No hay peor pesadilla para unos padres que estar separados de su hijo, y esto es lo que ha vivido Otash, una mujer etíope en un campo de refugiados de Sudán, que vivió el último mes sin noticias de su hija, Shalom, de 7 años.
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El 7 de noviembre, tres días después del inicio de la ofensiva militar gubernamental en la región del Tigré, en Etiopía, Otash perdió todo rastro de Shalom.
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“Cuando empezaron los bombardeos y los disparos, salí de casa para ver a mi hermana, que está embarazada”, cuenta Otash. “No la encontré y, cuando volví a casa, Shalom ya no estaba”.
“Lluvia de bombas”
“La busqué por todas partes pero no la encontré. Caía una lluvia de bombas así que no me quedó otra opción que huir”, cuenta a la AFP esta mujer treintañera, propietaria de un restaurante en la ciudad de Humera, en el Tigré.
Con la esperanza de encontrar a su hija entre los que huían, marchó con miles de etíopes cerca de treinta kilómetros hasta que alcanzó la frontera.
“Una mujer de nuestra ciudad ayudaba a la gente a recopilar información de las personas desaparecidas. Me dijeron que mi hija podía estar en Sudán así que me vine para acá”, explica Otash.
Dos semanas más tarde, le llegó una llamada. Shalom no había salido de Humera, se encontraba con una familia que decidió quedarse. Y, a pesar de los combates, estaba sana y salva.
Otash contacto rápidamente a Haftom Kahsai, de 29 años, un amigo y cliente de su restaurante en Humera, para pedirle ayuda.
Haftom estaba a punto de atravesar el Setit (Tekezé en Etiopía), uno de los afluentes del Nilo Azul, para refugiarse en Sudán.
Según la ONU, alrededor de 49.000 etíopes huyeron a Sudán a causa del conflicto, un 45% niños.
Por fin juntas
En el campo de refugiados de Hamdayet (Sudán), Haftom cuenta su parte de la historia a la AFP. Pidió a un amigo de Humera, que tenía una moto, que acercara a la niña a la frontera. Y así fue.
“Esperé (en la frontera) y cuando Shalom llegó con mi amigo, atravesé el río en una barca con ella”, cuenta.
“Al principio tenía miedo, lloraba”, cuenta Haftom. Pero él estaba “contento de ayudar a la pequeña”, a pesar de los riesgos.
Finalmente, el martes, Shalom se reencontró con su madre Otash en el campo de Hamdayet.
Tras la sonrisa de Otash, sus ojos se llenan de lágrimas mientras acaricia los espesos cabellos negros de su hija. Se encontraron, aunque su hija todavía está apuntada como desaparecida.
Pero la pequeña Shalom desborda felicidad.”La he echado mucho de menos, pero ahora ya estoy bien”, dice.
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