Hace 18 años, la ONU decidió crear la Relatoría Especial de DD.HH. para Corea del Norte, un cargo que lleva aparejada la extrema dificultad de batallar con un estado hermético, arisco y aislado del mundo.
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En el 2004 estaba al frente del país Kim Jong-il (padre del actual mandatario Kim Jong-un) y, desde entonces, poco o nada ha cambiado en cuanto a las posibilidades de acceso al país asiático.
Luego de que un indonesio, un tailandés y un argentino se sucedieran como relatores, por primera vez el encargo ha recaído en una mujer, peruana además. Elizabeth Salmón cumple este sábado 1 dos meses con tan compleja misión a cuestas.
—¿Cómo se ha desarrollado el trabajo de la relatoría en estos años?
El trabajo ha venido dándose de forma ininterrumpida con dos características: la primera es que se ha contado con el apoyo de diversos países que han puesto por escrito lo que sucede en Corea del Norte y se lo han transmitido a la comunidad internacional, así que no se puede alegar desconocimiento. Y el segundo rasgo de este mandato es que el Estado norcoreano no lo reconoce y lo ve, más bien, como algo hostil. En esta situación se sigue apostando por dar visibilidad a la situación de derechos humanos allí.
—Con este segundo rasgo, ¿cómo acceder a información creíble y actualizada?
Al relator(a) se le encomienda hablar con diferentes gobiernos, ONG, el mundo académico, a todos los actores posibles para recabar información. Si bien es complicado, hay múltiples canales para recibir información fiable.
—¿Y las fuentes de primera mano?
Tenemos a los desertores que huyen de Corea del Norte y son acogidos en Corea del Sur, los que tienen la suerte de no morir en el trayecto o ser víctimas de trata. A ellos los entrevista la oficina del Alto Comisionado de Naciones Unidas en Seúl. Por ellos hay mucha posibilidad de conocer muy bien todo lo que está pasando.
—Ninguno de sus antecesores pudo entrar a Corea del Norte. ¿Cree usted que lo podrá lograr?
Tengo la obligación de continuar solicitando el ingreso a ese país. Una de las primeras cartas que envié fue una solicitud al Estado norcoreano, a sabiendas de que este no reconoce el mandato y no permitió la visita de quienes me precedieron.
—¿Y le respondieron a esa carta?
No ha habido respuesta, lo que recibimos fue el pronunciamiento público que suele hacer el Ministerio de RR.EE. de Corea del Norte que se repite año tras año. Tanto así que en el primer pronunciamiento sobre mi persona hablan de él (‘he’) y no de ella. Pero está claro que la política de Corea del Norte continúa con relación a este mandato y no hay una voluntad de cooperación.
—Pyongyang ha dicho de usted que es “un títere de Estados Unidos”.
[Sonríe] Esa es una posición permanente de Corea del Norte frente a cualquier intento de conversar sobre la situación de los derechos humanos. No me sorprende entonces, es parte del contexto que encontramos y que seguramente continuará.
—¿Es posible hallar un interlocutor en su intento de buscar un diálogo?
El estado de aislamiento de Corea del Norte es único, no tiene parangón en la historia contemporánea y se ha acentuado con la pandemia. No existe hoy un equipo de Naciones Unidas en su territorio, las embajadas tuvieron que cerrar sus misiones y las ONG extranjeras tuvieron que retirarse. Hoy ese aislacionismo es más intenso. En esa medida encontrar un interlocutor es muy difícil, pero hay misiones norcoreanas permanentes tanto en la oficina de Ginebra como en la de Nueva York. Por ahí se puede intentar el contacto directo. Yo veo algunas luces de esperanza.
—¿Como cuáles?
Corea del Norte es parte de cinco tratados de DD.HH. y un protocolo adicional sobre los derechos del niño. Entonces, si bien mantiene su política aislacionista, también es consciente de que debe establecer algún lazo con la comunidad internacional, por minúsculo que sea. En el 2017, y por única vez, Corea del Norte permitió la visita de la entonces relatora de la ONU sobre los derechos de las personas con discapacidad, la costarricense Catalina Devandas. Es interesante que la única persona admitida ha sido una mujer latinoamericana. Eso da algunas luces sobre los temas que pueden interesar a Pyongyang y los perfiles que están dispuestos a aceptar.
—Hace poco estuvo en Seúl. ¿Qué balance hace de esa visita de trabajo?
Fue una visita breve pero enriquecedora. Me permitió observar la gran importancia que tiene para Corea del Sur la relación con el vecino del norte: los ensayos y amenazas nucleares de ellos, pero también el sueño de la reunificación. No solo me reuní con funcionarios surcoreanos, sino también con representantes de la sociedad civil muy activos.
—¿Se pudo reunir con desertores norcoreanos?
Con tres mujeres y un hombre. Percibí, sin necesidad de traductores, el dolor y sufrimiento que habían pasado por traslados traumáticos, pero también la esperanza y el deseo de experimentar la libertad. Fue conmovedor ver esa tensión entre el dolor intenso de dejar a la familia y el deseo de seguir viviendo.
—En la conferencia de prensa posterior a su gira le preguntaron si era consciente del tamaño del desafío que tiene enfrente...
No debemos rendirnos. No beneficiaría a la población norcoreana que nos rindiéramos. Este mandato es un mensaje poderoso en el sentido de decir que está presente la solidaridad internacional. El tema de los DD.HH. en Corea del Norte es una responsabilidad permanente. Mi deseo es ser una voz para las necesidades de su población.