“La esclavitud no es una reliquia del pasado, sino una realidad muy presente”, dice la ONU en su página web. Y es que las cadenas de los esclavos del siglo XXI no se pueden ver, pero son tan reales y pesadas como las del pasado. Según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), la esclavitud moderna existe en todos los países del mundo e incluye el trabajo forzoso, la servidumbre por deudas, la trata de personas, la explotación sexual, entre otros.
Se trata de una definición que no es nueva. La ONU afirma que “la esclavitud moderna se utiliza como un término general que abarca prácticas como el trabajo forzoso y el matrimonio forzado. Con ella, se hace referencia a situaciones de explotación en las que una persona no puede rechazar o abandonar debido a amenazas, violencia, coerción, engaño o abuso de poder”.
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El Índice de Esclavitud Global, elaborado en el 2017 por la Free Walk Foundation y la OIM, indica que en el mundo hay al menos 40,3 millones de personas en condiciones de esclavitud [es decir, 5,4 de cada 1.000 personas eran víctimas de este mal], aunque los expertos señalan que esa cifra es conservadora.
Aunque de esa cifra quedan excluidos quienes están en condiciones de esclavitud en zonas de conflicto, en las rutas migratorias y en lugares de difícil acceso, hay dos grandes grupos que sí forman parte de los alarmantes números de esclavitud.
El primer grupo está conformado por 25,3 millones de personas que sufren explotación equiparable al trabajo forzoso. Estos “esclavos” son las mujeres y hombres obligados a prostituirse, los que trabajan sin salario en tareas domésticas o en las primeras etapas de las cadenas de producción globales, además de los las niñas y niños en trabajo infantil (4,3 millones).
El segundo grupo lo integran los 15 millones de víctimas de matrimonio forzado que viven en servidumbre por deudas heredadas y que son en su gran mayoría mujeres y niñas.
De hecho, las mujeres y las niñas representaban el 71% de las víctimas de esclavitud moderna.
Si bien este mal no requiere barcos de esclavos, ni cadenas, se trata de un problema con el que estamos directamente en contacto en nuestra cotidianidad, al consumir frutas y verduras o al comprar un nuevo celular. Tras muchas de esas prácticas comunes persisten violaciones a los derechos humanos y de la dignidad humana de las que se habla en la Declaración Universal de los Derechos humanos de 1948.
En el informe de la Free Walk Foundation y la OIM se examinaron diferentes formas de trabajo forzoso y se encontró que del total de víctimas del trabajo forzoso, 16 millones correspondían a la economía privada; otros 9 4,8 millones estaban bajo explotación sexual forzosa, y 4,1 millones estaban sometidas a trabajo forzoso impuesto por el Estado.
Luiz Machado, técnico especialista en Trabajo Forzado en la OIT, dijo al diario mexicano “El Universal” que aún existen retos que enfrentar en el combate contra la esclavitud moderna y enfatizó que uno de los factores limitantes es la falta de denuncia.
“Es como un pacto de silencio con los explotadores [...] Es difícil hacer que las víctimas se conciban como tal”, apuntó.