Por meses, Corea del Norte se jactó de ser uno de los pocos lugares que vivían alejados de los apuros causados por el coronavirus. Pero no porque la pandemia se hubiera apiadado del país asiático, sino que la información era inaccesible y no se podía conocer los verdaderos alcances del COVID-19.
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La Deutsche Welle, a finales de agosto, logró conversar con el médico desertor norcoreano Choi Jung Hun, quien entre el 2002 y el 2003 luchó contra la epidemia del SARS.
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El neurólogo que dejó su trabajó en el Centro para el Control de Enfermedades en la ciudad de Chongjin, señaló que las afirmaciones del gobierno son propaganda. Para él, una de las razones que prueban la llegada del coronavirus es que, a finales de enero, se cerraron 1.400 kilómetros de frontera con China, su gran socio comercial (en algunos casos se colocaron explosivos).
“Por supuesto que gente de Corea del Norte murió por el coronavirus. El sistema de salud es muy débil. Esto no se quiere mostrar al mundo. Cuando quede claro que ese sistema no puede cuidar a la gente, esta perderá la confianza en su gobierno, lo que significaría que el sistema no es infalible”, declaró al medio alemán.
La declaración de Choi Jung Hun coincidía con los indicios. La DW recuerda que, hacia junio, se hablaba de que cerca de cinco mil personas que habían sido dadas de alta “en centros de cuarentena, podrían haber fallecido”.
Pero lo que sí se llegó a confirmar fue el cierre de fronteras, la suspensión de clases en colegios y universidades.
Según Pyongyang, el primer caso sospechoso de tener coronavirus llegó del extranjero a finales de julio: un desertor que regresó arrepentido. Entonces, el líder Kim Jong-un dispuso la cuarentena en Kaeson, ciudad fronteriza con 200 mil habitantes.
“[Esta persona] regresó el 19 de julio después de haber cruzado ilegalmente la línea de demarcación [la frontera con Corea del Sur]”, recogió DW.
¿UN SISTEMA QUE YA COLAPSÓ?
A inicios de este mes, “El Tiempo” citó testimonios de activistas recogidos por el “South China Morning Post”. Ellos afirmaban que existían “campos de cuarentena” para los contagiados de coronavirus, y que estos no solo morían por la enfermedad sino también de hambre.
Uno de ellos señaló que el COVID-19 es conocido como “la enfermedad fantasma”. “[Los contagiados] son forzados a aislarse o son recluidos en sus hogares sin comida u otro apoyo. Son abandonados a la muerte”, acotó.
Tampoco habría pruebas para detectar a los enfermos.
A ello se le sumó la declaración de otra fuente. “Depende de las familias de los ciudadanos en cuarentena ir al borde de los campamentos y llevar alimentos para mantenerlos vivos, además de cualquier ayuda relacionada con la salud que puedan reunir”, afirmó.
Habría que recordar que Kim Jong-un intentó construir el Hospital General de Pyongyang, una obra que calificó como una “misión crucial”, pero no tuvo éxito. En julio de este año, acusó a los responsables de su edificación de “negligencias financieras” y los despidió. La obra sigue inconclusa.
UN LÍDER DESBORDADO
La agencia AFP muestra información y declaraciones que apuntarían a que Kim Jong-un está tomando medidas drásticas para detener el impacto del coronavirus. Entre ellas llama la atención la reciente disposición de cuarentena en Pyongyang, la capital y ciudad más importante de Corea del Norte, así como de la provincia de Jagang.
A ello habría que sumarle que se ha prohibido la pesca y la producción de sal marina, “para evitar que el mar se infecte con el virus”.
Y como represalia a los problemas económicos, el dictador habría ordenado la ejecución de un “cambista de alto perfil” por ser el presunto responsable “de la caída del tipo de cambio”. El mismo destino, afirma el portal Telam, habría tenido un alto funcionario que trajo productos del extranjero, en clara violación a las leyes.
También, dice AFP, Corea del Norte habría intentado hackear a una “farmacéutica surcoreana que trataba de desarrollar una cura” contra el COVID-19.
Aun así, las fuentes oficiales no han reportado casos de contagiados de coronavirus.
De esta forma, se cumple el extraño vaticinio que el mismo Kim Jong-un compartió en febrero de este año: si el coronavirus llegaba a su nación, habría “consecuencias graves”.
Entonces, él se refería a las consecuencias sanitarias para Corea del Norte, pero bien se podría aplicar la máxima a sus últimas decisiones, que algunas fuentes del Servicio de Inteligencia de Seúl consideraron producto de una “ira excesiva” y como “medidas irracionales”.
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