Parques y centros comerciales cerrados, ciudades confinadas, niños sin poder ir a la escuela. No es el 2020, sino fines del 2022 en China que, tres años después de haber visto aparecer el coronavirus, continúa con una estricta política para evitar las propagaciones que ya está impactando la economía global.
Covid Cero es la estrategia draconiana que ha adoptado el gobierno de Xi Jinping que busca neutralizar los contagios, impulsando masivas pruebas y decretando cuarentenas apenas aparezca un brote. No importa si se trata de pequeños pueblos o ciudades tan grandes como Shangái, como ocurrió en abril y mayo pasado, cuando la metrópoli de 25 millones de habitantes estuvo confinada durante 65 días. Beijing y varias ciudades industriales también han sufrido cuarentenas parciales en estos años.
La población, en tanto, cada vez tolera menos los encierros y el hartazgo se está apoderando del inmenso país.
Workers have broken out of #Apple’s largest assembly site, escaping the Zero #Covid lockdown at Foxconn in #Zhengzhou. After sneaking out, they’re walking to home towns more than 100 kilometres away to beat the Covid app measures designed to control people and stop this. #China pic.twitter.com/NHjOjclAyU
— Stephen McDonell (@StephenMcDonell) October 30, 2022
Desde esta semana se han ordenado nuevas restricciones luego que el lunes se registraran 28.127 nuevos contagios, sobre todo en Cantón y el municipio suroccidental de Chongqing. El promedio de casos diarios de la última semana era de 22.200 positivos, el doble que la semana anterior, indicó el medio oficial China News Service, que citó a la Oficina Nacional de Prevención y Control de Enfermedades.
En las últimas tres semanas ya suman 253 mil casos de COVID-19, una cifra irrisoria si se compara con lo que pasó en el resto del mundo durante el 2020 y 2021.
En la capital, Beijing, los casos están alcanzando nuevos máximos cada día. “La ciudad se enfrenta a su situación de prevención y control más compleja y grave desde el brote del coronavirus”, declaró el lunes Liu Xiaofeng, subdirector del Centro Municipal de Control y Prevención de Enfermedades de la capital.
“En China hay dos diferencias fundamentales con el resto del mundo respecto a la pandemia: La primera es que no ha adquirido la inmunidad de rebaño porque solo una pequeña fracción de la población se ha contagiado”, refiere el economista Carlos Aquino, coordinador del Centro de Estudios Asiático de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.
La segunda, que también es clave, está en el proceso de vacunación. “China es un país muy interesante. Para nosotros nos parece autoritario, y de hecho lo es en muchos sentidos, pero en China no ha habido la obligatoriedad de que todos tengan la vacuna, como ha ocurrido en la mayoría de los países del mundo”, añade.
Desde que las vacunas comenzaron su trabajo de hacer mermar el número de muertos en el mundo, China vacunaba lentamente a su población. Los adultos mayores han sido, sobre todo, los que menos han querido inmunizarse.
“Las vacunas de refuerzo son producidas por laboratorios occidentales, porque tienen tecnología más avanzada. Si en China hubiesen aplicado vacunas occidentales de refuerzo hubiese sido como admitir que el compuesto chino no es tan bueno”.
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Preocupación económica
Los confinamientos también se han extendido a las inmensas fábricas, lo que ha seguido afectando el comercio mundial, que sigue debilitado por las consecuencias de la pandemia y la guerra actual en Ucrania.
Los inversionistas “temen un descenso de la demanda como resultado de una economía china menos móvil entre temores de que habrá más confinamientos asociados al COVID”, ha explicado Fawad Razaqzada, de StoneX, consultora mundial de servicios financieros. Teniendo en cuenta que China es el mayor comerciante del mundo y la segunda economía global, la preocupación no es menor.
La correduría Nomura -señala la agencia Reuters- dijo que su índice interno estima que un conjunto de localidades que representan alrededor del 19,9% del Producto Bruto Interno total de China están bajo algún tipo de confinamiento o de restricciones, por encima del 15,6% del lunes pasado y no muy lejos del pico del índice en abril, durante el confinamiento de Shanghái.
“No solo por el tema del COVID-19, sino por la guerra comercial que impulsó el expresidente Donald Trump, muchas empresas empezaron a salir de China o a no depender tanto de su mano de obra”, añade Aquino, quien recuerda que muchas compañías decidieron invertir en mercados como India, Pakistán o Indonesia ante el continuo cierre de fábricas.
Pero, agrega, hay que tener en cuenta que no solo se trata de mano de obra -que ya no es tan barata como antes- sino que muchas partes y componentes de productos se hacen en China. “Hay procesos que no van a poder mudarse de China. Algunas empresas sí han podido salir, pero otras aún no, y no lo van a hacer”.
A esperar a marzo
Muchos especialistas señalan que en marzo el panorama podría cambiar en China y que la rigurosa política de Covid Cero podría empezar a relajarse.
Carlos Aquino es de una opinión similar. “Se está esperando que termine el invierno, que dura hasta febrero, cuando la gente se enferma más de gripe o influenza y van más a los hospitales. Pero además de ello, en marzo se hace la transferencia oficial de cargos”, agrega.
Si bien Xi Jinping fue nombrado y empoderado en el XX Congreso del Partido Comunista del pasado octubre, recién asume su nuevo mandato en marzo, cuando también empiezan a trabajar los nuevos cargos del Ejecutivo.
“Xi ya consolidó su poder, entonces quizá podría relajar algunas cosas porque ya sabe que todo está bajo su control. Él tenía preocupaciones en varios frentes: con la corrupción interna, la disidencia interna y la disputa con Estados Unidos. Con todo esto más en calma, se prevé que podría relajar la política de Covid Cero en marzo”, pronostica.