Renzo Giner Vásquez

Pocos crímenes son tan aberrantes como el . Hace unos días diversos medios internacionales recordaron el caso de Marianne Bachmeier, una mujer que en 1981 acudió al tribunal donde se juzgaba al violador y asesino de su hija Anna, de 7 años, y terminó abatiendo a tiros al culpable.

MIRA: La mamá que no esperó el veredicto y asesinó al violador de su hija en el juicio

El caso generó en su momento un extenso debate en Alemania entre quienes justificaban la reacción de Bachmeier y los que defendían que los acusados sigan los procesos judiciales establecidos. Lo cierto es que la mujer terminó siendo condenada a seis años de prisión aunque fue liberada antes de cumplir la mitad de su sentencia.

El de Bachmeier, sin embargo, no es el único en el que un padre ha preferido hacer justicia por mano propia en lugar de esperar a que un tribunal regular juzgue al agresor de su hijo.

Marianne Bachmeier junto a su hija Anna, quien a los 7 años fue abusada sexualmente y asesinada por uno de sus vecinos.
Marianne Bachmeier junto a su hija Anna, quien a los 7 años fue abusada sexualmente y asesinada por uno de sus vecinos.

ESCONDIDO A PLENA VISTA

Tres años después del caso de Bachmeier, un caso similar remeció a la sociedad estadounidense.

Jody Plauché, un niño de 11 años, asistía a clases de karate en un gimnasio ubicado en Baton Rouge, Luisiana, y dirigido por Jeffrey Doucet, de 25.

Lo que Gary, padre de Jody, no sabía era que durante el año que el niño llevaba entrenando ahí había sufrido de abusos sexuales por parte de Doucet. A finales de febrero de 1984, el instructor secuestró a Jody y lo llevó hasta un hotel de Anaheim, California, en la otra punta del país.

MIRA: “Nuestra madre mató con un cuchillo al hombre que nos abusó”

Según el testimonio posterior del menor, en aquel lugar Doucet abusó en múltiples ocasiones de él. La astucia del niño le permitió convencer a su agresor para poder llamar a su madre, lo que guió a la policía hasta su ubicación.

Doucet fue detenido y Jody pudo volver junto a su familia el 1 de marzo. Gary, por su parte, declaró durante una entrevista posterior la impotencia que sintió al escuchar los informes sobre los abusos que sufrió su hijo.

Quince días después del regreso de Jody, las autoridades trasladaron a Doucet a Luisiana para enfrentar a la justicia. Un trabajador de la televisora local WBRZ-TV le dio detalles a Gary sobre la llegada de Doucet.

A las 9:30 de la noche, el acusado aterrizó escoltado por una reducida cantidad de agentes. Las cámaras de televisión registraron su llegada. En la toma, además, se veía a un sujeto con gorra y lentes oscuro parado en el pasillo por el que pasaría el acusado.

Cuando Doucet apareció en escena, el misterioso hombre desenfundó un arma y le acertó un disparo en la cabeza. Un agente lo detuvo luego de eso al grito de: “¿Por qué, Gary, por qué?”.

Gary Plauché había decidido actuar contra el abusador de su hijo. Doucet falleció al día siguiente del ataque. Plauché, por su parte, pasó pocos días en cárcel antes de que se le otorgue libertad condicional y le ordenen cumplir con tareas comunitarias.

Según narró Jody , su padre nunca se arrepintió de haber asesinado a Doucet.

La sociedad convirtió a Gary en un símbolo de justicia popular y hasta recibió el perdón divino. “El sacerdote local le lavó los pies y le dio la absolución y el perdón de Dios, así que creo que eso lo ayudó mentalmente a lidiar con el evento”, detalló Jody en la entrevista.

CENA MORTAL EN LA INDIA

En el pobre barrio de Chandu Nagar, ubicado al noreste de Delhi, en la India, una familia llevaba cinco años rentando una habitación a un viejo conocido de la familia.

Se trataba de un hombre de 45 años que provenía de la misma aldea que sus caseros. La confianza que mantenían, sin embargo, se rompió a finales del 2014.

El padre de la familia que acogía al hombre lo invitó a cenar una noche de octubre. Acto seguido, le pidió a su esposa que se fuese a dormir junto a sus seis hijos, él se quedaría conversando con el inquilino.

El hombre se había enterado de que semanas atrás el inquilino había abusado sexualmente de su hija de 13 años. La niña se lo había confesado luego de ir al doctor y descubrir que estaba embarazada.

Al ser encarado, el inquilino se burló del hombre quien procedió a amarrarlo y amordazarlo. Calentó una espátula y le quemó los genitales. Lo torturó hasta matarlo.

La habitación donde un hombre asesinó a su inquilino a quien su hija de 13 años señalaba de haberla violado.
La habitación donde un hombre asesinó a su inquilino a quien su hija de 13 años señalaba de haberla violado.
/ BBC

Horas después, el mismo hombre acudió a la policía para entregarse y confesar el asesinato. “Dijo que había cometido un error, que había matado a alguien”, .

El hombre, cuya identidad nunca fue revelada por protección judicial, pasó a ser considerado un héroe local dentro de una sociedad aquejada por la desenfrenada violencia sexual contra las mujeres. La justicia, sin embargo, lo acusó de asesinato, un delito por el que enfrentaba hasta 25 años de cárcel.

Se desconoce si el hombre fue sentenciado finalmente.

EL HONOR DE SU HIJA

El 20 de octubre del 2019, la hija de cinco años de Fernando Matías Vila se quejaba de un dolor en el pecho. Cuando la pequeña entró al baño con su madre le confesó que José Dagoberto López Uribe, el hombre de 66 años que vivía frente a su casa, le había “hecho daño”.

Las descripciones de la niña indicaban que el sujeto había abusado sexualmente de ella. La situación llenó de ira a Vila, quien cogió un cuchillo que estaba sobre la mesa de la cocina, subió a su moto y se dirigió a la casa de López.

Todo sucedió en la calle El Resero, en la ciudad de Bahía Blanca, provincia de Buenos Aires.

“Sinceramente no me acuerdo mucho, bajé de la moto y lo encaré, lo maté. Tampoco sabía que lo había matado hasta que me entregué”, narró Vila a las autoridades luego de entregarse.

Vila terminó siendo acusado por la Fiscalía bajo cargos de homicidio simple, un delito que contempla una pena de entre 8 y 25 años. Recién a inicios de este año, sin embargo, un jurado popular decidió que Vila solo recibiría una pena menor de 3 años debido a que actuó en defensa del honor de su hija.

“MATAR O MORIR POR MIS HIJOS”

Era febrero del 2006 cuando el pequeño barrio de Santa Eudóxia, en Sao Paulo, fue remecido por un estremecedor caso.

Maria do Carmo Ghislotti se encontraba en la cocina de su casa cuando escuchó a su marido gritar desde el patio que unía su casa con la del vecino.

El hombre había visto a su hijo de 3 años salir de casa del vecino con los pantalones abajo. Detrás de él, Robson Francelino, de 15 se escondía luego de haber abusado sexualmente del menor.

Ante la impotencia de no poder reaccionar contra Francelino, Maria y su esposo llamaron a la policía. Los tres fueron llevados a la comisaría donde, según narró posteriormente la mujer, el agresor se burló asegurando que saldría impune por ser menor de edad.

La mujer no controló más la ira, tomó un cuchillo que estaba sobre el marco de una ventana en la dependencia policial y se lo enterró a Francelino, matándolo en el acto.

Maria do Carmo Ghislotti fue encarcelada pero días después un juez le concedió libertad condicional hasta que se celebre el juicio en su contra. Desde la cárcel, la mujer aseguró que en una situación similar “mataría o moriría” por defender a sus hijos.

En noviembre de ese mismo año, un jurado libró de toda condena a la mujer, asegurando que había actuado en defensa del honor de su hijo.

Maria do Carmo Ghislotti fue absuelta de los cargos en su contra luego de que un jurado de Sao Paulo considerara que asesinó al violador de su hijo de 3 años en defensa de su honor.
Maria do Carmo Ghislotti fue absuelta de los cargos en su contra luego de que un jurado de Sao Paulo considerara que asesinó al violador de su hijo de 3 años en defensa de su honor.

UN CRIMINAL RECURRENTE

Una noche de otoño del 2014, Sarah Sands salió de su casa al este de Londres vistiendo una polera y armada con un cuchillo. Se dirigió a la casa de su vecino, Michael Pleasted, un hombre de 77 años.

Pleasted abrió la puerta y recibió ocho puñaladas. Sands se había enterado de que había violado a sus tres hijos, de 11 y 12 años.

Sands y su familia habían mantenido durante años una buena relación con Pleasted, a quien la mujer consideraba “un adorable viejito”, .

Las cámaras de seguridad registraron cuando Sands se dirigió al departamento de Pleasted para asesinarlo.
Las cámaras de seguridad registraron cuando Sands se dirigió al departamento de Pleasted para asesinarlo.
/ Cámaras de seguridad

Una tarde, los tres hijos de Sands le confesaron que habían sido abusados sexualmente por Pleasted cuando acudían a ayudarlo en reparaciones dentro de su apartamento. La mujer denunció al anciano, quien enfrentó cargos por acoso y abuso sexual de menores.

Dentro del proceso, sin embargo, Pleasted fue puesto en libertad condicional y le permitieron regresar a su vecindario hasta que se dicte una sentencia en su contra.

La decisión llenó de impotencia a Sands, quien se había mudado junto a sus hijos a la casa de su madre, unas cuantas calles más lejos de la vivienda de Pleasted.

Según declaraciones posteriores de Sands ante la justicia británica, acudió al departamento de Pleasted para decirle que se declare culpable y evitar que sus hijos tengan que atestiguar ante la corte. El hombre le respondió que sus hijos mentían. Fue la última provocación que Sands soportó.

Tras asesinar al anciano, Sands se entregó a las autoridades. Fue condenada a tres años y medio de prisión por el crimen, pero luego su pena ascendió hasta los 7 años y medio, de los cuales cumplió cerca de cuatro antes de ser liberada.

Al ser consultada sobre si se arrepentía de haber asesinado a Pleasted, Sands dijo estarlo “absolutamente” pues “he traído vida al mundo, nunca se me ocurrió que sería culpable de quitársela a alguien más”.

Contenido Sugerido

Contenido GEC