Condones y dinero para los que cumplen; multas y esterilizaciones para quienes no obedecen. Así se configuró, en 1979, la polémica política del hijo único en China.
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Si bien ahora la situación ha cambiado radicalmente -luego de darse cuenta que el crecimiento de su población se desaceleró- y se permitirán tres hijos por familia, el pasado condena.
¿Cuáles fueron los pormenores de la decisión del Estado? En esta nota, te lo contamos.
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En el artículo académico “La política de un solo hijo en China”, escrito por Flora Botton Beja y Romer Cornejo Bustamante, se da cuenta de cuál era el ideal de hijos que una familia debía tener antes de la revolución socialista de 1949.
“En cuanto a su tamaño, función y estructura era el que avalaba el confucianismo; es decir, una familia extendida y numerosa, patrilocal, patrilineal y en la que convivían varias generaciones bajo el mismo techo”, escribe.
Cada hijo, según anotan los autores, debía “conservar viva la memoria de sus antepasados por el culto ancestral”, y eso significaba tener muchos hijos hombres.
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Hacia el 50 y 60, las ideas no variaron mucho. La familia ideal, como da fe la investigación, era entendida como una “unidad doméstica” integrada por el esposo, la esposa y los hijos, todos obligados de cuidar a sus ancianos.
“En este modelo no se especificaba bien cuál sería el número ideal de los que conformaban este hogar. No fue sino hasta la década de los setenta cuando se habló ya claramente de un modelo de familia pequeña con un máximo de dos hijos”, se anota.
Así hasta 1979, cuando entra en vigencia la política de un solo hijo. El artículo afirma que la campaña de planificación familiar no se limitó a “instruir sobre los anticonceptivos” para que las parejas decidieran.
Además, se inmiscuyeron en la “reproducción humana para adecuarla a la producción material y así poder crear más riqueza, mejorar los niveles de vida, y acelerar la modernización”.
Tener hijos pasó a un ser un tema de Estado, sin importar que este tuviese que establecer “medidas draconianas”. El crecimiento demográfico era tan acelerado que causaba miedo.
Según China Today, durante la dinastía Ming (1644-1911), el país nunca superó los cien millones de habitantes, situación que varió entre 1960 y 1970. Fue la combinación de una sociedad más estable y el progreso de la tecnología agrícola lo que hizo que la población llegara a los 400 millones.
De hecho, “cuando se fundó la República Popular China, en 1949, el país tenía 540 millones de habitantes”. Y desde 1964 a 1969, “la población aumentó de 700 a 800 millones”.
EL ÉXITO DEL PLAN
Flora Botton Beja y Romer Cornejo Bustamante se han preguntado qué factores influyeron en que el control de la natalidad se desarrollara sin tantos inconvenientes.
Después de descartar algunas teorías -como la supuesta disciplina china o que la política fue instaurada por un gobierno totalitario-, los académicos anotan que la educación fue esencial.
Se trata de una mirada histórica sobre cómo se deben dar los cambios: “desde épocas muy remotas se consideró que cualquier persuasión debería estar acompañada por un proceso educativo”.
También hay que tener en cuenta la tradición por la cual los chinos dan más importancia a las repercusiones sociales que las personales.
Cuentan los investigadores:
“En la China tradicional esto se limitaba al ámbito de la familia, del clan o de una clase social afín. La vigilancia y la presión del grupo era una manera de garantizar el cumplimiento del deber social”.
Y agregan:
“El gobierno socialista ha tratado de inculcar la idea de un bien común que trasciende los intereses de familia y de clase y al mismo tiempo ha sabido utilizar los mecanismos de presión social y de responsabilidad colectiva haciendo de la planificación familiar un asunto de todos”.
LAS POLÉMICAS
Según la BBC, para poner en práctica la política, el gobierno ofreció “incentivos financieros y empleo” para quienes obedecieran, así como “amplió el acceso a los anticonceptivos y estableció multas” para los que no cumplieran con la orden.
“Otras medidas coercitivas, como abortos forzados y esterilizaciones masivas también fueron utilizadas en ciertas épocas”, escribe el medio.
Eso fue considerado como una violación a los derechos humanos y reproductivos.
Pero hubo más: las mujeres se vieron afectadas más que los hombres, los preferidos por las familias.
Esto condujo a que hubieran “grandes números de niñas abandonadas, colocadas en orfanatos, abortos selectivos por género o incluso casos de infanticidio femenino”.
Hacia 1982 y 1983, las reglas se hicieron más estricticas.
Se lee en el artículo: “a pesar de las afirmaciones del gobierno sobre el carácter voluntario para aceptar y acatar la planificación familiar [...] se sabe a ciencia cierta que se ejercieron presiones muy fuertes y que mucho del trabajo realizado fue de índoles coercitiva”.
Es decir, a los jóvenes se les pide que se casen tarde, a los casados que se esperen a tener familia, mientras que a los que ya son padres se les “vigila estrechamente” para ver si cumplen con las órdenes, mientras que a las embarazadas “en muchos casos se les persigue y acosa hasta que deciden abortar”.
“Si el DIU es el método anticonceptivo más popular, la esterilización está en segundo lugar y su índice aumenta considerablemente entre mujeres de 30 o más años”.
¿Cómo es que se llegó a esos extremos?
Según el estudio de Flora Botton Beja y Romer Cornejo Bustamante, la preocupación del gobierno se inició con el censo de 1953, que trajo consigo leyes y disposiciones (sobre el aborto o el uso del dispositivo intrauterino, por ejemplo).
Sin embargo, los resultados positivos fueron esquivos.
En 1963 y 1966, se dio la “segunda campaña de control de la natalidad”, que incluyó a la educación como uno de sus pilares.
“Según algunos autores, se impusieron sanciones económicas o presiones institucionales de otro tipo para hacer obligatorias las medidas, y hasta se usaron argumentos de puritanismo sexual”, afirman los investigadores.
El éxito fue relativo: “para 1965 se estimaba que entre 10 y 11% de las mujeres en edad de procrear usaban algún método anticonceptivo”.
¿Qué estaba sucediendo? Que “el control de la natalidad pasó a ser algo socialmente aceptable”.
La tercera campaña de control de la natalidad llegó después de la Revolución Cultural (entre 1969 y 1976) y los resultados también fueron tibios.
Lo que el gobierno hizo fue hacer más accesible las “píldoras y el DIU”, mientras que cualquier intervención para controlar la natalidad o eran gratis o muy baratas.
Por ejemplo, “las mujeres que se esterilizaban tenían tres semanas de permiso pagadas por su trabajo; por aborto eran dos semanas, y por inserción de DIU dos días”.
De igual forma, los hombres que se hacían la vasectomía tenían un día libre.
No quedó otra opción que establecer una política más radical.
UN SOLO HIJO
Si China quería mejorar en su agricultura, industria, ciencia y tecnología. tenían que amainar el crecimiento demográfico y dejar la tasa de aumento en 1%.
“En la Constitución enmendada en 1978 durante la Primera Sesión de la V Asamblea Popular Nacional, se estipula que el Estado estimula la planificación familiar, y ésta se convierte en un derecho y un deber de los ciudadanos”, se lee en el artículo académico “La política de un solo hijo en China”.
A ello se le sumó la ley de matrimonio de 1980, que decía que “ambos cónyuges tienen el deber de practicar la planificación familiar y que debe estimularse el matrimonio tardío y la demora de tener hijos”.
En esa misma línea, en 1982, se escribió que “el Estado promueve la planificación familiar y que el crecimiento de la población debe adecuarse al plan de desarrollo económico y social”.
Es decir, “las condiciones objetivas del país no permiten que nazcan demasiados niños”.
“En general, los incentivos y las sanciones son de tipo económico. Se trata de estimular tener un solo hijo a través de la reducción del costo que ello implica, y a la vez hacer muy costosos los siguientes hijos”, escribe el informe.
Solo entonces, y a excepción de algunos lugares rurales, la política empezó a funcionar.
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