Uagadugú. "No sabíamos si íbamos a lograr salir. Intentamos llamar a nuestras familias para decirles que no estábamos seguros de si íbamos a volver a verlos", cuenta Suzanne Songa-Ouedraogo con voz temblorosa al recordar el ataque yihadista que dejó 29 muertos en la capital de Burkina Faso.
Esta artista burkinesa, una de las supervivientes del largo asalto del viernes, era atendida el sábado en el hospital Yalgado-Ouedraogo para curarle una herida de bala en el brazo.
La sobreviviente cuenta que yació en el suelo de la sala de reuniones del hotel Splendid de Uagadugú, desangrándose en la oscuridad durante siete horas, mientras escuchaba gritar a los atacantes, que disparaban sus armas a pocos metros de ella.
Lucien Trabi, un representante artístico de Costa de Marfil que estaba en un bar frente del hotel dijo que vio a "cinco yihadistas, de los cuales dos eran mujeres".
Aunque varios testigos aseguran haber visto a mujeres entre los atacantes, el sábado el ministerio de Seguridad Interior negó esta versión.
"La dueña dijo: '¿Por qué están vestidos así?'. Llevaban guantes y yo vi un kaláshnikov. Pasaron por delante de nosotros y fueron al café Cappuccino [otro de los lugares atacados]. Ahí comenzaron a dispararle a todo el mundo. Sobre todo buscaban a los extranjeros", contó Trabi.
"Me escondí en un apartamento, muy arriba. Se podía ver a los yihadistas, estaban disparando y gritaban 'Alá Akbar'", "Alá es el más grande", recordó.
En las primeras horas de la mañana, una vez que terminó el tiroteo, Trabi cometió el error de intentar irse para poder descansar pero se encontró cara a cara con un yihadista.
"Era joven, tenía como 19 [años] o así. Me hizo un gesto para que me acercara a él. Pensé que era el final. Entonces le tiré una cerveza y huí. Él disparó y yo me lancé al suelo", contó.
Trabi no se dio cuenta inmediatamente que había sido herido a bala. "Había sangre por todas partes", recuerda. "Después la Cruz Roja nos tomó y pasamos por delante del Cappuccino, ahí vi cuatro cuerpos, dos de ellos eran mujeres blancas. Fue horrible. Yo tuve suerte", concluye y señala que cuando cierra los ojos todavía escucha la voz de un yihadista.
La situación no era mejor en el hotel, según el relato de Songa-Ouedraogo.
"Escuchamos disparos y primero pensamos que eran fuegos artificiales. Pero después nos encerramos inmediatamente en la sala de reuniones y apagamos la luz. Ellos dispararon, rompieron la puerta y le dispararon a todo el mundo", recordó Suzanne, que cree que cinco de las 14 personas presentes recibieron impactos de bala.
"Podíamos escucharlos hablando su idioma. No podíamos entenderles, se oían dispararon por todos lados. Fue una pesadilla", concluyó.
Fuente: AFP
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— Mundo El Comercio (@Mundo_ECpe) enero 18, 2016
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