólogo estadounidense Donald Trump-en el marco de la Asamblea de la ONU- con una serie de propuestas destinadas a convertir la península coreana en “una tierra de paz sin armas nucleares y sin amenazas nucleares”.

Fueron tres días de sonrisas y abrazos entre Moon y el presidente norcoreano Kim Jong un, así como sus respectivas esposas. Gesto que resulta importante resaltar en una cultura en la que el contacto físico se reserva a los más cercanos: la familia. Todos estos intercambios de afecto iban destinados a mostrarle al mundo que se trataba del encuentro de dos hermanos. Tanto así, que en las principales plazas de Seúl se colocaron pantallas gigantes para transmitir en directo el encuentro. Un hecho tan inédito como que un presidente de Corea del Sur ponga los pies en Pyongyang y visite, junto con su homólogo norcoreano, el Monte Paekdu, donde la historia cuenta que nació Dangún el mítico fundador del reino coreano.

Lo que queda claro de esta visita es que ambos presidentes tienen la intención de acercarse y arreglar entre ellos sus diferencias, prescindiendo de la tutela de los dos gigantes que los vigilan: Estados Unidos y China. Aunque en la realidad resulte imposible prescindir de ellos, la idea es llevar a Washington una serie de propuestas que inciten a Donald Trump a relajar las duras sanciones contra Pyongyang.

Las grandes corporaciones surcoreanas, se encuentran sumamente interesadas en invertir en el norte, en infraestructura y extracción de productos naturales que permanecen inexplotados, no solo por su cercanía geográfica, sino por el bajo costo de su mano de obra. Hyunday y Samsung ya han iniciado estudios de prospección para su implementación. Solo falta un detalle: que la ONU levante las sanciones impulsadas por Washington por el programa nuclear de Kim.

De eso se encargará Moon, entre bambalinas, el lunes próximo. De convencer a Trump que Kim está dispuesto a cerrar el centro de ensayos nucleares de Tongchang-ri bajo supervisión internacional y clausurar también la central nuclear de Yongbyon donde se enriquece el plutonio. Pero como en todo contrato, hay que leer con atención la letra pequeña y esta no ha variado desde el encuentro de Singapur: Kim espera un gesto de Washington para proceder, pero el papel no detalla cuál sería este gesto. Trump había anunciado tras aquella reunión que Pyongyang debía dar la primera muestra de su buena voluntad. Kim exige lo mismo y ahí el tema queda trabado.

China, por su parte, se mantiene expectante, al igual que Rusia. Ambos miembros del Consejo de Seguridad de la ONU, aplicarían el veto a cualquier sanción que incluya intervención armada, sobre todo ahora que Beijing refuerza su arsenal militar.

Kim ha variado su estrategia propagandística hacia el exterior. Se muestra sonriente y hasta afectuoso. Puede darse el lujo de clausurar el centro de ensayos nucleares, porque ya efectuó todos lo que necesitaba. Como tampoco necesita enriquecer más plutonio: los expertos calculan que posee algunas decenas de ojivas nucleares para protegerse en caso de ataque.

Cuando Moon se encuentre con Trump en Nueva York ¿qué garantía puede ofrecerle el presidente estadounidense de, que si firma un contrato con Kim, no lo borrará de un plumazo como hizo en mayo con Irán que venía cumpliendo los compromisos de desnuclearización, en los plazos señalados y con observadores internacionales?

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