9 de diciembre de 1988. Javier Pérez de Cuellar se encontraba en el aula magna de la universidad de Oslo, en una ceremonia presidida por el rey noruego Olaf. La asistencia del entonces secretario general de las Naciones Unidas respondía a que las fuerzas de paz de la ONU habían sido elegidas para recibir el Premio Nobel de la Paz y él recibiría el galardón en su nombre. Hasta la fecha, es lo más cercano que un peruano se acercó a este reconocimiento.
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Ese día, quien fuera presidente del Comité Nobel del Parlamento de Noruega, Egil Aarvik, destacó la misión “sacrificada de los voluntarios de los cascos azules en numerosos conflictos desde 1956″. Según “El País”, “cansado y emocionado, pero visiblemente optimista, Pérez de Cuellar dijo que el premio” significaba “el reconocimiento de una tarea idealista y esforzada en favor de la paz”. Para él, la paz era “una responsabilidad colectiva”.
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El contexto era peculiar. Poco antes, el líder reformista de la Unión Soviética, Mijail Gorbachov, se había dirigido a la Asamblea de las Naciones Unidas para anunciar que reduciría la cantidad de “efectivos militares convencionales” en Afganistán. Era una ventana para conseguir la tan ansiada paz. En esa línea y ya en Noruega, Pérez de Cuellar habló sobre la situación en el Medio Oriente -que consideró había “evolucionado positivamente”. Luego destacó el “papel de la ONU como instrumento idóneo para solucionar pacíficamente los conflictos entre países”.
Tal como lo recuerda El Comercio, durante la ceremonia, “los asistentes inclinaron las cabezas al darse un minuto de silencio en memoria de los 733 soldados de las fuerzas de paz muertos hasta ese día”.
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Los cascos azules
Son el personal militar de las Naciones Unidas que, actualmente, suman 90 mil personas “procedentes de ejércitos nacionales de todo el mundo”. Su objetivo es claro: proteger a la ciudadanía de cualquier amenaza y facilitar “el surgimiento de un entorno seguro”.
Su elección como Premio Nobel de la Paz fue sui generis, ya que fue la primera vez que una organización de fuerzas armadas ganaba el premio.
El dinero ganado, sin embargo, era poco para una operación de esta magnitud. “El premio pecuniario de entonces, 390 mil dólares -para muchos una fortuna- solo cubría un día de permanencia de estas fuerzas en el sur del Líbano”, explicó este Diario.
En su discurso de aceptación, Pérez de Cuellar sostuvo: “Las operaciones de paz representan el deseo de paz de la comunidad mundial […] El otorgamiento del premio Nobel de la Paz a estas operaciones ilumina la esperanza y refuerza la promesa de este extraordinario concepto”.