Milagros Asto Sánchez

El cielo de Nueva York se tiñó de naranja y residentes y turistas evocaron escenas del apocalipsis o de una película de terror. Pero lo que veían sus ojos era mucho más real. La inmensa metrópoli resgistró la peor calidad del aire del mundo a causa del humo emanado por los incendios forestales en Canadá.

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