La odisea de los refugiados norcoreanos hacia Corea del Sur
La odisea de los refugiados norcoreanos hacia Corea del Sur

Cuando Minhee Kim vio por primera vez los carteles de la bomb sale ("liquidación bomba") en cada esquina de Seúl, ella creyó que estaban promocionando explosivos. En realidad, así llaman en Corea del Sur a la temporada alta de descuentos, pero no lo sabía. 

Estaba viviendo, a sus 29 años, los primeros meses en ese país capitalista, recién llegada del régimen comunista de Corea del Norte tras una larga odisea en la que se enfrentó a todo tipo de riesgos, como el tráfico de personas, la explotación laboral e incluso la muerte.

Minhee explica a La Nación de Argentina, en un informe de Julieta Nassau, los dos motivos que la llevaron a dejar Corea del Norte. Algo que tenía y algo que quería: "Por hambre y libertad", argumenta esta mujer de 37 años, en un hotel de Seúl, junto a otro refugiado norcoreano, Baek-Min. Ambos (que pidieron resguardar sus verdaderas identidades) reflejan la dramática situación de los migrantes de la península, dividida hace 63 años.

"Mi familia tiene una historia triste. Mi hermano mayor murió en Corea del Norte con Kim Jong-il por hambre", dice Minhee en inglés, e inmediatamente pasa al coreano para poder contar su historia.

Durante la crisis económica de 1997, su hermano mayor viajó a China para trabajar en una granja y reunir dinero. Hacerlo estaba prohibido en el régimen de Kim Jong-il (el fallecido padre del actual líder de Corea del Norte, Kim Jong-un), por lo que fue detenido y encerrado en una prisión, donde el ambiente era "muy duro". Murió allí al año siguiente.

"Fue un shock psicológico muy fuerte para la familia. Ahí nos dimos cuenta de que no había manera de salir del régimen: o éramos castigados o nos moríamos de hambre. Estábamos muy tristes. Cambió nuestra perspectiva sobre Corea del Norte", recuerda. Esa fue la semilla que sembró la idea de la huida.

Para Minhee, su vida en Corea del Norte es sinónimo del líder supremo que gobernó con mano de hierro el país entre 1994 y 2011. 

"Kim Jong-il era casi Dios en Corea del Norte. Todos lo respetaban y le estaban más agradecidos a él que a sus padres", dice, sobre una figura que se aprende a venerar desde la escuela. Cuando él murió repentinamente, ella ya vivía en Seúl. "Lloré, pero no por sentir que perdí a un gran líder, sino porque me di cuenta de que era un ser humano mortal, y que mi vida había sido destruida por un hombre, sólo un hombre", señala.

— La inaccesible verdad, desde adentro —

Distinta es la historia de Baek-Min, un veterano del Ejército Popular de Corea y ex funcionario norcoreano de 46 años. Desde adentro, empezó a develar verdades a la que pocos tenían acceso. La primera también fue durante la crisis del 97. "Kim Jong-il salió a decir que todos tenían que trabajar tan duro como él. Yo sabía que él nunca trabajaba y que en realidad mataba a la gente de hambre", reflexionó entonces.

La imagen de una reunión de familiares separados tras la Guerra de Corea. (Foto archivo: AP)
 

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En 2011, él sintió que había muerto "el hombre que arruinó a Corea del Norte y fortaleció la dictadura", y puso su esperanza en Kim Jong-Un. Con la desilusión de que el heredero del poder era más autoritario que su padre, y motivado por la información que le llegaba por los medios surcoreanos, Baek-Min finalmente escapó en 2014, sintiendo que sus 18 años de servicio en el Ejército de Corea del Norte habían sido "miserables".

Desde el final de la Guerra de Corea -que dejó casi tres millones de muertos entre 1950 y 1953-, unos 29.000 norcoreanos escaparon de su país para refugiarse en el Sur, según el Ministerio de Unificación de Seúl. En 2015, el país recibió a un total de 1277 norcoreanos, menos de la mitad de los 2706 de 2011, el año previo a que Kim Jong-Un reforzara la seguridad fronteriza.

"Corea del Sur es la opción natural para los refugiados porque para ellos, todo es Corea", explica a La Nación Sokeel Park, director de Investigación y Estrategia de Liberty in North Korea, una ONG que rescata a refugiados norcoreanos en China y los ayuda a instalarse en Corea del Sur o Estados Unidos.

— De Norte a Sur —

Minhee llegó a Corea del Sur en 2008, después de una extensa y costosa travesía. Si bien la península coreana tiene una superficie similar a la de Chaco, llegar al Sur desde el Norte puede llevar meses. En el caso de Minhee, fueron seis. Es que la frontera está colmada de minas, por lo que hay que desviarse en un largo recorrido.

El camino más común es el que hizo ella: sobornó a los soldados norcoreanos en la frontera norte para poder cruzar el río Tunmen y llegar a China. Allí, con la asistencia de un broker (un intermediario que facilita la llegada a Corea del Sur a cambio de dinero) tomó un tren que la llevó al sudeste asiático. "En el viaje hay que escuchar y hacer todo lo que el broker dice", señala Minhee, con la voz muy baja. En Laos, acudió a la embajada surcoreana y se tomó un avión hasta Seúl.

Dos mujeres protestan en Seúl para poder reencontrarse con sus familiares en Corea del Norte. (Foto archivo: AP)
 

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Durante su huida del régimen, los norcoreanos pueden ser detenidos y enviados a un campo de prisioneros políticos -caracterizados "por abusos sistemáticos y a menudo unas condiciones letales", según Human Rights Watch-; condenados a trabajo forzado; o incluso ser asesinados a tiros durante el escape.

Permanecer en China también es un desafío. En la clandestinidad están expuestos a la explotación laboral y sexual, y, por la creciente cooperación entre Beijing y Pyongyang, pueden ser torturados y devueltos a Corea del Norte.

"Cuando son detenidos o repatriados por la fuerza, los funcionarios de Corea someten a los refugiados sistemáticamente a persecuciones, torturas, detenciones arbitrarias prolongadas y, en algunos casos, a violencia sexual. Las mujeres repatriadas que se encuentran embarazadas son regularmente obligadas a abortar y los niños nacidos de mujeres repatriadas son con frecuencia asesinados", denuncia un informe de la ONU de 2014.

— La nueva vida —

Una vez que los refugiados alcanzan Corea el Sur, deben someterse a un largo interrogatorio para que las autoridades descarten que sean espías y luego internarse por tres meses en el centro Hana, una suerte de "escuela de capitalismo".

"No es fácil adaptarse a la sociedad surcoreana. Pero mi actitud fue: «Si soporté a Corea del Norte, ¿por qué no Corea del Sur?»", plantea Baek-Min.

Según enumera, las principales dificultades son la soledad, la discriminación y la adaptación a un sistema donde ellos deben elegir sus carreras -una libertad que no tienen en Corea del Norte- y mantenerse económicamente.

Minhee describe que los primeros tres años son los más duros, "pero en cuanto se aprende el capitalismo y a mantener la propia vida, la insatisfacción decrece".

"Es una diferencia generacional. Corea del Norte es Corea del Sur hace 50 años. Es Corea del Sur antes del desarrollo económico, la democratización, y la globalización", compara Sokeel.

Aunque el gobierno de Seúl tiene un plan de integración para los refugiados, que incluye asistencia económica por cinco años y facilidades para trabajar y estudiar (porque la educación norcoreana no es reconocida en el Sur), los norcoreanos se enfrentan con obstáculos para evitar la discriminación y conseguir empleos de calidad para mantenerse.

En su caso, Minhee dicta clases sobre Corea del Norte mientras que Baek-Min trabaja en Free North Korea, la primera radio de refugiados que transmite desde Corea del Sur hacia el Norte. Confía en que ese medio, como le sucedió a él, ayude a derribar los mitos del régimen comunista y a borrar la frontera roja que lo separa de su familia.

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Fuente: La Nación,GDA

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