Un soldado monta guardia entre numerosos visitantes en la Plaza de Tiananmén, en Beijing, en la víspera del aniversario de la represión militar de protestas prodemocráticas del 4 de junio de 1999 en que murieron cientos, si no miles, de manifestantes. La foto es del 3 de junio del 2021. (AP).
Un soldado monta guardia entre numerosos visitantes en la Plaza de Tiananmén, en Beijing, en la víspera del aniversario de la represión militar de protestas prodemocráticas del 4 de junio de 1999 en que murieron cientos, si no miles, de manifestantes. La foto es del 3 de junio del 2021. (AP).
Agencia AP

La represión de las manifestaciones a favor de la democracia de la Plaza de 1989 nunca cesó para Fan Baolin, quien pasó 17 años en la cárcel y logró salir de el año pasado para escaparle a la vigilancia de que era objeto, incluso con cámaras que apuntaban hacia su departamento y presiones a su familia para que lo disuadiesen de seguir militando en la vieja causa.

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Fan, quien participó en las manifestaciones y luego trabajó para el aparato de seguridad del estado, fue detenido en 1999, tras suministrar a la oposición en el exterior documentos confidenciales sobre la vigilancia de exiliados. Liberado en el 2016, era uno de numerosos activistas que, una generación después de las protestas, seguían siendo vigilados en un esfuerzo por borrar de la memoria colectiva las manifestaciones a favor de la democracia en el corazón de Beijing.

“Cuando vas a parar a la lista negra del gobierno, te vigilan de por vida”, dijo Fan a la Associated Press en la víspera de un nuevo aniversario de la represión del 4 de junio de 1989, en que los militares atacaron a los manifestantes que ocupaban la plaza. Habló desde otro país asiático en el que espera respuesta a un pedido de asilo y solicitó que no se revelase su paradero.

Los líderes del Partido Comunista chino han detenido o forzado el exilio de los militantes a favor de la democracia y han logrado en buena medida que la nueva generación sepa poco o nada acerca del 4 de junio. Pero más de tres décadas después de ese episodio y luego de tres cambios de gobernante, continúan combatiendo toda mención de la represión en que murieron cientos, si no miles de manifestantes.

Los familiares de las víctimas son vigilados y, en la antesala del aniversario, algunos han sido arrestados o forzados a permanecer temporalmente alejados de sus casas para evitar que hagan algo que puede llamar la atención. Están prohibidas las ceremonias con motivo del aniversario.

“Han aumentado la represión”, sostuvo Yaqiu Wang, de Human Rights Watch, en un informe de este mes.

Tras recuperar la libertad, Fan vivió en su ciudad, Xi’an, al oeste de China, bajo vigilancia y con restricciones. Dijo que la policía le recomendó no salir de la ciudad, rastreaba su teléfono celular y escuchaba sus conversaciones.

Para proteger a su familia, Fan dijo que tenía poco contacto con ella y no le dijo nada acerca de sus actividades. Temía que la castigasen si él era acusado de hacer cosas mal vistas.

Fan Baolin, quien estuvo 17 años preso en China, fotografiado en un sitio no revelado al que llegó para escaparle a la vigilancia de las autoridades de toda persona vinculada con las manifestaciones prodemocráticas de 1999 en la Plaza de Tiananmén, en Beijing. Dice que el gobierno le hacía la vida imposible, vigilando su casa, interceptando su teléfono e intimidando a familiares y amigos. (AP).
Fan Baolin, quien estuvo 17 años preso en China, fotografiado en un sitio no revelado al que llegó para escaparle a la vigilancia de las autoridades de toda persona vinculada con las manifestaciones prodemocráticas de 1999 en la Plaza de Tiananmén, en Beijing. Dice que el gobierno le hacía la vida imposible, vigilando su casa, interceptando su teléfono e intimidando a familiares y amigos. (AP).

“Buscaron a mi hermano y mi hermana”, relató. Las autoridades “querían que mi familia me controlase, me convenciese de no participar en estas cosas, que no me juntase más con esta gente” disidente.

Insistió en que trata de no verse con su familia.

“Ellos saben que mi teléfono está interceptado. Apenas contestan una llamada mía, se asustan”, expresó. “Esta es la atmósfera de temor creada por el PC”.

Fan dijo que en el 2017 viajó a otras ciudades para ver amigos y que la policía lo llamaba todos los días para saber qué estaba haciendo. Agregó que cuando se fue a la provincia de Yunnan, en el sudoeste, de vacaciones en el 2018, lo detuvieron y lo mandaron de vuelta a Xi’an.

Fan participó en las manifestaciones de 1989 junto a miles de estudiantes de toda China en la Plaza de Tiananmén. Pero se fue de Beijing a fines de mayo, antes de que los militares interviniesen. Todavía se le llenan los ojos de lágrimas al describir esa experiencia.

Posteriormente estudió derecho y trabajó como asesor legal antes de incorporarse a la policía en la provincia de Shaanxi, en el oeste. En 1994 pasó a un organismo de seguridad estatal, en el que debía vigilar a la gente y leer sus cartas, en busca de posibles vínculos con el exterior.

Pero no había perdido las esperanzas de un proceso democrático en China.

Fue condenado por “pasar secretos de estado ilegalmente al exterior” después de transmitir por fax documentos del organismo de seguridad a militantes de la causa prodemocrática en Los Ángeles y “expresar apoyo” por esa causa, según un documento que Fan mostró a la AP y que dijo era el informe con su condena.

El informe no detalla los documentos que Fan supuestamente filtró.

“No lo hice por el dinero de Taiwán ni del gobierno de Estados Unidos”, afirmó Fan. “Estaba a favor del movimiento por la democracia y entregué la información a amigos del movimiento”.

Fan, quien cumplirá 57 años el mes que viene, nunca se casó ni tuvo hijos. Dijo que sus padres fallecieron cuando él estuvo preso y que él no se enteró hasta que lo liberaron, más de una década después.

Agregó que el aparato de seguridad instaló cámaras para vigilar el departamento que le compraron sus padres antes de fallecer y que eso desalentó las visitas de sus amigos.

Hoy Fan vive en un pequeño departamento de un ambiente amoblado solamente con una cama y un ventilador, a la espera de saber si le conceden asilo o no. Se hizo cristiano y se pasa el tiempo leyendo la Biblia en su teléfono celular.

Contó que, después de ser liberado, casi no salió de su casa por dos años porque “el mundo era un sitio muy extraño”.

Dijo que cuando visitó Beijing con motivo del 30mo aniversario de las manifestaciones de Tiananmén, la policía lo llamó desde Xi’an y le dijo que volviese a esa ciudad.

No le contó a nadie que pensaba irse de China. Se deshizo de su teléfono celular para que las autoridades no pudiesen rastrearlo, llegó a la frontera sur y la cruzó caminando.

“Jamás volveré a China”, afirmó.

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