En diálogo telefónico con LA NACION desde Petrozavodsk, en la república de Carelia, noreste de Rusia, el periodista Georgy Chentemirov midió cada una de sus palabras. “No. Esto mejor no lo escriba así como se lo dije. Cambiémoslo”. Finalmente, meditó bien la frase y afirmó con seguridad: “No me gusta esta operación que lanzó el gobierno en Ucrania. Mucha gente está muriendo y estamos sufriendo en Rusia un gran problema económico y un aislamiento internacional”.
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En un país donde son acalladas las voces discordantes con el gobierno, en muchos casos a sangre y fuego, Chentemirov tiene la valentía no solo de ser columnista del periódico digital Petrozavodsk Govorit, que publica toda la información sobre las protestas en Rusia contra la guerra, sino que dirige el Sindicato de Periodistas de Carelia. Esa organización gremial hizo la semana pasada una presentación en la Fiscalía General de la Nación “contra la censura” impuesta a la prensa en Rusia por el Roskomnadzor, el organismo que regula a los medios.
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Ante la consulta sobre las escasas posibilidades de éxito de esa apelación, Chentemirov dijo a LA NACION. “Entiendo que nos hemos quejado de la censura al organismo, que, quizás, acoge con agrado esta censura. Pero la Fiscalía General es el órgano que debería vigilar el cumplimiento de las leyes. Y, desde nuestro punto de vista, esto es una violación de la ley”.
Las medidas a las que se refirió Chentemirov y que afectan a todos los medios del país, fueron anunciadas el mismo día del inicio de la oficialmente llamada “operación especial” destinada a “mantener la paz” en Ucrania. El Roskomnadzor además de ordenar la supresión de cualquier referencia a civiles muertos en el conflicto en Ucrania, vetó la utilización de palabras como “invasión”, “ofensiva” o “guerra”, y sólo se puede usar información y “datos que se reciban de fuentes oficiales rusas”.
Pero los medios opositores, se las arreglan para esquivar la censura. Entre ellos el periódico digital Novaya Gazeta, cuyo director, Dimitri Murátov, fue galardonado el año pasado con el Premio Nobel de la Paz “por sus esfuerzos para salvaguardar la libertad de expresión”. Cabe recordar que su lucha no es sin riesgo. Seis periodistas de Novaya Gazeta fueron asesinados desde 2001, luego de publicar investigaciones críticas sobre el gobierno de Vladimir Putin.
Apelando a volteretas idiomáticas del idioma ruso, el sitio informó este domingo sobre las protestas en Moscú contra “usted ya sabe qué”, e incluso publicó entrevistas a los manifestantes que hablaron en contra de la “guerra” (en Occidente no está prohibida la palabra). “Nos enseñaron desde la infancia que [la palabra prohibida por Roskomnadzor] es mala. Y ahora todo se ha puesto patas arriba”, dijo uno de los jóvenes que participó de la marcha y que minutos después terminó arrestado por la policía en la plaza Manezhnaya, de la capital rusa.
Con el respaldo del Nobel, Murátov puede hablar estos días más directamente contra las acciones de un gobierno “dirigido por criminales”. “El comandante en jefe hace girar el ‘botón nuclear’ en sus manos como un llavero de un auto caro. ¿Es el siguiente paso un ataque nuclear? No puedo interpretar las palabras de Vladimir Putin sobre su arma de represalia de ninguna otra manera”, dijo Murátov.
Pero para otros periodistas y otros medios, la violación de la censura significa el cierre inmediato de su publicación. “Todo lo que no sea propaganda está siendo cerrado”, denunció el Premio Nobel.
Ecos de Moscú, la emisora de radio independiente fundada por disidentes soviéticos en 1990 y que simbolizaba las nuevas libertades en el país, fue cerrada por el gobierno. La vocera del Kremlin Maria Zakharova dijo este martes que la frecuencia será ocupada ahora por la cadena estatal Sputnik. TV Rain, una joven estación de televisión independiente que se autodenominaba “el canal optimista”, también tuvo que suspender sus operaciones.
En tanto, la televisión estatal muestra imágenes de cómo los soldados rusos son recibidos con flores y saludados en el Donbass, la región prorrusa de Ucrania, y por ahora solo reconoce la muerte de 500 efectivos rusos en Ucrania.
Pero en el país que, según Reporteros sin fronteras figura en el puesto 150 entre 180 países por sus limitaciones a la libertad de expresión, los periodistas también hacen su mea culpa sobre la situación de la prensa.
“No podría decir en qué momento perdimos nuestra libertad de expresión. Pero puedo nombrar una razón: hay un 70% de rusos que apoya la política del Estado, y no es una cifra dibujada. Eso lo vemos en los comentarios en las redes sociales, en las personas con las que uno habla en la calle. Hay gente muy concreta a la que conozco personalmente, y que escribe cosas que me parecían impensables. Esta es una tragedia personal para mí”, reconoció Chentemirov.
El presidente del Sindicato de Periodistas de Carelia concluyó con dolor. “Quizás esto sea culpa de los propios periodistas, que hicimos compromisos y cumplimos órdenes. Yo estoy entre ellos: hasta 2017 fui editor en jefe de una publicación gubernamental. Esto también es culpa nuestra: fácilmente aceptamos la presión y la soportamos”, concluyó.
Por Rubén Guillemí
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