La masacre en el semanario satírico francés Charlie Hebdo, de la que mañana se cumple un año, reveló la dimensión real de la amenaza yihadista sobre Francia, que todavía debate hoy cómo hacerle frente con medidas que suscitan reacciones encontradas.
El ataque sucedió poco después de las 11.30 de la mañana del 7 de enero del 2015, los hermanos Said y Cherif Kouachi irrumpieron en la sede de la revista, en el este de París, que estaba en el punto de mira de los integristas por sus polémicas viñetas sobre Mahoma.
Se dirigieron al segundo piso del lugar, donde se celebraba el consejo de redacción para preparar el próximo número, y allí asesinaron a sangre fría a ocho miembros de Charlie Hebdo, a un invitado y a un policía que hacía de escolta.
Entre los fallecidos están las leyendas de la caricatura como el director del semanario, Stéphane Charbonnier "Charb", Jean Cabut "Cabu", Bernard Verlhac "Tignous", Philippe Honoré y Georges Wolinski.
En un número especial publicado hoy con motivo del aniversario de la tragedia, la revista repasa los hechos pormenorizadamente, con la ayuda de varios testigos.
Esa mañana, los dibujantes y periodistas de Charlie Hebdo se habían enfrascado en una discusión sobre "los jóvenes franceses que eligen la yihad", con opiniones opuestas y "virulentas".
La reunión de la redacción quedó interrumpida con la irrupción de los hermanos Kouachi, encapuchados y armados con kalashnikov, que después de haber matado a un empleado de mantenimiento del edificio tomaron como rehén a una de las dibujantes de la revista, Coco.
Coco explica que subió hasta la segunda planta y allí, "paralizada", marcó el código de la puerta "como una autómata" y los terroristas empezaron a disparar.
Luz, uno de los dibujantes, llegó tarde a la revista porque ese día era su cumpleaños y "lo había celebrado en la cama con mi mujer, dos galletas y una vela".
Para excusarse por su retraso, había comprado un roscón de Reyes y, cuando se acercaba al edificio, le advirtieron de que no entrara porque había una toma de rehenes.
El dibujante vio entonces salir a los dos terroristas: "Los vi caminar hacia atrás, con pasos de bailarín, como en una especie de coreografía. Estaba de piedra, concentrado en lo absurdo de la dimensión gráfica que veía".
Fiel a su estilo, el último número del semanario es también antirreligioso, con una polémica portada que acusa al dios de las religiones monoteístas de ser el asesino del Charlie Hebdo y alerta de que este "sigue suelto".
Las críticas vertidas desde diferentes estamentos llevaron hoy a la organización Reporteros Sin Fronteras a denunciar la instauración de lo "religiosamente correcto", que amenaza la libertad de expresión y que representa un "serio peligro" para el periodismo.
El atentado era el ataque más sangriento en territorio francés desde la guerra de Argelia hasta que la matanza del 13 de noviembre pasado en las terrazas de París y la sala Bataclan (muy cerca de la redacción del Charlie Hebdo) estableció una nueva y trágica marca, con 130 víctimas.
La agresión yihadista a la publicación satírica suscitó una reacción ciudadana sin precedentes bajo el lema "Je suis Charlie", que quiso reivindicar los valores de libertad de expresión y de laicismo de la República.
Pero también desató una serie de medidas lanzadas por el presidente del país, François Hollande, multiplicadas tras los atentados del 13-N.
Después de los ataques al Charlie Hebdo y al supermercado judío Hyper Cacher del pasado enero, el Gobierno anunció una nueva ley de servicios de inteligencia, aprobada por el Parlamento en junio.
Tras el 13-N, Hollande decretó el estado de emergencia y anunció una reforma constitucional que contendrá, a priori, una polémica cláusula para permitir despojar de la nacionalidad francesa a aquellos condenados por terrorismo que tengan doble nacionalidad y que hayan nacido en Francia.
La medida, que cuenta según los sondeos con un amplio respaldo ciudadano, es rechazada por buena parte de los correligionarios socialistas de Hollande en el Parlamento, lo que augura importantes dificultades para la aprobación de la enmienda constitucional.
El primer ministro francés, Manuel Valls, reiteró hoy en una entrevista al canal de televisión BFM TV que la privación no se practicará en ningún caso a quienes solo gocen de nacionalidad francesa, ya que el derecho internacional impide la creación de apátridas.
Fuente: EFE