El papa Francisco condenó el miércoles en Kinshasa “las crueles atrocidades, que deshonran a la humanidad” en el este de República Democrática del Congo (RDC), teatro de una guerra provocada por “la explotación sangrienta e ilegal de la riqueza de este país”.
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“Dirijo un vehemente llamado a todas las personas, a todas las entidades, internas y externas, que manejan los hilos de la guerra en la República Democrática del Congo, depredándola, flagelándola y desestabilizándola”, agregó Francisco, en un encuentro con víctimas de ese conflicto.
“Ustedes se están enriqueciendo por medio de la explotación ilegal de los bienes de este país y el sacrificio cruento de víctimas inocentes”, denunció el pontífice argentino en el segundo día de su visita a este país africano.
“Escuchen el grito de su sangre, presten atención a la voz de Dios, que los llama a la conversión y escuchen la voz de su conciencia: hagan callar las armas, pongan fin a la guerra. ¡Basta! ¡Basta de enriquecerse a costa de los más débiles, basta de enriquecerse con recursos y dinero manchado de sangre!”, clamó Francisco.
El pontífice se declaró “indignado” por “la explotación sangrienta e ilegal de la riqueza de este país, así como los intentos por fragmentarlo para poderlo controlar”.
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Poco antes, Francisco se vio confrontado a testimonios de “sufrimientos atroces” de cuatro víctimas del conflicto, con descarnados relatos de mutilaciones, violaciones y masacres.
“He visto la salvajería: gente troceada como pedazos de carne en una carnicería, mujeres destripadas, hombres decapitados”, escribió Désiré Dhetsina, actualmente declarado desaparecido, en un testimonio escrito hace unos meses.
Emelda M’karhungulu contó al papa los “maltratos” que padeció durante tres meses en los que se vio reducida a la condición de “esclava sexual”.
“A veces, mezclaban cabezas de personas con carne de animales. Era nuestra alimentación cotidiana”, refirió.
Ladislas Kambale Kombi, de 16 años, relató haber asistido, impotente, al asesinato de su padre, “cortado en pedazos” y al secuestro de su madre.
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“Ante la violencia inhumana que han visto con sus ojos y experimentado en su propia carne, nos quedamos impresionados. Y no hay palabras; sólo llorar, permaneciendo en silencio”, respondió el papa, visiblemente emocionado.
“Sus lágrimas son mis lágrimas, su dolor es mi dolor”, prosiguió, y pidió “perdón por la violencia del hombre contra el hombre”.
Según el papa, la guerra en la RDC fue “desatada por una insaciable avidez de materias primas y de dinero, que alimenta una economía armada, la cual exige inestabilidad y corrupción”.
“Qué escándalo y qué hipocresía: la gente es agredida y asesinada, mientras los negocios que causan violencia y muerte siguen prosperando”, deploró.
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