América Latina vive tiempos más que complicados. Mientras en el Primer Mundo se vacunan a una velocidad envidiable, la pandemia está lejos de abandonarnos. La crisis sanitaria ha traído crisis económica, desempleo, mucho descontento social y muerte. Las recientes protestas en Colombia son solo un ejemplo de ello. Y en el Perú, además, asistimos a una de las elecciones más desafiantes de los últimos tiempos. De todo ello conversamos con Moisés Naím (1952), el reconocido ensayista y escritor venezolano.
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- Usted ha hablado recientemente de la necrofilia ideológica, este amor por ideas muertas en los políticos latinoamericanos. ¿A qué ideas y a qué políticos se refiere?
La necrofilia es una perversión que sufren algunos seres humanos que sienten una apasionada atracción por los cadáveres, entonces yo inventé esta versión política y la llamé necrofilia ideológica, que es el amor apasionado por ideas muertas, aquellas que han sido probadas una y otra vez y siempre terminan en fracasos, miseria, hambre, desigualdad, corrupción. Pero sin embargo, como son tan tentadoras, prometen mucho y crean muchas esperanzas. Entonces, es muy fácil recurrir a las ideas muertas para tratar de conseguir seguidores políticos. En América Latina lo hemos visto, por ejemplo, con Andrés Manuel López Obrador en México, que cuando llegó la pandemia dijo que la manera de enfrentarla era con amuletos. El resultado fue que México se convirtió en uno de los países más afectados del mundo. Algo muy parecido dijo Jair Bolsonaro. Y aquí la ideología no importa, porque las malas ideas, las ideas muertas, tienen demanda y son utilizadas tanto por la derecha como por la izquierda.
- Estas ideas muertas, entonces, son políticas erradas que usan líderes tanto de derecha y de izquierda…
Correcto. Causan catástrofes económicas, miseria humana, sufrimiento, retardo, subdesarrollo.
- En Chile, el movimiento social del 2019 logró que se discuta el cambio de Constitución, y en las recientes elecciones la derecha ha quedado muy disminuida. De hecho, la ganadora en Santiago es del Partido Comunista. ¿Cómo se explica este fenómeno en el país modelo del liberalismo latinoamericano?
Chile es un país muy polarizado y desigual, donde se crearon las condiciones para que ocurriera esto. La desesperación, la frustración, la pandemia…pero esto no es exclusivo de Chile. Donald Trump, que no es del Partido Comunista de Estados Unidos, también aprovechó ese sentimiento de frustración para llegar al poder. Esto es un fenómeno global.
- Colombia pasa por una crisis social y política muy fuerte, atizado por la crisis sanitaria. ¿Este descontento es solo producto de una mala gestión del presidente Duque?
Es muy difícil ser presidente de un país que sufre por la pandemia, donde hay que tomar decisiones muy impopulares, como cerrar la economía o ponerle limitaciones al tránsito de las personas, mientras están los hospitales desbordados. Es un país que antes de la pandemia ya tenía una gran polarización política y que estuvo en guerra durante muchos años. Con respecto a los disturbios en las calles de América Latina, siempre aparecen tres argumentos que son las tres C: conspiración, combustión espontánea y copia.
En Chile pasó, en Brasil, Ecuador y ahora en Colombia, donde aparece el argumento de que estos actos de violencia en las calles están organizados y forman parte de una conspiración internacional. Otro tema recurrente es que esto es combustión espontánea, que hay una cantidad de lamentos, quejas, reclamos, insatisfacciones de la población que simplemente arden, y en un momento algo ocurre, que es un gatillo que hace que haya un incendio muy nutrido por todas estas frustraciones y esta situación social tan difícil. Y el tercero es la copia, la gente ve que hay manifestaciones en otras partes del mundo y cómo las actividades callejeras convocan y mucha gente se siente identificada.
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- En las diversas manifestaciones que ha vivido últimamente América Latina, como en Colombia, está muy presente el tema de la desigualdad, esta brecha social y económica que cada vez está más amplia y que los líderes de los países no saben cómo atender…
No hay duda que aquí la desigualdad, la discriminación y la exclusión son temas muy importantes, pero eso está en todas partes. Chile y Colombia son de los países más desiguales de América Latina. Brasil es el país más inequitativo en la distribución del ingreso y la riqueza en el mundo. La desigualdad siempre ha sido una maldición, una plaga que tiene América Latina.
- En el Perú tenemos ahora este choque entre la derecha y la izquierda. Una candidata defendiendo el modelo, y un candidato antisistema, en medio de una campaña electoral donde hay una mezcla de conceptos utilizados a la ligera. ¿Cómo se ve nuestra elección en el contexto latinoamericano?
En toda América Latina, los políticos han descubierto que se puede terminar con las presidencias, es decir, que el período constitucional no debe ser respetado. Y en el Perú no hay nada más seguro que terminar en la cárcel que siendo presidente del país. Por supuesto que hay todo tipo de utilización del lenguaje, pero el lenguaje de izquierda y derecha no funciona tanto. Hemos visto presidentes en América Latina como Michelle Bachelet o Ricardo Lagos en Chile, que eran de izquierda pero cuyas políticas económicas fueron consideradas de derecha; lo mismo pasó con Lula da Silva o Dilma Rousseff en Brasil, o Evo Morales en Bolivia, cuyas políticas económicas eran claramente las que le decía el FMI. Entonces, las palabras socialismo, comunismo, derecha, izquierda, no funcionan tanto. Lo que sí es alarmante es ver el tipo de ideas que trata de defender Pedro Castillo, que es uno de los principales usuarios de la necrofilia política en América Latina. Él representa la antipolítica, el no saber exactamente qué quiere pero que tiene que ser distinto a otro, y atrae a aquellos que no creen en la política y siguen la famosa consigna “Que se vayan todos”.
- ¿Cómo considera la opción de Keiko Fujimori? ¿Realmente representa a la democracia, como dice en campaña? Su trayectoria política no muestra precisamente un apego a las prácticas democráticas…
En política casi nunca hay la posibilidad de escoger entre una buena opción y otra igual de buena. Cada vez con más frecuencia, los votantes en todas partes del mundo se ven obligados a escoger al “menos malo” de los candidatos. Los errores, defectos y limitaciones de Keiko Fujimori son conocidos. Cabe esperar que su ya larga experiencia política le haya dejado enseñanzas, incluyendo un apego más fuerte a los valores de la democracia. Si yo fuese peruano preferiría equivocarme votando por Keiko Fujimori que arrepentirme de haber votado por Castillo.
- ¿Cómo se puede gobernar con una mayoría de la ciudadanía que los rechaza abiertamente? El 70% de los electores no optó por ninguno de los dos en primera vuelta, y ese porcentaje volverá a las urnas con temor y mucho desagrado…
Hace falta un gran acuerdo social de volver a convocar al país, a buscar reglas, acuerdos, y hacer un poco de limpieza, porque también es cierto que el Congreso peruano es una vergüenza. Uno ve las trayectorias de los legisladores y las cosas que han hecho un número significativo de ellos y da miedo que el país esté en manos de estas personas.
- Venezuela nuevamente forma parte de una campaña electoral. ¿Es Venezuela un país comunista?
Por supuesto que no, y Venezuela es un buen ejemplo de cómo las palabras son utilizadas para engañar. La destrucción de la economía venezolana a manos de Chávez y Maduro no tiene equivalente en la historia económica del mundo. Venezuela sufrió destrucciones más importantes que las que ocurren en una guerra. El país tiene políticas socialistas y Maduro se llama así mismo un socialista, pero al mismo tiempo él preside sobre la mayor privatización que está ocurriendo en América Latina hoy en día, donde el Estado no existe sino que hay contrabandistas y traficantes de carteles de la droga. El dólar estadounidense es la moneda que se usa informalmente, y es la única que se puede utilizar porque la moneda venezolana no tiene valor. Y la respuesta que le ha dado Maduro a esto es totalmente neoliberal. Ellos que denunciaban el capitalismo, se han convertido en los más intensos usuarios del capitalismo salvaje, inhumano y depredador.
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- Ahora hablando de Estados Unidos, Joe Biden ha propuesto un inmenso paquete de medidas económicas, que aún tiene que pasar por el Senado. ¿Es viable una inversión estatal de ese calibre? A Bernie Sanders justamente lo criticaban por ese tipo de ofrecimientos…
Yo escribí una columna sobre eso, y cito a varios importantes economistas que dicen que esta política de gastos de Biden es necesario, y yo la apoyo, porque no es un estímulo sino un rescate a familias y pequeñas empresas en bancarrota afectadas por el Covid-19. No obstante, aunque sí hace faltan políticas económicas de rescate y de estímulo, creo que el paquete fiscal es demasiado ambicioso y excesivo y puede traer consecuencias inflacionarias graves, y eso repercute en todo el mundo.
- ¿Cómo ha cambiado el panorama geopolítico con la pandemia y las vacunas?
Lo que ha revelado la pandemia son dos cosas: la desigualdad que existía la hizo patente, es muy claro que hay una mala distribución del sufrimiento, pues quienes menos tienen están sufriendo más. Y lo segundo, es que la pandemia es un ejemplo muy potente de globalización. Es un virus que comienza en el centro de China, salta a Europa a gran velocidad, llega a Estados Unidos y luego a todo el mundo. Llega a América Latina, donde la región tiene el 35% de todos los muertos del mundo pese a que representa el 8% de la población del planeta. Claramente la pandemia es un fenómeno global, y los países, en vez de responder a una amenaza global, lo hicieron a nivel nacional, con sus propias políticas. Todo esto contribuye a un ambiente muy difícil de entender e interpretar, porque están ocurriendo a gran velocidad cosas muy duras que no habían ocurrido hasta ahora. Por eso, es bueno terminar recordando una frase de Ortega y Gasset: “No sabemos lo que nos pasa. Y eso es lo que nos pasa”.
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