Si no fuera por las banderas rojas con la hoz y el martillo amarillos que flamean por todas las ciudades –Año Nuevo Lunar obliga– sería imposible darse cuenta a simple vista de que en Vietnam existe un régimen comunista.
Aunque el país oficialmente se llame República Socialista de Vietnam (96 millones de habitantes en la tercera parte del territorio peruano), el gobierno es comunista. El PCV es el partido único, no existe la oposición y la información está controlada. En febrero próximo celebrará los 90 años de su fundación en buena salud.
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Algunos tímidos carteles, perdidos entre la multiplicidad de anuncios de cuanta marca y franquicia existe sobre la Tierra, recuerdan el importante aniversario que será celebrado como corresponde.
En Hanói, la capital del país reunificado, el mausoleo del padre de la patria, Ho Chi Minh, es el lugar indicado para rendirle reverencia. En el inmenso parque donde se halla el recinto –que contiene el cuerpo embalsamado de quien fuera el presidente de Vietnam del Norte durante la guerra contra Estados Unidos– se turnan cada hora los guardias. El público puede ver la urna de cristal sin detenerse y sin pronunciar palabra. Los niños asisten en grupo con sus profesores para rendirle el homenaje respectivo.
Aunque Ho Chi Minh murió en plena guerra de Vietnam, el 2 de setiembre de 1969, de insuficiencia cardíaca, fue el artífice de la victoria contra Estados Unidos y ya lo había sido años antes cuando logró expulsar a los franceses, tras 67 años de ocupación. Los billetes vietnamitas en todas sus denominaciones llevan el rostro sonriente del padre de la patria.
El 30 de abril de 1975, cuando el Vietcong tomó Saigón y el ejército estadounidense emprendió la retirada, quedó marcado como el fin de la guerra de Vietnam, un conflicto que dejó dos millones de muertos y convulsionó al mundo por las atrocidades que se cometieron.
Un museo en Saigón (ahora ciudad Ho Chi Minh) recuerda los terribles sucesos de aquellos días. Hoy la guerra quedó atrás, Vietnam y EE.UU. normalizaron relaciones en 1995 y sostienen un comercio bilateral que asciende a 35 mil millones de dólares, gracias a que Hanói decidió adoptar la apertura de mercado, un modelo bastante similar al de China.
El país ostenta uno de los crecimientos más altos del mundo: entre el 6% y el 8% anual. Según las cifras oficiales –no hay otras–, la pobreza se ha reducido al 12% de la población. Pese al crecimiento sin cese de la economía, todavía son notorias las desigualdades. Un buen número de ancianos se encuentra en el desamparo. Sobre todo los campesinos, que no cotizaron para sus pensiones y que se ven obligados a trabajar en labores penosas a pesar de su avanzada edad.
El tema que preocupa a los vietnamitas es el de la corrupción en el seno del Estado. Pero los jóvenes, aquellos que no conocieron la guerra, no quieren saber nada de la política. Los viejos tampoco parecen interesados en ella.
Resiliente como pocos, el pueblo vietnamita incursiona en el turismo, la alimentación, nuevos productos de agroexportación como el café, la pesca, la industria, productos electrónicos y otros cientos de ocupaciones con asombroso entusiasmo. Pero sobre todo, los vietnamitas se permiten soñar: “Imagine”, la canción de John Lennon, es la que acompaña el recorrido del museo.