Por primera vez en 60 años, la población de China ha disminuido hasta alcanzar su tasa de natalidad nacional un mínimo histórico: 6,77 nacimientos por cada 1.000 personas.
El hasta ahora país más poblado del mundo -se calcula que será superado por India en abril de este año- perdió 850.000 habitantes en 2022. Actualmente cuenta con 1.411 millones.
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El descenso no es algo que haya sorprendido a los demógrafos. Su índice de natalidad ha estado disminuyendo durante años, lo que ha forzado a las autoridades a impulsar una serie de políticas para tratar de frenar la tendencia.
A pesar de ello, y siete años después de poner fin a la política del hijo único, China ha entrado en una "era de crecimiento negativo", tal y como la describen desde La Oficina Nacional de Estadísticas de China.
Las cifras son aún más elocuentes al ser comparadas con las de otros países. En 2021, en Estados Unidos nacieron 11,06 bebés por cada 1.000 habitantes, año en el que en India se produjeron 16,42 nacimientos. En China, en ese mismo año, la tasa de natalidad fue de 7,52 niños por cada 1.000 habitantes.
Las muertes también superaron en número a los nacimientos por primera vez el año pasado. El país registró su tasa de mortalidad más alta desde 1976: 7,37 muertes por cada 1.000 habitantes, frente a las 7,18 del año anterior.
¿A qué se debe este descenso?
1. Efectos de las políticas del pasado
Las tendencias demográficas de China a lo largo de los años han sido determinadas en gran medida por la controvertida política del hijo único, que se introdujo en 1979 para frenar el crecimiento demográfico.
Esta política limitaba a muchas familias a tener solo un descendiente, aunque con excepciones, lo que se calcula que pudo evitar unos 400 millones de nacimientos, cifra que ha sido disputada.
El gobierno ofreció incentivos financieros y de empleo para quienes cumplieran con ella, amplió el acceso a los anticonceptivos y estableció multas para quienes violaran las reglas. En ciertas épocas, sin embargo, también se utilizaron otras medidas coercitivas, como abortos forzados y esterilizaciones masivas.
En una cultura que históricamente favorece a los niños sobre las niñas, la política también condujo a abortos selectivos por género, al abandono de muchas niñas en orfanatos e incluso a infanticidios femeninos.
Como consecuencia, en China existe un desequilibrio de género desde la década de 1980, y eso hace que muchos hombres no encuentren pareja para casarse y tener hijos, especialmente entre los que cuentan con menos recursos socioeconómicos.
La política se eliminó en 2016 y a las parejas casadas se les permitió tener dos hijos. En los últimos años, el gobierno chino también ha ofrecido exenciones fiscales y una mejor atención médica materna, entre otros incentivos, para revertir, o al menos frenar, la caída de la tasa de natalidad.
2. Faltan políticas para conciliar
Estas iniciativas, sin embargo, no han conducido a un aumento sostenido de la natalidad.
Algunos expertos apuntan a que las políticas que alentaron los embarazos y nacimientos no fueron acompañadas de iniciativas para aliviar la carga económica que supone el cuidado de los niños, como ayudas para las madres que trabajan o para facilitar el acceso a la educación.
Además de ofrecer incentivos para tener hijos, China también debería mejorar la igualdad de género en los hogares y en los lugares de trabajo, aseguró a la BBC Bussarawan Teerawichitchainan, director del Centro de Investigación sobre Familia y Población de la Universidad Nacional de Singapur.
Los países escandinavos han demostrado que tales movimientos pueden mejorar las tasas de fertilidad, agregó.
En China existen grandes diferencias entre hombres y mujeres, como demuestra el índice global de brecha de género que cada año elabora el Foro Económico Mundial, que sitúa a China en el puesto 102 de 155 países. La brecha de género china se situaba en 2022 en el 68,2% (100 sería la igualdad total).
Aumentar la tasa de natalidad se ha convertido, sin embargo, en una prioridad para el ejecutivo de Pekín. En el Congreso del Partido Comunista Chino celebrado el pasado mes de octubre, el mismo presidente Xi Jinping aseguró que su gobierno "seguiría una estrategia nacional proactiva" en respuesta al envejecimiento de la población del país.
3. A más desarrollo, menos hijos
La baja tasa de natalidad también es una consecuencia natural del desarrollo socioeconómico que ha experimentado China en las últimas décadas.
A medida que los países se vuelven más desarrollados, las tasas de natalidad tienden a disminuir, debido a que las parejas y, especialmente, las mujeres, tienen otras prioridades como formarse más o desarrollar sus carreras.
Esto es algo que ha sucedido también con los países vecinos de China, como Japón o Corea del Sur, cuyas tasas de natalidad también han alcanzado mínimos históricos a pesar de los distintos incentivos que han puesto en marcha sus gobierno para que las parejas tengan más hijos.
En 2021, el Índice de desarrollo humano de China se encontraba en el 0,768 (1 sería el máximo), y el país ocupaba el puesto 79 de 191, mejorando tres con respecto al año anterior.
Pero las autoridades están preocupadas de que esta tendencia a la baja reduzca, a largo plazo, la mano de obra en el país, además de aumentar el costo de la atención médica, por el envejecimiento de la población, y otros desembolsos de la seguridad social.
Según el último censo, la población china crece a su ritmo más lento en décadas, y "esta tendencia continuará y quizás empeore después del covid", explica a la BBC Yue Su, economista principal de la Unidad de Inteligencia del semanario "The Economist".
Según la experta, la alta tasa de desempleo juvenil y los bajos sueldos "podrían retrasar aún más los planes de matrimonio y de tener hijos, lo que reduciría el número de recién nacidos".
A esto se suma la probabilidad de que la tasa de mortalidad en 2023 sea más alta que antes de la pandemia debido a las infecciones por covid, señaló Su. China ha visto un aumento de casos desde que abandonó su política de cero covid el mes pasado.
Para los expertos, sin embargo, un simple aumento de las tasas de natalidad no será suficiente para resolver los problemas que arrastran la desaceleración del crecimiento de China.
“Impulsar la fertilidad no mejorará la productividad ni aumentará el consumo interno a medio plazo”, aseguró Stuart Gietel-Basten, profesor de políticas públicas en la Universidad de Ciencia y Tecnología de Hong Kong. “Cómo responda China a estos problemas estructurales va a ser crucial”.