Su paso por el puente sobre el río Yuangjing ha certificado el fin de una excursión de 17 meses y casi 1.200 kilómetros. Regresaba a casa la manada de elefantes que cautivó a un país cada día más industrializado y urbanizado con su mediática aventura a través de bosques frondosos, urbanizaciones de lujo, caminos enfangados y autopistas.
No es raro el espíritu libre en los elefantes, así que pocos prestaron atención en marzo del 2020 a su salida de la Reserva Natural de Xishuangbanna. Pero no se quedaron en sus inmediaciones, sino que se adentraron en la provincia de Yunnan, fronteriza con Laos y Myanmar, y llegaron a las puertas de Kunming, una megaurbe de casi diez millones de habitantes. Y, por razones tan misteriosas como las que precipitaron su huida, dieron la vuelta y volvieron a su hábitat.
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Las imágenes de la manada entrando en domicilios, desfilando por pueblos o devorando campos de cultivo pronto se viralizaron. La televisión y las redes sociales se volcaron en un Gran Hermano paquidérmico que dejó episodios tan sublimes como un parto, un baño en el barro, una épica borrachera en una destilería o una siesta con los elefantes dibujando una figura geométrica.
¿Qué motivó su escapada? Ahimsa Campos-Arceiz, biólogo especializado en el comportamiento de elefantes y empleado en el Jardín Botánico Tropical de Xishuangbanna, alude a una tenaz sequía que acentuó dos procesos asolapados durante décadas. Por un lado, el éxito de las políticas conservacionistas, que ha doblado el número hasta los 300 ejemplares en treinta años. Y, por el otro, el escrupuloso blindaje al hombre en las reservas ha hecho sus bosques demasiado densos.
“Comen lo que hay en el suelo, así que la abundancia de árboles bloquea la luz e inhibe el crecimiento de sus plantas favoritas. En los campos de cultivo y otras zonas dominadas por el hombre, en cambio, les cuesta menos encontrar comida”, explica.
Sus hábitats han quedado reducidos y fragmentados por las plantaciones de té y caucho e infraestructuras que rodean las reservas naturales. Los 2.084 kilómetros cuadrados de los que disponían en 1976 se han reducido a 500. La ecuación es fácil: el doble de elefantes en una cuarta parte de espacio incrementa la competencia por los alimentos.
Los grandes costos
Su larga marcha ha sido una pesadilla logística que ha tensado los recursos chinos. En su momento álgido, ha exigido la vigilancia de 800 personas, 370 vehículos y una veintena de drones. Más de 150.000 vecinos fueron evacuados y la factura por cultivos arruinados, caminos destrozados e indemnizaciones ha rozado los siete millones de yuanes, es decir, casi 4,5 millones de soles.
En la ruta de los paquidermos se colocaron 180 toneladas de comida como cebo, vallas electrificadas o recias barricadas a las puertas de las urbanizaciones que no siempre funcionaron.
“Se tomaron medidas y precauciones sin precedentes. Cualquier animal salvaje corre peligro en un ambiente dominado por el hombre y más aún las crías. Se podrían haber ahogado en un canal o roto una pata. Pero el mayor riesgo era que atacaran a personas. El Gobierno invirtió mucho, fue paciente y ha salido bien”, señala el experto.
Convivencia futura
El fin de la aventura apagará el interés social, pero perdurará la problemática que la incentivó. La convivencia entre humanos y elefantes no siempre es idílica. La provincia de Yunnan calcula unas pérdidas anuales de 30 millones de yuanes (S/19 millones) desde el 2015 por daños en cultivos y alteraciones económicas. Las muertes se han disparado: en el 2019 se contaron 12 cuando en las tres décadas anteriores apenas se llegó a la treintena.
El biólogo subraya dos efectos positivos de la odisea. Por un lado, la visión de su conducta cotidiana ha permitido la conexión emocional del público. Por el otro, se han evidenciado los retos que genera su tránsito.
Entre el desarrollo y los elefantes, los gobiernos optarán por lo primero. Urge, pues, resolver la convivencia con animales peligrosos. “En 20 años iremos de 300 a 400 elefantes en China, habrá mayor expansión geográfica y llegarán a lugares donde no habían estado. Habrá más aventuras como esta, aunque quizá no tan largas”, remata Campos-Arceiz.
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