Donald Trump dejó de ser el candidato pintoresco. Pese a sus encendidas declaraciones, sigue siendo el favorito en las encuestas. Y ya advirtió que si el Partido Republicano lo sigue criticando, se presentará como independiente en las elecciones.
Desde que el 16 de junio Donald Trump bajó de la escalera eléctrica que lo llevó al salón donde lanzó su candidatura presidencial, los republicanos no han hecho nada más que comerse las uñas. Apenas calificó a los inmigrantes mexicanos de violadores y narcotraficantes, el Gran Viejo Partido empezó a ver cómo se esfumaba la posibilidad de conectar con el esquivo voto hispano, su gran cuenta pendiente para las elecciones presidenciales del 2016.
Pese al desconcierto ante aquellas palabras, la reacción republicana fue muy tibia, timorata. Solo Ted Cruz, un candidato tan extremista y deslenguado como él, no criticó sus declaraciones y hasta lo justificó, con el fin de conectar con el electorado más conservador y racista del Tea Party, que confunde a cualquier inmigrante con un mexicano, y a cualquier latino con un ilegal.
Mientras Trump era vetado por Macy’s, Univisión, NBC, y los medios de comunicación liberales no cesaban de criticarlo y burlarse de él, el resto de candidatos prefería mirar de lado.
La paradoja no era simple: Si lo criticaban abiertamente, irían en contra de lo que piensan muchos potenciales votantes; pero si lo hacían, podían perder al colchón de moderados, incluyendo latinos, que pueden definir la elección.
Y Trump no retrocedió un ápice en sus declaraciones. Al contrario, siguió incendiándolas y, contra todo pronóstico, empezó a subir en las encuestas. Los medios pasaron de la burla a la extrañeza, y la cúpula republicana empezó a preocuparse.
No solo ha llamado idiotas, fracasados y payasos a sus otros competidores republicanos –algunos, valgan verdades, calzan en los calificativos–, sino que le negó la condición de héroe de guerra a John McCain, el ex candidato a la presidencia en el 2008 que fue prisionero durante cinco años en Vietnam.
Y esa, al parecer, fue la línea que traspasó la tolerancia. En un comunicado, el Comité Nacional Republicano dijo fuerte y claro: “El senador McCain es un héroe norteamericano porque sirvió a su país y se sacrificó más de lo que muchos pueden imaginar. Punto. No hay lugar en nuestro partido o en nuestro país para comentarios que menosprecien a aquellos que han servido honorablemente”.
Candidatos como Jeb Bush, Marco Rubio y Rick Perry reaccionaron y criticaron duramente a Trump, quien, como de costumbre, no se disculpó. “La candidatura de Donald Trump es un cáncer en el conservadurismo. Si continúa, va a llevar al Partido Republicano a la perdición”, dijo un indignado Perry.
Una indignación tardía y muy conveniente. ¿Acaso no fue Trump quien inició hace unos años una investigación para comprobar que Obama no había nacido en EE.UU.? ¿Y en dónde queda Sarah Palin, la ex gobernadora aficionada a las armas que dijo que las torturas bajo el agua eran un bautizo para los terroristas?
“Tengo mucho dinero, mucho más dinero que todos ellos [los candidatos] juntos y que todas sus contribuciones falsas juntas”, ha dicho.
“Ahora dicen que Trump está destruyendo ‘la marca’ del Partido Republicano. Pero Trump es ‘la marca’ y en un grado considerable. Y los ‘locos’ han prosperado mucho en los medios conservadores en los últimos años, donde cualquier bufonería gaseosa no se cuestiona”, recuerda el analista Timothy Egan, en “The New York Times”.
- Entre la espada y la pared -
Pese a ello, los actuales temores republicanos no son infundados. El 6 de agosto será el primer debate electoral de los precandidatos. De los 17 postulantes –un abultado número para tratarse de unas primarias–, solo los 10 con mejor posición en las encuestas serán considerados. Trump, de ser un candidato marginal y casi sin chance, ya tiene su sitio asegurado.
“El Partido Republicano no puede desechar a Trump porque Trump es el Partido Republicano. Es un espejo del propio partido. El sujeto no cree en nadie, solo en sí mismo, y ha elegido temas que los más extremistas quieren oír, como la inmigración ilegal”, señala el analista político Dana Milibank.
Aunque los dirigentes del partido se llenen la boca ahora diciendo que no hay espacio para él, las cosas no son tan sencillas. Trump ya anunció que si los republicanos lo siguen criticando, va a considerar presentarse como independiente, algo que no les conviene en absoluto. La opción del tercer partido es la kriptonita para demócratas y republicanos. Por eso, el sistema político estadounidense está hecho de tal manera que fomenta el bipartidismo.
El temor no es que Trump pueda llegar a la presidencia, sino porque le quitará votos fundamentales al candidato republicano que sí llegue a la elección nacional. Ya pasó con Ross Perot en 1992, que atrajo los votos que debían ir para George H.W. Bush y que terminaron inclinando la balanza a favor del demócrata Bill Clinton.
Por ahora Trump no tiene nada que perder. Ya dijo todo lo políticamente incorrecto que se puede decir en una campaña… y le ha salido a cuenta. Falta esperar hasta dónde puede llegar.