Lee Wan Bae observa Corea del Norte desde su aldea, pero las amenazas que llegan desde Pyongyang no le causan temor. Lo que importa, dice mientras traza una línea fronteriza imaginaria con el índice, es que los residentes de la villa surcoreana de Tong-il chon saben qué hacer si ocurriera una emergencia de seguridad o si aumentan los lanzamientos de misiles de Kim Jong-un: llegar al punto de encuentro establecido y seguir las instrucciones de los militares. Lo último jamás será negociable.
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Lee, autoridad de Tong-il chon, se mudó a esta villa en 1973. Habían pasado 20 años de la firma del armisticio que puso fin a los sangrientos combates de la Guerra de Corea (1950-1953) y el Gobierno Surcoreano decidió crear una aldea en la cima de una montaña a 1,6 kilómetros de la fortificada Zona Desmilitarizada (DMZ, por sus siglas en inglés) que divide Corea del Norte y Corea del Sur para mostrar a sus vecinos que su país tenía la tierra más fértil y que la vida era mejor del lado sur de la frontera.
La DMZ ha sido el telón de fondo de la vida en Tong-il chon (Aldea de la Unificación, en coreano). El gobierno seleccionó cuidadosamente a los 80 hogares que se mudaron a este lugar, 40 de soldados y 40 de civiles. Hombres y mujeres recibieron capacitación militar básica. Todos aprendieron cómo disparar. Un alto grado de patriotismo también fue requisito para vivir en la frontera más armada y vigilada del mundo.
La Zona Desmilitarizada es una franja de 250 kilómetros de largo y cuatro de ancho que divide la península coreana en el paralelo 38. Se creó cuando la guerra armada se detuvo con una tregua el 27 de julio de 1953, lo que convirtió a esa área en territorio de campos minados que se remontan al conflicto, cercas de alambres de púas que parecen interminables y militares listos para atacar. La tensión se mantiene al máximo. Aunque en julio se cumplieron 70 años del armisticio, la guerra técnicamente aún no acaba y la DMZ y sus alrededores siguen armados hasta los dientes.
En el interior de la guerra
Llegar al área en la que se encuentra la DMZ, incluida la villa de Tong-il chon, es posible a través de tours y visitas programadas que se han hecho bastante populares entre turistas y entusiastas que quieren ser parte de la historia viva de la península coreana. No está permitido el turismo individual.
- Se estima que hay dos millones de minas en los 4 kilómetros de ancho de la DMZ. Soldados armados vigilan las vallas cada 100 o 200 metros.
- Atravesar la DMZ se considera casi imposible debido a la fuerte presencia de soldados. Hacerlo está prohibido por ley tanto en Corea del Norte como en el Sur.
- En sus siete décadas de historia pocas personas han logrado cruzar de forma clandestina. El reciente caso del soldado estadounidense Travis King, que desertó hacia Corea del Norte, es bastante inusual.
- La zona desmilitarizada se demarcó en 1953 con la firma del alto el fuego entre ambas naciones tras una cruenta guerra de tres años que dejó cinco millones de muertes civiles y militares. Oficialmente, el conflicto no ha terminado.
La parte sur de la DMZ, cerca de la ciudad de Paju, en la provincia de Gyeonggi, está a unos 50 kilómetros de Seúl. Cuando nos acercamos por la Carretera de la Libertad, pasamos por un estricto ‘checkpoint’ de seguridad. Estamos a solo una hora y media de la capital surcoreana, pero las reglas ya cambiaron. Es obligatorio que entreguemos nuestros pasaportes a jóvenes militares para transitar por la zona. Los devolverán al final del recorrido. Nos recuerdan que las fotos y videos están prohibidos, a menos que se obtenga el permiso de algún militar.
En adelante, el paisaje a ambos lados de la carretera mezcla permanentemente la naturaleza, los puestos de vigilancia militar y las capas de alambrado reforzado con trampas explosivas o sensores de calor.
Llegar al llamado Tercer Túnel es como transportarse al corazón de la guerra. Se cree que fue construido por Corea del Norte para invadir por sorpresa a Corea del Sur. Este es el tercero y el más grande de los cuatro túneles de este tipo encontrados hasta ahora. Fue descubierto en 1978 y tiene 1.635 metros de largo, lo suficiente como para que 30.000 soldados y artillería lo atraviesen en una hora. Solo 265 metros están abiertos al público en el sur.
Este túnel se encuentra a 73 metros bajo tierra. Dejamos nuestras cámaras y celulares en unos casilleros y avanzamos por un camino subterráneo construido para los turistas. Seguimos hacia abajo y llegamos al corredor original. Mide unos dos metros de ancho por 1,6 de alto. Luego de algunos golpes en la cabeza, entendemos por qué el uso de casco no es opcional.
Al llegar al final, nos topamos con un bloque de hormigón construido por el sur para evitar que el norte lo vuelva a usar (en total hay tres bloqueos). La barrera que tenemos frente a nosotros tiene una abertura y es lo más cerca que estaremos hoy de la Línea de Demarcación Militar. Nos encontramos en medio de la DMZ, a solo 170 metros de la frontera. En este punto, un calendario digital nos indica cuántos días han pasado desde la firma del armisticio. Hoy, 7 de setiembre del 2023, el número que vemos es 25.609. La emoción es el impulso necesario para emprender el camino de regreso. Volver a la superficie por una empinada pendiente es un precio justo que logramos pagar.
A poca distancia del Tercer Túnel está el Observatorio Dora, desde donde apreciamos el pueblo norcoreano de Gijeon-dong y el surcoreano Daesong-dong, las únicas dos villas que se asientan en la DMZ. El buen clima permite ver también cómo las banderas surcoreana y norcoreana flamean ante nuestros ojos, mostrándonos lo cerca que están sus territorios.
La DMZ ha tenido un papel crucial en la Guerra de Corea. Fue escenario de intercambio de prisioneros de ambos bandos y su zona más sensible es Panmunjeom, lugar compartido por las dos Coreas y donde se encuentra la famosa Área de Seguridad Fronteriza (JSA, por sus siglas en inglés). Aquí figura el único edificio en el que se puede cruzar la Línea de Demarcación Militar, la verdadera frontera, sin que nada ocurra. El acceso a esta zona es cada vez más restringido.
Más allá del conflicto
Pese al tenso clima, en la aldea de Tong-il chon se respiran ansias de un futuro mejor. “Al inicio, la agricultura era la única fuente de ingresos, vendíamos ginseng, soya o arroz, pero ahora se ha revitalizado el turismo”, cuenta Min Taeseung, director del museo de la villa. Gracias a los visitantes, la aldea pudo abrir negocios y un restaurante, donde también venden productos agrícolas.
Sobre la seguridad, los residentes confían en que nada les pasará y ven en su vecino del norte a una nación golpeada por la precariedad. “Yo visité dos veces Corea del Norte durante las últimas cumbres intercoreanas y es como Corea del Sur en 1960″, nos dice Lee Wan Bee al final del recorrido.
Min Taeseung se despide diciendo que el temor al vecino del norte no domina a los surcoreanos. “Desde finales de 1980 ya no hay capacitación militar en nuestra aldea, pero la bandera surcoreana ondea en cada casa los 365 días del año”.
Jisun Kim
Directora de la Organización de Turismo de Corea del Sur para Europa, América y Oceanía
La DMZ y otros lugares relacionados con la guerra son puntos de turismo muy importantes para muchos turistas que visitan Corea del Sur y el país está haciendo todo lo posible para promocionar esas zonas turísticas.
Este año es muy significativo porque conmemoramos el 70 aniversario del Acuerdo de Armisticio, entonces también desarrollamos productos de turismo para que los veteranos y sus familiares, como sus hijos y nietos, puedan visitar Corea del Sur.