El pragmatismo ante todo, parece ser la consigna diplomática de Qatar. Si es necesario reunirse con Dios y con el diablo para ganar réditos y convertirse en un mediador indispensable en la geopolítica global, los qataríes están yendo por ello. Ya probaron el poder del ‘soft power’ con la organización del Mundial 2022, y ahora quieren demostrar que pueden desenredar uno de los conflictos más complejos del Medio Oriente.
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Aunque el pasado viernes venció la tregua de siete días decretada entre Israel y el movimiento islamista palestino Hamás, tras casi dos meses de bombardeos y miles de muertos, por lo menos se pudo destrabar el nudo y llegar a un acuerdo que involucraba la liberación de prisioneros de ambos lados. Un enorme paso para la diplomacia del pequeño pero cada vez más influyente emirato.
La guerra está lejos del punto final, pero las negociaciones han puesto el foco en Qatar y cómo llegó a convertirse en un actor clave que es capaz de reunirse amistosamente con las potencias de Occidente y, al mismo tiempo, tejer influencias con Irán, con los talibanes de Afganistán y organizaciones como Hamás y Hezbolá. Todo en nombre de la diplomacia.
Justamente, sus históricas relaciones con Hamás son las que ahora están siendo útiles para el diálogo, dado que ni Estados Unidos ni mucho menos Israel están dispuestos a negociar frente a frente con los islamistas palestinos que desataron la masacre del pasado 7 de octubre, y necesitan de un país confiable para ambas partes.
Qatar tiene excelentes vínculos con Washington. De hecho, el presidente Joe Biden calificó al emirato como uno de sus “socios estratégicos más importante fuera de la OTAN”. Y un dato no menor: alberga en sus aguas a Al Udeid, la mayor base aérea estadounidense entre Europa y Japón. Con Israel los vínculos no son estrechos -de hecho, ambos no mantienen relaciones diplomáticas oficiales- pero el nivel de diálogo es lo suficientemente óptimo para que el gobierno de Benjamin Netanyahu los considere un interlocutor válido.
Dinero catarí en Gaza
Del otro lado, las relaciones de Qatar con Hamás no son superficiales. Desde el 2012 alberga en Doha, su capital, las oficinas políticas del movimiento islamista, donde también viven su principal líder, Ismail Haniyah, y el jefe del buró político del grupo, Khaled Mashaal.
No solo eso. Qatar financia la administración pública gazatí y se calcula que el apoyo económico que brinda desde el 2014 ha superado los más de 1.000 millones de dólares.
“El gobierno de Qatar ha financiado al gobierno de Hamás en Gaza, pues le entregaba unos 30 millones de dólares cada mes. Diplomáticos cataríes viajaban de Doha hasta Tel Aviv, e Israel les permitía viajar con ese dinero hasta Gaza, con el que pagaban a los servidores públicos gazatíes”, cuenta a este Diario el Dr. Mohamed-Badine El Yattioui, profesor de Relaciones Internacionales en la Universidad Americana en los Emiratos Árabes Unidos.
Pero la guerra en Gaza no es el único conflicto en el que Qatar ha intervenido. También fue mediador entre Israel y Hamás en el 2014, y en el 2021 albergó las negociaciones entre Estados Unidos y los talibanes, antes de que los extremistas recuperaran el control de Afganistán. De hecho, la mayoría de vuelos que salían desde Kabul con miles de afganos que huían del régimen represor llegaban primero a Qatar.
“Qatar quiere tener la capacidad de ser el único país del Medio Oriente que puede hablar con todos los actores, sean los países del Golfo Pérsico, Irán, Israel, los talibanes o Hamás”, agrega el experto.
¿Diplomacia o negocios?
Con casi 3 millones de habitantes y la mitad del tamaño de Ica, el pequeño emirato ha sabido resaltar entre sus inmensos y poderosos vecinos árabes, quienes incluso le impusieron un embargo entre el 2017 y 2021 justamente por los complejos vínculos de Qatar con organizaciones extremistas.
Qatar es uno de los principales exportadores de gas y ha convertido su riqueza hidrocarburífera en una herramienta de negociación e influencia geopolítica. De hecho, tras la guerra en Ucrania, los países europeos debieron mirar hacia Doha para poder sobrellevar la falta de gas ruso. Sus inversiones en compañías aéreas, en equipos de fútbol y emblemáticas empresas occidentales no le han impedido tampoco tener buenas relaciones con China y Rusia, los otros dos dolores de cabeza de Estados Unidos.
“Ellos están tratando de volverse más relevantes en la escena internacional. Pero, además, hay una motivación económica porque Qatar no está interesado en tener otra guerra en la región, porque eso no es bueno para sus negocios ni tampoco para la imagen del Medio Oriente, por eso para Qatar es muy importante que se termine esta guerra lo más rápido posible”, afirma desde Brasil Rubens Duarte, especialista en seguridad y coordinador del World Political Analysis Laboratory.
Gracias a los finos hilos que han ido tejiendo con los años, la diplomacia catarí busca proyectarse como un actor de enorme influencia, y no hay duda que lo viene logrando. Si consigue una nueva tregua entre Israel y Hamás, y eventualmente el fin de los bombardeos, el pequeño emirato dejará su huella en la historia.
Su familia rige el emirato desde la segunda mitad del siglo XIX. El actual emir tiene 43 años y llegó al trono en el 2013 luego de la abdicación de su padre, Hamad bin Khalifa Al Thani. Estudió en el Reino Unido. Fue uno de los principales gestores para que su país fuese elegido como sede del Mundial 2022.
También de 43 años, es el encargo de la diplomacia qatarí desde el 2016 y es uno de los actores claves en las negociaciones entre Israel y Hamas. Licenciado en Economía y Administración de Negocios por la Universidad de Qatar, se desempeñó como director de asuntos económicos de la familia Al Thani entre el 2005 y 2009.
Con una maestría en Ciencias de la Computación y otra en Políticas Públicas, la diplomática fue la primera mujer en ocupar el cargo de portavoz del Ministerio de RR.EE. de Qatar. Está en su actual puesto desde marzo del 2023. Tras el estallido de la guerra entre Israel y Hamas, fue la primera funcionaria extranjera en visitar la Franja de Gaza.
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