El 3 de agosto de 1821, el libertador San Martín firmó el decreto que creó el Ministerio de Relaciones Exteriores. La naciente república se dotaba, con ese acto, de la institución que afirma el carácter soberano e independiente de su Estado. Fueron sus tareas primigenias el reconocimiento internacional del Perú y la fijación de sus límites, dando forma al espacio geográfico que hoy ocupa, otrora cuna de la civilización andina y luego centro del poder colonial en América del Sur.
Las tareas se han hecho más amplias y múltiples, en un mundo cuyos progresos materiales y tecnológicos no soslayan sus complejidades y disparidades, como lo evidencia la lucha frente a la pandemia del COVID-19, cuya carga de letalidad confrontamos hoy a escala universal.
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A los notables esfuerzos nacionales desplegados para atender la emergencia sanitaria y atenuar sus graves impactos sociales y económicos se suman los desafíos de la agenda exterior. El más apremiante fue repatriar a más de 30 mil compatriotas, labor que continúa y grafica el valor intrínseco de la función consular. En paralelo, la red diplomática se ubicó al frente de los esfuerzos por acceder a la vacuna cuando esté disponible, por cooperación y asistencia técnica, así como para asegurar el arribo de los suministros y equipos requeridos para hacer frente a la pandemia; mientras tanto, en los foros multilaterales concierta voluntades para declarar como bienes públicos globales a vacunas y tratamientos, afirmando la premisa del acceso universal a la salud.
En este trance, la agenda externa no se agota con la pandemia, y retoma su impulso. En ella surgen líneas prioritarias como el apoyo a la reactivación económica y la búsqueda de nuevos mercados e inversionistas; la reactivación de los mecanismos binacionales y de frontera con los vecinos, así como los de cooperación y atención a problemas horizontales con los socios extrarregionales; la organización de las elecciones generales en el exterior adecuadas a las exigencias sanitarias; el camino a la Asamblea Extraordinaria de las Naciones Unidas contra la corrupción; las metas ambientales por un planeta sano; o una activa promoción cultural, adecuada a las circunstancias, manteniendo viva la atracción que impulsa el turismo al Perú.
La proximidad del bicentenario institucional es propicia para examinar el legado y vislumbrar el porvenir. En la retrospectiva destacan figuras como José Gregorio Paz Soldán, Toribio Pacheco, Raúl Porras Barrenechea, Víctor Andrés Belaunde, Carlos García Bedoya o Javier Pérez de Cuéllar, asociados a líneas maestras de la política exterior y a hitos del derrotero institucional. Son expresión de una ecuación que equilibra coherencia en la política exterior y excelencia en sus ejecutores.
En el legado están también el Servicio Diplomático de la República y su centro de formación, la Academia Diplomática, que nos especializa como funcionarios públicos, con vocación de servicio y capacidad de adaptación.
La ruta por andar
Si bien la historia le ha reservado más luces que sombras a nuestra bicentenaria institución, es en el camino por andar donde toca poner el acento. En ello la función del Estado asoma como asunto mayor, que atraviesa a la sociedad en su conjunto y a la política exterior, cuyos intereses representa. La tenue línea de la pobreza y las disparidades, la elevada informalidad, la calidad educativa, la precariedad sanitaria, el centralismo, el desarrollo fronterizo, son brechas ahora más expuestas. Estas demandan toda nuestra atención para sumarse a nuestras fortalezas, sean macroeconómicas, de recursos naturales, de nuevas infraestructuras, de megadiversidad ambiental, de actor internacional estable, democrático y confiable, o de generador de innovaciones y conocimientos propios como en la vigilancia epidemiológica, las pruebas moleculares o los ventiladores mecánicos frente al COVID-19, entre tantas, que nuestro país ofrece o construye en su ruta al desarrollo.
Esta tarea, lo sugiere la situación límite que enfrentamos, requiere dar forma a una institucionalidad pública fortalecida, moderna, dotada de autoridad y recursos, garante del contrato social y de las libertades fundamentales, promotora de una economía social de mercado que amplíe sus beneficios colectivos y que genere medios de subsistencia dignos para todos. Así, nos aproximaremos a cerrar esas brechas y a cumplir metas en la agenda externa como los Objetivos de Desarrollo Sostenible, que queremos alcanzar antes del 2030, para asegurar que los estándares del desarrollo sean nuestros estándares.
Al conmemorar estos 199 años, en víspera del bicentenario del Ministerio de RR.EE., renovamos el compromiso con el Perú, y el decidido soporte, discreto e indoblegable, de su cancillería, su red de misiones en el exterior, sus oficinas desconcentradas, su Servicio Diplomático, administrativo y de servicios, con la apuesta por el desarrollo nacional.
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