Con el manejo escénico que lo caracteriza, Vladimir Putin urdió y montó una eficaz puesta en escena para perpetuarse en el poder más allá del 2024, año en que debe terminar su mandato tras permanecer 20 años en el Kremlin.
El martes pasado, en plena crisis mundial por el coronavirus, la Duma –el Parlamento ruso– aprobó una enmienda constitucional que entre otras cosas permite reiniciar el conteo de sus mandatos para presentarse en el 2024 y el 2030. Hasta entonces, desde el Ejecutivo, Putin había rechazado la hipótesis de seguir en el poder y hasta criticó la avidez de algunos dirigentes que “podrían destruir el país”.
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La primera parte de esta obra se presentó el 15 de enero, durante la alocución anual del presidente ruso ante la Duma, en la que sorpresivamente anunció una reforma de la Constitución de 1993, que sería refrendada por una consulta popular el 22 de abril. El documento que presentó contenía una serie de propuestas. Entre ellas, la fe en Dios del pueblo ruso representada por la Iglesia Ortodoxa rusa y la especificación de que el matrimonio es la “unión entre un hombre y una mujer”.
Desde que llegó al poder en el 2000, Vladimir Putin ha tenido un gran aliado en el patriarca Cirilo, cabeza de la Iglesia Ortodoxa rusa, para reforzar las bases nacionalistas de su régimen pese a que, según la Constitución, Rusia es un Estado laico que no defiende ni propugna ninguna religión. La propuesta incluye también que ningún alto funcionario ni gobernante pueda tener doble nacionalidad o residencia en un país extranjero y que para postular al más alto cargo del Estado se requiera 25 años de estadía ininterrumpida en el país.
Ese 15 de enero ya se sospechaba que el exespía de la KGB tenía un as bajo la manga para seguir ejerciendo el poder desde algún lugar privilegiado, pero a los analistas se les hacía difícil aceptar que pretendería continuar como mandatario más allá del 2024.
Se equivocaron. La segunda parte de la pieza tuvo lugar el martes último en la Duma, en donde logró que 380 diputados votaran a favor del “clamor del pueblo ruso” para borrar los mandatos previos de Putin, para que la línea de partida hacia el Kremlin vuelva a cero.
La puesta en escena contó con la participación de Valentina Tereshkova, la primera mujer cosmonauta que a los 26 años, en 1963, tripuló el Vostok 6 que dio decenas de vueltas a la órbita terrestre. En calidad de diputada ‘apolítica’, pero amiga cercana de Putin, la heroína nacional, hoy de 83 años, alegó que si el pueblo clama porque el presidente se presente nuevamente no habría motivo para oponerse.
Cual doncella cortejada, Putin aceptó la propuesta porque considera que un poder presidencial fuerte –encarnado en sus maneras de macho alfa que pugna por la hegemonía– es absolutamente necesario en Rusia, debido a la situación económica y de inseguridad que vive. La estabilidad que supuestamente él representa es más importante que la alternancia.
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