El Vaticano acaba de hacer una de las reformas más importantes de los últimos años: los abusos sexuales cometidos por sacerdotes contra menores de edad serán considerados como delito. Además, cuenta la agencia AFP, se ampliarán los periodos de prescripción y se contemplará una indemnización a las víctimas.
Se trata de una modificación al Código de Derecho Canónico que el papa Juan Pablo II publicó el 25 de enero de 1983.
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Según Vatican News, quien empezó a gestionar las modificaciones fue el papa Benedicto XVI, pero fue su sucesor, el papa Francisco, quien terminó los procesos y puso su firma.
Para ser exactos, la sección Delitos contra la vida, la dignidad y la libertad humana, ahora incluye el delito en contra de “un menor o una persona habitualmente afectada por el uso imperfecto de la razón o con una persona a quien la ley reconoce una protección similar”.
Al respecto, el Sumo Pontífice ha declarado: “Era necesaria modificarla de modo que permitiera su empleo a los Pastores como ágil instrumento saludable y correctivo, y que pudiese ser usado a tiempo y con caridad pastoral, a fin de prevenir males mayores y de sanar las heridas causadas por la debilidad humana”.
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UNA MIRADA HISTÓRICA
El Comercio se comunicó con Juan Fonseca, historiador especializado en temas religiosos y catedrático de la UPC, y lo primero que anota es que los cambios del papa Francisco pueden ayudar a matizar las críticas en contra suyo, que frecuentemente aducen que sus discursos son puro populismo.
En este caso, el Sumo Pontífice ha concretado lo que decía y “vigorizado los castigos relacionados con la pedofilia”.
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Para Fonseca, esta reforma no es retroactiva: “Normalmente, las normas que se aplican en el Vaticano, así como en la legislación en general, no lo son. El cambio se aplica desde ahora en adelante”.
Aun así, es inevitable que algunas voces cuestionen la demora de la Iglesia Católica en lo que parece ser un tema evidente. ¿A qué se debe eso?
“La iglesia es como un trasatlántico viejo: no puede cambiar de rumbo fácilmente ni ir más rápido. Es un monstruo y cuando alguien quiera cambiar de dirección, se va a demorar porque la burocracia es densa y compleja. Adentro, además, hay quienes quieren cambios, pero creo que la mayoría o no los prefiere o los prefiere muy pequeños”.
Esto se observa, por ejemplo, si se tiene que en cuenta que quien empezó con el cambio de dirección fue el papa Benedicto XVI, hace “por lo menos diez años”.
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Porque, como explica Fonseca, un papa revolucionario jamás podría llegar a ese cargo. “Es un contrasentido. Pero, en la medida de lo posible, este Papa está haciendo lo que puede en un sentido más reformista”.
Fonseca recuerda las palabras de Juan XXIII, y anota que se nota el interés por “abrir las ventanas para que entre el aire fresco”.
“La fundamentación de esta reforma deja una sensación de que se está escuchando a las personas y no solo a la curia, y eso ya es un cambio interesante e histórico porque durante siglos lo que pasó fue que la iglesia quería que el mundo la escuchara. Ahora la iglesia está escuchando al mundo”.
Si bien estas modificaciones marcan un gran avance, Fonseca prefiere ser más precavido en lo que significa su repercusión. En todo caso, dice, estos cambios “abren la posibilidad a cambios trascendentales”, pero que habrá que ver cómo se aplica en la realidad y si el siguiente papa decide continuar con la política.
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¿Sería lógico pensar que el legado reformista del papa Francisco seguirá vigente? Según Fonseca, sí. Si se entiende a la Iglesia Católica como una monarquía, los cambios que vienen desde arriba pueden tener gran repercusión en las bases.
“Además, él está dejando a una nueva generación de obispos y cardenales que pueden seguir el proceso de apertura que, de alguna manera, él ha empezado. Él no lo va a concluir, de ninguna manera, pero si garantiza que el Colegio de Cardenales tenga una mayoría que piense como él, se podría garantizar que el próximo papa continúe en el mismo camino”.
EL IMPACTO DE LA REFORMA
“Que estas nuevas reglas entren en vigor el 8 de diciembre -cuenta el periodista Pedro Salinas a El Comercio-, me parece justicia poética. Además de ser el día de la Inmaculada Concepción, es también el aniversario del Sodalicio”.
A Salinas se le recuerda por su investigación al Sodalicio y a su líder Luis Fernando Figari, quienes fueron acusados de abuso sexual. Con eso en mente la coincidencia es llamativa.
Pero más allá de eso, para Salinas se trata de una noticia magnífica: “Estamos hablando de una revisión radical y una suerte de reescritura del sistema penal interno que tiene la Iglesia Católica”.
Según el periodista, hay un par de modificaciones que valen destacar y que sin duda resuenan en el caso en contra del Sodalicio, el mismo que -como anotó Fonseca- no podría verse afectado pese a este cambio en el derecho canónico.
La primera es que los argumentos que señalaban que ciertos tribunales no tenían competencia, están descartados. Es decir, si una denuncia llega al Tribunal Eclesiástico de una diócesis, esta debería proceder.
“Que fue lo que pasó en el Perú. En el caso del Sodalicio, el padre Víctor Huapaya, presidente del Tribunal Eclesiástico, y el cardenal Juan Luis Cipriani, quien hacía de moderador, le soplaron la pluma al Vaticano, que tampoco hizo algo”.
Lo segundo a tener en cuenta es que la legislación también alcanza a los laicos que ejercen labores eclesiásticas.
Salinas explica:
“El Sodalicio, por ejemplo, fue fundado por un laico, Luis Fernando Figari, y es gobernado por laicos. Quiero creer que esta inclusión en la legislación tiene algo que ver con este caso porque en él se discutió si canónicamente se podía juzgar, procesar o sancionar a Figari”.
Y agrega:
“Con esta nueva legislación, estos laicos abusadores sexuales o encubridores, podrían ser sancionados con un poco más de firmeza”.
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