Un estadista, un político siniestro, un criminal de guerra o una de las mentes más lúcidas del siglo XX y lo que va del siglo XXI. Con Henry Kissinger no hay medias tintas. O se le admira o se le odia. Los calificativos quedan cortos para graficar a uno de los hombres más influyentes, cuyos pensamientos y acciones formaron la política exterior estadounidense -y del mundo- desde la década del 60, con consecuencias que se sienten hasta hoy.
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El alemán de origen judío, nacionalizado estadounidense tras servir en la Segunda Guerra Mundial, cumplió este sábado 27 de mayo un siglo de vida y carga sobre sus espaldas una inmensa trayectoria, tanta que de él se han escrito libros, se han hecho tesis, documentales y se han creado teorías de la conspiración en torno a su figura y su pensamiento.
Lo cierto es que no ha habido funcionario más poderoso y determinante en la historia de los últimos 50 años, sea por sus decisiones en la guerra de Vietnam (que, paradójicamente, le valieron un Nobel de la Paz, un premio considerado un fraude por sus críticos), o las intervenciones militares en Camboya, Timor Oriental, Pakistán, Grecia y Angola, además de su recordada injerencia en Latinoamérica con el apoyo a las dictaduras de Chile y Argentina (el golpe de Estado de Augusto Pinochet tuvo su firma).
“Mucha gente lo considera o bien un exitoso practicante de la política exterior o, por el contrario, un practicante singularmente malvado, pero yo creo que es, posiblemente, el diplomático estadounidense más famoso del siglo XX”, ha dicho Thomas A. Schwartz, autor de “Henry Kissinger y el Poder Americano: Una biografía política”.
“Kissinger es considerado por algunos como el gran estadista del siglo XX, y otros lo consideran como un criminal de guerra, y yo estoy en ese grupo. Él carga con millones de muertos, y su influencia ha sido nefasta”, señala a este Diario el historiador Norberto Barreto, docente de la PUCP.
De la academia a la Casa Blanca
Antes de entrar al mundo de la política, y tras su paso por el Ejército, fue un académico de Harvard y formó parte de la élite de intelectuales que se forjó en la década del 50 en plena Guerra Fría y anticomunismo. Así, se convirtió en asesor de Nelson Rockefeller, un republicano que buscaba llegar a la Presidencia y con el que dio el salto a las altas esferas del poder.
Sus buenos contactos le hicieron posible llegar a la administración de Richard Nixon, quien lo designó en 1969 asesor de Seguridad Nacional. Desde entonces, los nombres y el legado de Nixon y Kissinger no se entienden el uno sin el otro.
Muchos consideran a Kissinger responsable de que la guerra de Vietnam continuara, pese a que había tratativas para la paz cuando Nixon aún no llegaba al poder y Lyndon B. Johnson era presidente. Documentos desclasificados años después señalan que Kissinger pasó información confidencial a la campaña de Nixon, y que terminaron convenciendo a los survietnamitas de no firmar ningún acuerdo.
Esta fue una clara muestra de cómo la política interna estadounidense y sus elecciones han sido determinantes en la política exterior, un precepto que siempre ha defendido Kissinger, quien pese a ser el responsable de la diplomacia de Washington, era un funcionario que se involucraba en todos los asuntos de la política local, volviéndose indispensable.
“Kissinger es la expresión de la ‘realpolitik´en su versión más macabra, cínica y sangrienta”, afirma Barreto, experto en política estadounidense.
Lo ocurrido en Camboya es una muestra de ello. Pese a que no era un país involucrado en la guerra, fue bombardeada incesantemente entre 1969 y 1970 solo con el fin de presionar a los comunistas en Vietnam. Unos 150 mil muertos, como mínimo, fueron el resultado del “daño colateral”.
Como ya dijimos, antes de inmiscuirse en la política, Kissinger fue un estudioso y su vasta obra académica lo demuestra. Sus múltiples ensayos sobre política exterior donde plasma su visión del mundo, así como sus experiencias en el poder han servido para dar título a decenas de libros, muchos de los cuales se han vuelto indispensables para diplomáticos o estrategas en seguridad, como “Diplomacia” o “El Orden Mundial”.
Apenas el 2022, a sus 99 años, publicó “Liderazgos”, donde recopila la obra de sus seis estadistas preferidos: Konrad Adenauer, Charles de Gaulle, Richard Nixon, Anwar Sadat, Lee Kuan Yew y Margaret Thatcher.
Recientemente se ha mostrado muy interesado en la inteligencia artificial (IA) y, de hecho, ha copublicado un libro al respecto -“La era de la IA”- junto con el expresidente de Google, Eric Schmidt, y Daniel Huttenlocher.
Sus logros
Sin embargo, en su ambigua trayectoria se le reconocen hitos importantes, como el acercamiento con China, que posibilitó la histórica reunión entre Nixon y Mao Zedong, y que dio pie al restablecimiento de relaciones diplomáticas entre Beijing y Washington.
Asimismo, durante su período se dio un deshielo de las tensiones con la Unión Soviética, que también hizo posible los acuerdos para la reducción de armas nucleares.
“Uno de sus momentos más destacados es la diplomacia que desarrolla Kissinger durante la guerra del Yom Kippur”, reconoce Barreto, en referencia al conflicto entre Israel y Egipto en 1973.
Ambicioso, buen negociador y manipulador, Kissinger supo ser el verdadero poder durante los años de Nixon y Gerald Ford, pero también ha sabido convertirse en el asesor indispensable de los gobiernos que siguieron, desde Reagan hasta Trump y Biden, de quienes ha sido crítico por sus posturas radicales contra China.
"Controla los alimentos y controlarás a la gente. Controla el petróleo y controlarás las naciones. Contra el dinero y controlarás el mundo".
Hillary Clinton, que fue secretaria de Estado, no ha dudado en calificarlo como “su amigo”, mientras que Obama lo llamó varias veces para escuchar sus consejos.
“Siempre existe esta especie de actitud polarizada hacia Kissinger: o el estadista heroico o el criminal de guerra”, dijo Schwartz en una conferencia de la Temple University. “Sin duda, él despierta la atención de la gente. El hecho de que siga vivo y activo en el sector público, que siga apareciendo y escribiendo durante más de 60 años. Eso es muy raro en la historia de Estados Unidos”, remarca.
“Kissinger ha sido muy hábil y los medios lo ayudaron mucho a generar esta imagen de hombre de Estado, de viejo sabio al que hay que recurrir porque es considerado la fuente de sabiduría, por supuesto a un buen precio”, señala Barreto.
“Un país que exige la perfección moral en su política exterior, no lograría la perfección ni la seguridad”.
El exsecretario de Estado, tras dejar oficialmente la Casa Blanca, se volvió asesor de otros líderes mundiales -sean demócratas o dictadores- así como empresarios, y ha formado parte de millonarias firmas de inversión así como grupos de asesoría, por lo que también ha sido acusado de ser juez y parte en decisiones de gobierno.
En el último año no ha dudado de hablar sobre la guerra en Ucrania, cómo evitar la Tercera Guerra Mundial y la confrontación con China, país en el que tiene un especial interés.
Aunque es difícil reducir su pensamiento en una frase, quizá la ambigüedad y complejidad de su figura puedan plasmarse en lo que le dijo a “The New York Times” en 1971: “El poder es el gran afrodisíaco”.
El 18 de febrero de 1976, Henry Kissinger visitó el Perú como parte de una gira por varios países de Sudamérica. En Lima estuvo 22 horas, tiempo suficiente para entrevistarse con el entonces presidente Francisco Morales Bermúdez en Palacio de Gobierno, además de visitar el Ministerio de Guerra y el Palacio de Torre Tagle.
“Es claro que el Perú se ha comprometido con determinación a construir una vida mejor para su propia gente. Su posición de líder dentro del tercer mundo es muestra de la preocupación que trasciende sus propias fronteras”, dijo el entonces poderoso secretario de Estado de EE.UU. durante una conferencia de prensa junto al canciller peruano, Miguel De la Flor Valle.
Sin embargo, tras bastidores, las palabras no fueron solo generalidades. Kissinger tomó buena parte de su tiempo en la reunión con De la Flor para conversar sobre la posibilidad de un acuerdo con Chile para darle mar a Bolivia, pidiendo sobre todo mayor información sobre el contexto histórico y qué pensaba hacer el Perú al respecto, según se detalla en documentos desclasificados por el Departamento de Estado.
"Nosotros no estamos comprometidos con una salida para Bolivia, pero en general favorecemos que se logre, sin un interés particular en ninguna solución", dijo Kissinger en la reunión.
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