Menos de dos años después de que comenzara una crisis que desnudó los sistemas sanitarios de todo el planeta y afectó especialmente a las naciones más pobres, el mundo alcanzó la nefasta cifra de cinco millones de muertos por la pandemia del coronavirus COVID-19.
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Casi 2,3 millones de las muertes por la pandemia se produjeron en América, la región más golpeada por la pandemia, mientras que 1,4 millones se registraron en Europa y 693.000 en el sur de Asia.
A nivel global, casi un 50% de la población mundial ha recibido al menos una dosis de vacunas contra el COVID-19, con más de 7.000 millones de dosis administradas. Sin embargo, en las economías de bajos ingresos ese porcentaje se sitúa en el 3,6%.
El Comercio conversó sobre el panorama actual de la pandemia en el mundo con la exministra de Salud y experta en salud global desde hace más de 15 años Patricia García, quien señala que el virus no conoce fronteras y que es responsabilidad de los ciudadanos seguir cuidándose.
—El secretario general de la ONU, Antonio Guterres, ha dicho que el hito de cinco millones de muertes por la pandemia representa un “fracaso” mundial. ¿Qué supone realmente haber alcanzado esta cifra?
Coincido totalmente, lo que nos está enseñando esta cifra es que en el mundo todavía tenemos que trabajar para mejorar nuestros servicios de salud y también nos resalta lo urgente que es prepararnos frente a las pandemias. La salud no tiene fronteras, compartimos vulnerabilidades y por ello tenemos que buscar trabajar de manera conjunta para buscar soluciones. En algunos aspectos eso ha funcionado, en un tiempo sumamente corto hemos podido tener vacunas. Pero también hemos visto el nacionalismo negativo que ha hecho que algunos países tengan las vacunas antes y más de las que necesitaban, mientras que otros países, como el Perú, han tenido que comenzar a vacunar más tarde y otras naciones todavía no llegan siquiera al 20% de vacunación porque no les llegan las vacunas.
Yo creo que esta cifra es una gran llamada de atención para toda la humanidad, tenemos que entender que estamos juntos en este mismo planeta, tenemos que comenzar a pensar en cómo trabajamos de manera más solidaria y conjunta. Esto debería ser la alarma que nos permita despertar. La siguiente pandemia no nos debería agarrar desprevenidos. Nuestra respuesta a la pandemia ha sido un fracaso mundial, han muerto demasiadas personas, ha habido demasiado sufrimiento y todavía no ha acabado porque tenemos que ver las secuelas que se vienen.
—Y la terrible cifra es casi con certeza inferior a la real ya que no todos los afectados han tenido acceso a pruebas de diagnóstico y muchos murieron en casa sin atención médica…
Claro, estos números espantan a cualquiera, pero es clarísimo que existe un subregistro. Tampoco se puede ignorar el sufrimiento que esto ha causado. Hemos tenido familiares y amigos que han fallecido. Además, lo que significa morir solo, con todo el temor. También está el sufrimiento del aislamiento. Nos va a llevar varios años conocer la magnitud de lo que esto ha significado y va a significar para las siguientes décadas, todo lo relativo a las secuelas y a una serie de aspectos que vamos a tener que entender.
Es una llamada de atención, tenemos que hacer muchos cambios no solo en los sistemas de salud, sino también en las inequidades que existen, pensar en cómo mejorar el hacinamiento, la ventilación. El riesgo de pandemias existe, ojalá que no nos volvamos a quedar dormidos. Ya sonó la alarma, tenemos que despertar y levantarnos, no podemos volvernos a dormir porque eso sería terrible.
—¿Qué papel están jugando las campañas de vacunación en el estado actual de la pandemia?
Varían a nivel mundial. Algo que es muy interesante es que los países desarrollados no tenían una muy buena cultura de vacunación porque muchas de las enfermedades ya las tenían eliminadas; ello porque las generaciones anteriores ya se habían vacunado y las condiciones sanitarias eran mejores. En Latinoamérica y África, dado que todavía tenemos hacinamiento y condiciones sanitarias no tan buenas, hemos logrado bajar la mortalidad a punta de tener buenas campañas de vacunación y la gente cree en las vacunas.
Las vacunaciones se están dando bastante bien, como se ve en el Perú, la gente está yendo a vacunarse, lo que nos faltaba no era el deseo de la vacunación, sino la posibilidad de las vacunas. En promedio, las tasas de vacunación en el mundo están alrededor del 30% porque tienes países en África que no llegan al 5%. Perú está por encima del promedio latinoamericano en vacunación, lo que es súperbueno, pero tenemos que seguir subiendo. El mundo debería tener bien claro que necesitamos estar todos vacunados para poder realmente bajar el riesgo a nivel del planeta. No puede quedar ni uno sin vacunarse.
—¿La vacunación ha sido clave para la ralentización del número de decesos?
Yo creo que el hecho de que la vacunación haya avanzado se está viendo reflejado en la curva de casos mundial que también está bajando. El problema es que ninguna pandemia termina de un momento a otro, eso no ha pasado jamás en la historia. Lo que comienza a pasar es que poco a poco las olas pueden ir bajando de intensidad.
La única forma en la que esta bajada que tenemos ahora pueda ser “permanente” es si tuviéramos entre 80% y 90% de vacunación en el mundo y no la tenemos. Es latente el riesgo de que las vacunas que tenemos pudieran no ser suficientes.
—¿Cuáles son los retos más urgentes a este punto en la lucha contra la pandemia?
A nivel global lo primero es asegurar que continúe la producción y el abastecimiento de vacunas y de insumos. Lo segundo: la ciencia no puede parar. Tiene que seguir trabajándose en la vigilancia de la pandemia, saber qué pasa con el virus y las variantes, pero también tenemos que seguir trabajando en la búsqueda de medicamentos que puedan funcionar y que estén al alcance de la gente.
El otro gran reto es pensar en qué lecciones hemos aprendido para prepararnos para las siguientes pandemias. Por ejemplo, hay algunos grupos que están evaluando las normas de construcción para mejorar la ventilación, pero hay dudas sobre cómo eso podría volverse realidad en todos los países. Hay muchas cosas que discutir.
También es importante ver cómo trabajamos para romper inequidades en nuestros sistemas de salud y tenemos que mejorarlos. Y, por último, todos los determinantes sociales. Mientras tengamos todos estos problemas de hacinamiento vamos a seguir así. Como salubrista, puedo decir que tenemos que alfabetizar a las personas para que se empoderen en cuidar su propia salud.
—¿Y a nivel del Perú?
A nivel del país yo creo que se repiten esos retos grandes solo que a nivel local. La vacunación tiene que continuar, hay que fortalecer el sistema de salud, tenemos que prepararnos para la siguiente pandemia de manera efectiva, tenemos que involucrar a la comunidad y a las personas, alfabetizarlas. Deberíamos ser capaces de tener respuestas comunitarias de protección, de ayuda. En el país hay una necesidad absoluta de trabajar con las comunidades. Y el Estado tiene que ayudar a crear plataformas de protección social que sean efectivas, con herramientas de digitalización.
Acabamos de terminar un estudio analizando cómo el Perú había evolucionado en cuanto a expectativa de vida, desde los años 90 hasta el 2019. En realidad, habíamos logrado mejorar la expectativa de vida de manera notoria, la gente vive más. Con lo que ha pasado en la pandemia hemos perdido 10 años y eso está pasando en todo el mundo. Se nos han muerto muchísimas personas mayores. Hay que actuar para que eso no vuelva a pasar. Esta vez les tocó a los viejitos, la próxima vez pueden ser las embarazadas o los niños.
—¿Qué tenemos que tener presente para protegernos y evitar seguir sumando millones de muertos?
Hay que repensar lo que estamos haciendo, de otra manera no van a ser cinco millones de fallecidos, van a ser miles de millones. Tenemos que aprender la lección. Ahora no podemos bajar la guardia. El Estado tiene una responsabilidad fundamental, pero también cada uno de nosotros como seres humanos.
Tenemos una vacuna que es efectiva, entonces debemos vacunarnos. Pero aún con la vacuna la transmisión continúa, ese pase le da una ventaja al virus porque aprende, se multiplica, muta y podría aparecer alguna variante que pudiera saltarse la barrera de la vacuna. Entonces tengo que seguir cuidándome de manera racional, evitando los temores, la ansiedad y los miedos. Salgo con mi mascarilla, si no conozco a las personas no me pego a ellos, sigo con el lavado de manos, busco lugares ventilados y evito grandes aglomeraciones de gente. Esas enormes fiestas no van, y no van a ir por algún tiempo. Las pandemias no vienen de golpe y no se van de golpe.
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